Qué bueno fue pensar por unos días que todo era así, con escarcha, luces, fuegos artificiales, hallaca y vino espumante. De burbuja en burbuja, pudimos ver hasta la llegada de los Reyes Magos, algo desmejorados por cierto, en este lado del mundo.
Qué bueno hubiera sido quedarnos en la ilusión de la Noche Buena, en ese nostálgico optimismo del faltan cinco para las 12... No dura el sueño ni siquiera toda una noche. El abrazo mudo de la muerte extendiéndose sin límites sobre el pueblo palestino fue el tétrico regalo de Israel al mundo.
La comunidad internacional es una entelequia. Los discursos lamentando la muerte dispendiada por el Estado israelí abundan, coinciden, pero la retórica es insuficiente. Israel tiene sus argumentos y no cederá: el diente por diente sigue.
Y qué dientes, Dios mío. El doble discurso de los civilizados se mantiene, persevera, muerto de la risa, en la acción mediática que representa al mundo y lo envuelve con su transmisión global y permanente de imágenes.
Todo quedó igual. Nada ha cambiado. El tiempo es otra ilusión que se repite y se repite, como dice, refiriéndose al error, un poema de Cobo Borda. Lo mismo, pero el cheque debe llevar la fecha correcta, 2009. Lo mismo. El Presidente de Colombia resultó el niñito bueno de Latinoamérica condecorado en la Casa Blanca, con la Medalla de la Libertad.
Insoportable el caradurismo de Bush. De antología, las sonrisitas compartidas entre Uribe y el saliente huésped de la Casa Blanca. No hay duda: Dios los cría y ellos se juntan.
El horror sigue, pero como un telón de fondo, lo que nos permite seguir con nuestras vidas, podemos ir a los centros comerciales, en enero hay rebajas por todas partes, podemos seguir en lo nuestro, en el consumismo.
No calculemos lo real, sino el deseo. La cosa que priva en el reflejo. La falta de mirada, la ubicuidad del mensaje que aún sostiene el valor de las cosas. Lo mismo.
El cambio climático azotando los paisajes del planeta. La inusual y extrema sequía en Uruguay.
La nieve ha- ciéndose lodo blanco, hielo, temperaturas bajo cero, en Navarra. Gaza asediada, amurallada, sitiada, invadida, masacrada. Lo mismo.
La amenaza, el poder del capital y su despiadado ejercicio o práctica que nos ha llevado a padecer sus horrores, la carestía alimenticia, la crisis del valor, el simulacro financiero. La incesante guerra, diseminada por la iniciativa del norte, renta segura para la industria de las armas.
Empezar el año con Ravell mentándole la madre a un colega periodista, 40 años más joven, como si fuera su derecho, con una arrogancia y una furia propia de las bestias. Ravell con el puño cerrado, frente a la cara del periodista de Ávila TV, amenazante. Enloquecido.
Peor que Britney Spears en sus momentos más bipolares. La crisis sigue y nade sabe aún adónde va a llegar. Nadie sabe, nadie puede asegurar si la nanotecnología o la genética nos salvarán.
Estoy segura de que todos tuvimos los mejores deseos para el 2009. Pero al parecer, a pesar de ser el año del buey para los chinos, el año de la abundancia. A pesar de tener provisiones para sobrevivir a la crisis de la economía global. A pesar de la lucha. De la sempiterna esperanza. El vacío, entre una época que decae o clausura y la venidera, se extiende como una sombra, que le pido a Dios, no nos impida ver el nuevo amanecer.
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