No contemplar la figura de la reelección indefinida constituye una falla de la democracia. Negarla con el cuento de la alternabilidad le impide a un pueblo manejar esa otra opción real que tendría para canalizar su voto frente a otras más, en una contienda electoral que pretenda ser lo más plural posible, así como libre, abierta y absolutamente transparente.
Cuando sujetos como Ramos Allup vociferan que la reelección indefinida es una perversa intención de Chávez para perpetuarse en el poder, no hacemos otra cosa que apreciar en ese discurso maniqueo un tácito reconocimiento a que esa oposición a la que él pertenece y que hasta ahora no encuentra rumbo alguno como para hacerse de un cohesionado y fuerte apoyo en las masas, carece de posibilidades ciertas de éxito frente a una nueva postulación del Comandante en unas elecciones libres, por más que se coloque en cada mesa de votación toda la observación internacional que se quiera.
Pero, hay más. La reelección indefinida funciona en países cuyos gobiernos jamás pudieran ser calificados de autoritarios, como por ejemplo: Francia, Italia, Alemania, Canadá, Portugal y el Reino de España, al margen de que en este último su monarquía no la aprobó ni la eligió el pueblo sino el caudillo por la gracia de Dios, Francisco Franco y, además, que es vitalicia y hereditaria.
oliverr@cantv.net