Bienvenido, Fidel

Nota de Aporrea: El artículo apareció originalmente en Quinto Día. Aporrea lo publica con autorización del autor.
Bien sea por la presencia de médicos cubanos en el Plan Barrio Adentro y de especialistas en alfabetización de esa misma nacionalidad en el Plan Robinson, o por los rumores sobre la muerte de Fidel Castro, lo cierto es que el debate público venezolano ha vuelto a cubanizarse. El Presidente parece disfrutar del enganche de sus adversarios con el tema, pues no pierde oportunidad para machacar su amistad, gratitud y empatía con Cuba y su líder máximo. Se cubaniza, así, el discurso oficial y se mayamiza el opositor, en cuyos predios gana cada vez mayor peso el exilio cubano y sus descendientes.

Dicen que Chávez lo hace adrede para “educar al pueblo”. Su idea, según comenta un dirigente chavista, sería contrarrestar décadas de anticastrismo insuflado a América Latina, sobre todo a sus clases medias. Terapia de shock, pues.


Del otro lado, se frotan las manos y ven la oportunidad de oro para “educar al pueblo” en el anticomunismo. Programas, dirigentes y comentaristas repiten a toda hora lo terrible que es el “mar de la felicidad”, vinculándolo con nuestra particular realidad política, económica y social. De este neoanticomunismo participan, haciendo, diciendo o callando, una serie de personajes que hasta hace poco, cuando no daban codazos para tomarse una foto con Fidel, al menos eran capaces de firmar comunicados elogiosos hacia él y la Revolución Cubana.

Uno de esos textos apareció el 2 de febrero de 1989, como aviso pagado en El Nacional, bajo el mismo título que lleva esta columna. El manifiesto de intelectuales y artistas venezolanos fue a página completa y lleva la foto de un sonriente Fidel Castro, barba espesa, porte erguido, uniforme verde oliva, saludando con su mano derecha. Lo firmaron 1.500 personas, pero sólo publicaron 800 rúbricas. “Nosotros, intelectuales y artistas venezolanos, al saludar su visita a nuestro país, queremos expresarle públicamente nuestro profundo respeto hacia lo que usted, como conductor fundamental de la Revolución Cubana, ha logrado a favor de la dignidad de su pueblo y, en consecuencia, de toda América Latina”, reza el documento.

Por esos días, ante la expectativa de que el líder cubano viniera a Venezuela por primera vez en 30 años para asistir a la “coronación” de CAP II, se desató un debate entre izquierda y derecha. Desde ésta llovieron acusaciones contra el “tirano comunista” y, entonces, desde la primera decidieron salirle al paso con la publicación del aviso. Decían los intelectuales y artistas que “en esta hora dramática del Continente, sólo la ceguera ideológica puede negar el lugar que ocupa el proceso que usted representa en la historia de la liberación de nuestros pueblos”.

Castro no venía desde 1959, fresquecito el triunfo de la Revolución Cubana. “Hace 30 años vino usted a Venezuela, inmediatamente después de la victoria ejemplar sobre la tiranía, la corrupción y el vasallaje. Entonces fue recibido por nuestro pueblo como sólo se agasaja a un héroe que encarna y simboliza el ideal colectivo. Hoy, desde el seno de ese mismo pueblo, afirmamos que Fidel Castro, en medio de los terribles avatares que ha enfrentado la transformación social por él liderizada (sic, lo correcto: liderada) y de los nuevos desafíos que implica su propio avance colectivo, continúa siendo una entrañable referencia en lo hondo de nuestra esperanza, la de construir una América Latina justa, independiente y solidaria”. Así concluía el manifiesto.

¿Leyó el joven Hugo Chávez, entonces militar activo, tamaño aviso de prensa? Si lo vio, no pudo haber imaginado que justo 10 años después asumiría la Presidencia en presencia del mismo visitante. Tampoco que, entre los firmantes del aviso, estaban varios de sus ministros y colaboradores en el gobierno bolivariano. Y mucho menos que algunos de sus futuros adversarios en el campo de las artes y la intelectualidad –no pocos de los cuales hoy predican contra el modelo cubano- le daban la bienvenida a Fidel en términos tan grandilocuentes.

De seguidas le ofrecemos una selección de los firmantes, algunos ya desaparecidos: María Teresa Castillo, Pedro León Zapata, Jorge Giordani, Manuel Caballero, Manuel Espinoza, Milagros Socorro, Edmundo Chirinos, Alberto Jordán, Elías Pino Iturrieta, Juan Barreto, Valentina Quintero, Luis Fuenmayor Toro, Alcides Villalba, Elba Escobar, Desireé Santos Amaral, Elizabeth Fuentes, Earle Herrera, Marcelino Bisbal, Luis Brito García, Arturo Sosa, Juan Vives Suriá, Inés Quintero, Jesús Gazo, Rodolfo Santana, Alberto Barrera, Gustavo Díaz Solís, Trino Alcides Díaz, Igor Delgado Senior, José Balza, Elizabeth Araujo, Francisco Herrera Luque, Gilberto Alcalá, Claudio Cedeño, Augusto Hernández, Rodolfo Izaguirre, Freddy Carquez, Gonzalo García Bustillos, Ocarina Castillo, Alfredo Armas Alfonso, Solveig Hoogsteijn, Alberto Arvelo Ramos, Alexis Márquez Rodríguez, Carlos Márquez, Esperanza Márquez, Aquilino José Mata, Domingo Maza Zavala, Humberto Mendoza, Alfonso Molina, Juan José Monsant, Esteban Emilio Monsonti, Aníbal Nazoa, Claudia Nazoa, Carlos Ortega (el periodista), Alejandro Otero, Caupolicán Ovalles, Abilio Padrón, Juan Páez Ávila, Lucila Palacios, Horacio Peterson, Rafael Pizani, Luis Beltrán Prieto, Manuel Quijada, Víctor Rago, María Elena Ramos, Domingo Alberto Rangel, Pedro Rincón Gutiérrez, Manuel Alfredo Rodríguez, Denzil Romero, Bernardo Rotundo, Roberto Ruiz, Simón Sáez Mérida, Oscar Sambrano Urdaneta, Ana María San Juan, Antolín Sánchez, Heinz Sontag Cecilia Todd, Roberto Todd, Jesús Torrealba, Ugo Ulive, Ludmila Vinogradoff, Fruto Vivas, Héctor Malavé Mata, Carlos Azpúrua, Aquiles Báez, Elías Eljuri, Jesús María Cadenas, Mario Villegas, Yoyana Ahumada, Ida Gramcko, Luis Bigott, María Helena Ascanio, Oswaldo Barreto, Laura Antillano, Sergio Antillano, Ignacio Luis Arcaya, Oscar Bastidas, Oscar Battaglini, Manuel Bermúdez, Roberto Briceño León, Gonzalo González, Cristóbal Guerra, Rafael Iribarren, Maryann Hanson y Rosita Caldera, entre otros.

Tal importancia tuvo este documento, que Castro, una vez aquí, dijo que en Cuba había resistencias a su viaje, por el peligro de un atentado en su contra, “pero la publicación de ustedes, con esas 800 firmas, fue uno de los elementos decisivos, una ayuda extraordinaria que no olvidaré nunca”. “Los creadores del miedo, los que escribieron exhortaciones al crimen para ir generando un clima psicológico de agresividad y atentados están ahora desmoralizados por la reacción del público y de los ciudadanos de Caracas”, afirmó al reunirse, en el recién estrenado hotel Eurobuilding, con los venezolanos que le habían dado su apoyo. Muchos coreaban la vieja consigna “Cuba sí, yanquis no”.



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Ernesto Villegas Poljak

Periodista. Ministro del Poder Popular para la Comunicación e Información.

 @VillegasPoljakE

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