Trincheras de Ideas

Bush o la mentira como práctica política de Estado

Los Estados Unidos de Norteamérica vive en los actuales momentos una de sus mayores crisis políticas, debido a lo que ya es una certeza colectiva: el presidente George Bush le mintió al país cuando, para invadir, destruir bienes, matar y herir miles de personas, dio como pretexto que Irak y el gobierno de Sadam Hussein poseía armas químicas y bacteriológicas.

Pero esa era una certeza de todos los pueblos del orbe que de una u otra manera se opusieron a la bárbara y cruel invasión; la debilidad de Irak era notoria en todos los sentidos: militar, económico, social. Esa nación fue diezmada paulatinamente por los efectos corrosivos de más de 10 años de cerco económico internacional, de bloqueo brutal y absoluto impuesto, por el imperialismo yanqui después de la llamada guerra del golfo; un bloqueo que se extendía, incluso, hasta las medicinas más elementales, considerando, además, el surgimiento de enfermedades masivas como la leucemia y otros tipos de cánceres producto del acribillamiento de los civiles con uranio empobrecido.

Buscar, como pretexto para la justificación de la agresión militar y la invasión, la presunta posesión de armas químicas y bacteriológicas significó unos de los más masivos y costosos proyectos de desinformación y difusión de la mentira en el presente siglo XXI por parte de los medios y agencias noticiosas internacionales. Pero no era sólo la mentira que Bush expuso ante la ONU –presuntamente presentada por la siniestra CIA–, pues en última instancia a los Estados Unidos del Norte les importaba un bledo si la ONU le creía la razón –o su “verdad”– que exponía, pues al no contar con el apoyo del organismo mundial, como policía del mundo, como potencia hegemónica saltaría a la torera la legalidad internacional, tiraría al cesto de la basura acuerdos, tratados, convenios, legalidad y toda normativa que permitiera el equilibro y la justicia internacional y alcanzar su objetivo último, el petróleo de Irak, le gustara o no a sus aliados. El mundo volvía al primitivismo y a la barbarie que caracterizó al nazifascismo alemán, italiano y japonés que dio origen a la segunda guerra.

Bush y la jauría de ministros, de asesores, policías, todos guerreristas, se sintieron con el poder político y militar suficiente de desconocer a la ONU y la precaria legalidad internacional, el pretexto de las armas químicas y bacteriológicas no eran más que una impúdica hoja de parra que no se cayó entonces por la debilidad política –que no militar– intrínseca en las otras super potencias incluyendo a Rusia, y el miedo de sus oligarquías a la amenaza yanqui y que no supieron enfrentar con coraje la peligrosa política norteamericana.

¿Por qué si era más que evidente que el gobierno fascista de Bush estaba mintiendo no se pudo evitar la agresión y la guerra?

Las razones ya están dichas, la pregunta es otra: ¿por qué es que ahora se “descubre” en los propios Estados Unidos y en Inglaterra que sus presidentes son unos mentirosos?

Evidentemente que la conducta guerrerista del presidente Bush aceleró las contradicciones internas existentes en la sociedad norteamericana, contradicciones de vieja y larga data, quizás la más reciente sea la de la dudosa elección del propio presidente, el fraude implícito en su elección y el papel que en ese hecho jugó la mafia cubano-americana de Miami y la FNCA, y la debilidad del partido demócrata para enfrentar el evidente fraude electoral y quitarle a Gore la presidencia que había ganado por más de cuatrocientosmil votos.

Ese “despertar” demócrata –extremadamente débil previo a la guerra y durante la misma– comienza a adquirir fuerza y no soltando la mentira evidente de Bush, arremete, presiona, arrincona. De hecho la CIA –siempre la CIA conspirando y haciendo daño y maldad al mundo– admitió haber mentido el embuste, forma elegante de tratar de excluir, para salvarlo, al presidente.

Pero, a nuestro juicio, la razón fundamental de que se activen esas contradicciones antagónicas en el seno de las sociedades inglesa y norteamericana, viene del propio Irak, de la guerra de resistencia que las fuerzas populares y revolucionarias iraquíes están presentándole a los invasores anglo-norteamericanos, esa veintena de acciones militares guerrilleras que diariamente se producen en el territorio de Irak y que tiene como primer saldo una cantidad elevada de soldados y oficiales muertos y heridos de las dos naciones invasoras.

Pero el otro elemento, no menos importante que la guerra del pueblo, la guerra de liberación nacional emprendida por todos los sectores, grupos religiosos y políticos contra la invasión y la agresión de la soldadesca anglo sajona, es la absoluta evidencia de que ese pueblo no admite la ingerencia y la ocupación extranjera fuese cual fuere el motivo, la razón o la presunta justificación. Ya Sadam Hussein no está, que era el aparente motivo que justificaba la “acción libertadora” de los yanquis-ingleses.

Han pasado dos meses que, según Bush, terminó la guerra, y aún no se ha constituido un gobierno iraquí de transición, lo que hace más que evidente el carácter colonial de la acción norteamericana. Los iraquíes no admiten ni aceptan la presencia norteamericana en el suelo de su patria. Esa es otra de las grandes mentiras del gobierno fascista de Bush, que sus ejército invasor sería recibido con beneplácito, alegría y hasta flores por los liberados iraquíes del régimen tiránico de Hussein. Los hechos demuestran, desde un principio, que eso no era, ni fue, ni es así, al contrario.

Día a día llegan a Norteamérica y a Londres los ataúdes de los soldados muertos o los heridos, mutilados o enloquecidos en una guerra insensata que no es de esa juventud que está siendo sacrificada por las ambiciones de grupos petroleros y armamentistas que se están repartiendo el mundo. Pero la historia de Vietnam no está muy distante en la con ciencia colectiva del pueblo norteamericano. Más de 50 mil soldados norteamericanos muertos, más de 100 mil mutilados, miles de enfermos de los nervios y traumatizados que han dejado una terrible secuela en los últimos 25 años, en las últimas generaciones, no se puede olvidar tan fácilmente.

El imperio le vendió a la sociedad norteamericana que iban a un paseo militar, que serían recibidos como héroes, igual que ocurrió con la guerra del golfo, absolutamente controlada en sus más mínimos detalles informativos para ocultar las crueles realidades de aquella guerra. Ahora la situación es otra, los gobernantes anglo-norteamericanos no controlan la situación informativa, no pueden controlar, por ejemplo, que una emisora quiaití transmita un mensaje de Sadam Hussein a su pueblo llamándolo a la guerra popular contra los invasores; tampoco pueden evitar que se sepan los atentados y acciones de sabotaje y de guerra den guerrilas que cada vez parece articularse de manera más y mejor organizada.

Esas son las principales causas de que la mentira de Bush y Blair –que de paso este último está cargando con el asesinato del científico David Kelly, que había dicho que Irak no habían armas de destrucción masiva– adquieran relevancia política, todo el mundo las sabía pero el régimen era fuerte y desestimaba sus propias mentiras y no veía peligro en ellas, sobreestimaba sus fuerzas y su poder, ahora está debilitado porque la verdad, al parecer, adquirió toda su fuerza y se está abriendo paso como única forma de detener la demencia de los gobernantes norteamericanos, capaces de cualquier locura, querer invadir a Cuba, provocar a Corea del Norte, lanzar una bomba atómica, incluso. (21-07-03)

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Humberto Gómez García

Director de la revista Caracola. Pertenece al Movimiento de Medios Alternativos y Comunitarios (MoMAC). revistacaracola.com.ve

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