La creación de la Universidad Bolivariana constituye una decisión trascendental. Yo diría que la de mayor relevancia adoptada por el gobierno del Presidente Chávez. Porque tiene que ver con el rescate de la educación superior y universitaria.
Porque determina un curso correcto a fin de dar al proyecto de reconstrucción moral y físico del país los cuadros, el talento y los recursos humanos a la altura de sus exigencias.
Sin embargo, todavía falta mucho por hacer. Será necesario exigir al cuerpo directivo y docente el más elevado nivel de compromiso revolucionario y de capacidad profesional e intelectual. Todo será inútil si la Universidad Bolivariana cae en manos del nefasto espíritu de amiguismo e impunidad, ineficacia y formalismos burocráticos, complacencia y pasividad que, por desgracia, ahoga diversas instancias de la actividad pública.
Más aún, y esto es lo fundamental que quiero expresar, la recuperación de la educación superior y universitaria no puede quedarse en la creación de la Universidad Bolivariana. Se requiere mucho más. La generación de relevo, en su inmensa mayoría, está bajo la influencia de la vieja cultura; en universidades dominadas por la ideología de los viejos partidos. La joven revolución bolivariana ha heredado un recurso humano sin sensibilidad social, impulsado por la codicia y el enriquecimiento personal.
La creación de la Universidad Bolivariana es un hecho histórico. Justifica plenamente el esfuerzo oficial, financiero y de planificación. Honra a sus inspiradores, en primer lugar al Presidente Chávez. Pero, no debe debilitar la tarea de rescatar en escala nacional a la educación superior y universitaria, degradada durante el régimen de los viejos partidos. No hay futuro para la joven revolución bolivariana si ésta no asegura la formación de las generaciones de relevo en los principios de la solidaridad, la corresponsabilidad, la justicia, la democracia participativa y el papel protagónico del pueblo. No hay futuro si quienes deben suceder a los fundadores no están inspirados en un nuevo aliento ideológico que enaltezca al trabajo y se fundamente en los valores patrióticos y populares, en la defensa, la dignidad, soberanía e independencia de nuestra Patria. Ese rol no pueden cumplirlo unas Universidades descompuestas por ideologías y prácticas al servicio de la vieja política.
Salvo contadas y honrosas excepciones, la mayoría de las Universidades se encuentran subordinadas a grupos rectorales que pertenecen al pasado. Han permanecido ajenas a las transformaciones políticas ocurridas a partir de 1998. De sus aulas egresan titulados sin identificación alguna con los valores de la República Bolivariana; profesionales que no saben, ni quieren saber nada de los programas para romper con la exclusión social y pagar la deuda con los pobres; que no comparten el objetivo de establecer una nueva Nación sobre la base de la solidaridad humana, la igualdad social y una democracia con justicia para el pueblo.
Esas viejas Universidades deben cambiar. La autonomía no puede ser un salvoconducto para consagrar un poder contrario a los intereses nacionales y a la Constitución. La autonomía no puede servir para que los recursos del patrimonio nacional sean pervertidos en despilfarro y privilegios. La autonomía no puede ser manipulada para crear una aristocracia que excluye al pueblo y establece líneas hereditarias para ingresar en las Universidades. La creación de la Universidad Bolivariana sólo puede ser interpretada como un paso adelante para transformar toda la educación universitaria y abrirla a los principios de la “participación activa, consciente y solidaria en los procesos de transformación social, consustanciados con los valores de la identidad nacional y con una visión latinoamericana y universal” como proclama la Constitución.
Caracas, 3 de Agosto de 2003.