Seneca y el socialismo

Idiota quien escribe, camaradas, que me imaginé a cuatro trabajadores bien maiceados encaramados encima del edifico de Seneca (empresa de servicio eléctrico en Nueva Esparta, recién nacionalizada) sosteniendo a ocho manos una larguísima y pesadota bandera roja, con el martillo y la hoz en una esquina, y lo del martillo y la hoz no por símbolo pro-soviético ni por nostalgia bolchevique, sino como símbolo que dijera al mundo que esa vaina estaba tomada por los trabajadores.

Idiota yo, camaradas, que hasta me imaginé una asamblea de trabajadores en el sitio donde los antiguos dueños estacionaban sus vehículos último modelo, para discutir si la nueva empresa socialista, obrera y roja-rojita iba a llevar el nombre de Toribio García o Alberto Lovera o Manuel Taborda, viejos camaradas de estos lares que nos legaron su ejemplo de lucha.

Todavía más idiota, al soñar que en esa misma asamblea se pondría en el tapete la discusión en torno a las nuevas tarifas del servicio eléctrico, con propuestas de disminución de las mismas entre un 50 a un 70 por ciento, y me imaginaba a la mayoría de trabajadores concluyendo que “una empresa socialista se debe al pueblo y no al mercado”.

Y hasta llegué a la idiotez de pasarme por la mente, a modo de película, las imágenes de los antiguos propietarios y gerentes y supervisores de alto nivel saliendo despavoridos de las instalaciones de Seneca. Rostros asustados y asentaderas de los pantalones en plena concordancia con ese susto.

Más idiota de lo recomendable, me pasé por la idea de que en esa Asamblea de Trabajadores, de carácter vinculante, y en pleno ejercicio del Poder Popular, sin la presencia de burócratas que pautaran el estilo y contenido del acta a levantarse, se eligieran por mayoría –entre los mismos trabajadores- a los nuevos gerentes de la empresa socialista de servicio eléctrico. Así, al mejor estilo cogestionario, como nos manda la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

Y mi idiotez parece no tener límites, pues llegué a imaginarme a los tipos de Megane (institución de carácter público creada, supuestamente, para controlar y supervisar a la Seneca privada) socialistas ellos, rojos-rojitos ellos, entregando voluntariamente y risueños, henchidos de orgullo bolivariano, edificio, oficinas, mesas, escritorios, papelería y demás utensilios de esa institución a los voceros de las Mesas Técnicas de Energía, a sabiendas de que los órganos del Poder Popular deben asumir la supervisión de la empresa socialista de energía eléctrica.

Y hasta llegué a pensar, idiota yo, que los camaradas trabajadores que tomaran a Seneca iban a reunirse con todos los Consejos Comunales del territorio neoespartano, a fin de llevar la cogestión obrera más allá, a los terrenos de la cogestión comunal, con la presencia de gente de nuestros barrios, de las comunidades, en la conducción de la empresa socialista de servicio eléctrico “Toribio García” o “Alberto Lovera” o “Manuel Taborda”.

Idiota yo, que me imaginé a los trabajadores de la antigua Seneca en “Canal Abierto” hablando de la gestión socialista de una empresa importante.

Más idiota me siento, al enterarme que la nueva directiva de Seneca, esa directiva del socialismo bolivariano y que el pueblo no sabe de dónde demonios salió, todavía no ha sido capaz de resolver el problema de los trabajadores que andan en la calle, tomando los números de los medidores, quienes siguen bajo la vil explotación de una abusadora empresa privada.

Con ese tipo de socialismo ¡qué viva la explotación del hombre por el hombre!

Qué manera de pasarse al proceso por las taparas.



salima36@cantv.net


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Pedro Salima


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