Ciudadano y Camarada

¿Alguien se acuerda de Alejandro Hernández? Estoy seguro que sí. Muchos recordamos al Ciudadano y Camarada Alejandro Hernández. Y, ¿cómo olvidar a un venezolano ejemplar?

Alejandro fue un venezolano ejemplar. Un curarire de esos que crecen silvestres en nuestros campos. Dador de buena madera para el combate y de hermosas flores para el disfrute. Lo conocí, como a la mayoría de mis amigos, en los tortuosos caminos de la lucha política. Siempre aferrado a una consecuencia irreductible, su solidaridad con la Revolución Cubana la llevó al extremo. Una vez lo conseguí por una calle de La Habana, exactamente en la esquina de L y 23 frente al cine Yara. Como de costumbre, iba cargado de cosas en grandes bolsas. Lo vi andando con dificultad. Cojeaba de una pierna. Me acerqué a la acera, detuve el vehículo y me asomé por la ventanilla. “Epa Alejandro”, le llamé la atención. “Pa’ dónde váis, montate, yo te llevo”.

Prácticamente lo obligué a montarse al carro. Se empeñaba en no molestar. “Tranquilo ciudadano, yo voy bien así, además me falta poco”, me decía mientras le quitaba las bolsas de las manos y le abría la puerta. Su destino era La Habana Vieja, por los fondos del hotel Duvil, a unas veinte cuadras habaneras que no son nada chicas. Allí tenía casa y todo lo que necesitaba este hombre andante e incansable de 80 años.

Alejandro Hernández era marino. Marino y comunista. Recorrió el mundo varias veces. Envidiable forma de vivir, tener al mar por universo y al horizonte por destino. Ser dueño de una convicción y vivir para honrarla. De allí su ejemplo.

A mis manos llegaba siempre el Granma y cualquier otro souvenir revolucionario que él pudiera traer. Era el correaje infaltable entre Cuba y nosotros. Con qué juvenil entusiasmo aupó la conformación de delegaciones zulianas al Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, y a muchos otros eventos de solidaridad. Activista meritorio del Instituto Venezolano Cubano de la Amistad, que llevaba acertadamente con el doctor Garabán y el camarada Germán Faría, llegó a ser condecorado por el Estado Cubano por sus aportes como defensor de la Revolución. Recuerdo su humilde rostro emocionado cuando el honorable Germán Sánchez Otero, Embajador de Cuba en nuestro país, le puso el botón en el pecho de su roída guayabera gualda. Fue en Coro. José Luís Romero y yo lo acompañamos.

Con él me tocó vivir la tensa situación por la colocación de explosivos en varios hoteles de La Habana durante el verano de 1997. Fue cuando murió aquel joven italiano producto del terrorismo financiado por el imperio contra el pueblo cubano. Un sábado a las 7 a.m. me esperaba en el hall del hotel para ir a una reunión con periodistas de la Agencia Internacional de Noticias, cuando la seguridad cubana desplegaba un fuerte operativo para desactivar una bomba que había sido colocada en el área del check out. Alejandro lucía tranquilo y severo. Para mí fue un maestro de la reciedumbre revolucionaria.

Una enseñanza que nos legó es el celoso uso del tiempo. Enemigo acérrimo del burocratismo, siempre nos alertó contra la flojera y la corrupción. La parquedad tanto en el gasto como en el habla fue su doctrina de vida personal. La última vez que me llamó buscaba apoyo para ir a Quito al encuentro mundial de solidaridad con Cuba. Buen viaje Camarada. Un honor luchar a su lado.

caciquenigale@yahoo.es



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Ildefonso Finol

Economista. Militante chavista. Poeta. Escritor. Ex constituyente. Cronista de Maracaibo

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