Responso a la cantante Soledad Bravo

Doña Soledad

Nota de Aporrea: La verdá que se perdió esa cosecha con esa señora.
¡Ah mundo!

Justo en el momento cuando los vencidos del continente están empezando a triunfar la cantante española-venezolana Soledad Bravo se lanza con un disco: “Homenaje a Alfredo Zitarrosa”, que desde nuestro punto de vista ofende la memoria del inigualable cantor oriental.

La Bravo es una interprete con grandes atributos, sin temor a equívocos. Negarlo sería temerario. Ella ha sabido sacarle provecho al intelecto de cantautores como Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Chico Buarque, al folklore latinoamericano, a los poetas comprometidos con la República española, y ahora, a El Flaco de cabello engominado al mejor estilo de Carlos Gardel.

A propósito de su último trabajo discográfico, Soledad Bravo, le concedió una entrevista a la periodista Lucía Macsi de la revista uruguaya “Caras y Caretas” y reprodujo en Venezuela el amarillista periódico valenciano NOTITARDE (sábado, 16 de agosto de 2003, P-7, y en la www.notitarde.com). Allí expresa, entre otras cosas, su gran admiración y “el abundante respeto” que siente por Zitarrrosa; recuerda, asimismo, la amistad que mantuvo con el charrúa cantor de milongas. Argumenta, al mismo tiempo, la cantante, los motivos que la llevaron a honrar con un CD, a uno de los más importantes cantautores del continente de la esperanza.

De las grabaciones aún no puedo opinar, ya que no he tenido la dicha de oírlas, sin embargo, presumo que deben ser de excelente factura. Pero, sobre lo que sí quiero hacer algunas consideraciones es acerca de las afirmaciones de carácter político que emitió, la mejor interprete, quizás, de la canción “Hasta Siempre”:

Aprendimos a quererte
desde la histórica altura,
donde el sol de tu bravura
le puso cerco a la muerte.

Aquí se queda la clara,
la entrañable transparencia
de tu querida presencia
Comandante Che Guevara...

En la conversación con Macsi, asevera no estar de acuerdo con “un régimen (refiriéndose al de Hugo Chávez) que pretende cercenar la tolerancia, la justicia y la libertad”... “e imponer un sistema autocrático, un sistema de raigambre militarista y caudillesco, golpista y antidemocrático”. Soledad, a lo mejor no sabe que Alfredo Zitarrosa, escribió como periodista que fue, en contra de los mentirosos y de los falsarios; contra el cobarde nazi fascista; contra el ideólogo “del no te metas”. Pues, la Doña cantante falsifica en la nota periodística que le hacen, la situación política-social venezolana. Ella sabe muy bien que en su país no hay ningún diario cerrado, algún periodista detenido, ni siquiera uno de los generales golpistas del 11 de abril, se encuentra tras las rejas. Si algo caracteriza a la revolución pacífica de Chávez es la tolerancia: aquí en Venezuela se escribe y se dice de todo contra el Presidente de la República y no le pasa absolutamente nada a aquél que despotrique de él; existe, por el contrario, exceso de tolerancia y de libertad.

Que Soledad Bravo vaya a hablarle a los uruguayos de dictaduras, de militarismo, de golpismo, tomando como ejemplo lo que sucede ahora en Venezuela, es un acto de verdadero cinismo caradurezco. El pueblo de Artigas sí distingue muy bien a un Jorge Pacheco Areco, a un Jorge Videla, a un Alfredo Strossner, a un Augusto Pinochet de Hugo Chávez Frías. Los Tupamaros de Raúl Sendic, esos sí son testigos vivos, presentes de la maldad de los milicos del sur. Que ella responda: Cuál canción ha sido suspendida de las audiciones radiofónicas; ninguna, ¡y mira que se han escrito muchas! Cuál actor cómico ha sido detenido durante este gobierno, a pesar de las burlas y las parodias hechas a la magistratura presidencial, ninguno; sencillamente, ella falsea la realidad, porque ella tomó partido hace muchísimo rato del lado de la derecha fascista que en Venezuela ha asesinado, hasta ahora, a 120 campesinos, entre líderes y dirigentes rurales.

Considero que este disco de Soledad Bravo, lejos de ser un homenaje a un cantor popular, como Alfredo Zitarrosa, es una excusa mercantil para hacerse de unos cuantos dólares como a ella le gusta; no es más que el oportunismo ramplón de quien quiere congraciarse con un pueblo que poco a poco ha ido aumentando sus niveles de conciencia política y hacerse de Zitarrosa, piensa ella, le garantiza “un mercado seguro”.

Alfredo Zitarrosa vivió lejos de su paisito sacado por el gobierno de los milicos uruguayos, fue el último delos cantores en exiliarse de su país en aquella época; precisamente, él que tanto amaba la libertad, porque también, eso es como ha dicho Benedetti: “El exilio tiene barrotes”. Quien regresó a su país en 1984, después de hallarse ocho largos años lejos de su tierra y soportó la sanción más terrible que pueda aplicársele a cualquier ser humano, según Michel Focault, el desarraigo de la patria. Estoy seguro que de vivir Soledad Bravo en cualquiera de las dictaduras que tuvo el cono sur, estaría o en una cárcel o fuera de su terruño, por lo dicho a la prensa uruguaya. De cuál libertad suprimida en Venezuela habla, en tal caso.

La ¡Doña Soledad!... es bueno que se sepa, jamás ha ofrecido un concierto, un recital, una actuación en beneficio de una obra social, sin cobrar honorarios profesionales a cambio; cosa que sí hacía “El Flaco” a cada rato; por ejemplo, aquí en Venezuela, concretamente, en Valencia, en el Liceo Pedro Gual, cantó en un acto convocado por los exiliados uruguayos y que fue organizado, entre otros, por Rodolfo Diverio, sin solicitar cambalache alguno, amén de una botella de ron “caballito frenao”. Zitarrosa, ¡Doña Soledad! no soportaba al fariseo, era seguidor de César Vallejo: “Milonga pájaro soy, canto negro y volador”.

Acusa a la izquierda latinoamericana de estar ciega con el caso Venezuela: —“Que siga comulgando con ruedas de carreta”— dice. Menos mal que en buen momento, los sectores progresistas del continente entran y salen de este país a cada instante, y ya tienen formado su propio juicio de valor con respecto a lo que aquí sucede. Y comete la desfachatez, esta Doña, de decir que los más grandes líderes de nuestra izquierda, los comandantes guerrilleros de los sesenta, Teodoro Petkoff y Pompeyo Márquez (ambos conversos marxistas, fueron ministros del gobierno socialcristiano de Rafael Caldera); Américo Martín ( traidor del MIR y responsable de la muerte del Chema Saer, fue a la montaña y hubo que bajarlo enseguida por cobarde); Douglas Bravo (tiene una posición crítica con el proceso liderado por Chávez y al menos no se ha ido a comer los caviares y los vinos de la burguesía como sí lo hacen los antes mencionados “comandantes”, pero siempre queriendo ser el primer líder siempre); Gabriel Puerta Aponte (dirigente ex-marxista del Partido Bandera Roja, el pueblo lo llama Bandera Rosa, estuvo y está montado en dar un golpe de Estado con el fascismo criollo); Héctor Pérez Marcano ( venido a menos, al igual que Martín militó en el MIR sin pena ni gloria, le tuvo miedo al cerro de El Bachiller); ésos son los que Soledad Bravo llama “Comandantes Guerrilleros”. Uno siente pena ajena, por lo que relata la cantante a la publicación montevideana.

La “Doña Soledad”, pretende contarle una de vaqueros a los uruguayos acerca del militarismo imperante en Venezuela. Precisamente, a quienes conocieron las cárceles militarizadas más atroces que hasta ahora haya tenido noticias la humanidad: “Punta Carretas” y una con el eufemístico nombre de “Libertad”. Aquí en Venezuela se selló la unidad del pueblo con la Fuerza Armada, la unidad cívico-militar, esa es una verdad histórica incontestable. Olvida, el rescate que realizaron el pueblo y los militares patriotas de su presidente, de la constitución y de las nuevas instituciones democráticas, lo que constituye un hecho insólito para los habitantes del planeta tierra. Lo que aquí sucedió le costará a la cantante entenderlo, su intelectualidad superior no se lo va a permitir. Sobre todo andando con Pompeyo Márquez, quien a decir de Gustavo Machado era brutísimo, nunca pudo comprender el Manifiesto Comunista, a pesar de darse golpes con el pequeño libro de la Editorial Progreso de Moscú o de las Ediciones en Lenguas Extranjeras de Pekín, que eran las ediciones que circulaban en Venezuela por aquellos años. Haga lo que quiera con su vida, véndasele al mejor postor, pero por favor, no se siga llamando una mujer de izquierda, nunca lo fue. Su padre republicano se debe estar retorciendo de impotencia que su hija la ¡Doña Soledad! hoy anda de la mano de los fascistas de José María Aznar.

En Uruguay, ¡Doña Soledad!, hay una izquierda respetable por el resto del mundo. Allí existió la guerrilla urbana más prestigiosa del mundo, insuperada aún; y cuyos líderes todavía viven y siguen luchando desde el MPP y el Frente Amplio, y por su puesto, desde el MLN-Tupamaros, que por cierto, frecuentan la patria del Mariscal Sucre para observar de cerca la revolución inédita que construimos los hijos de Simón Bolívar. Ese cuento no se lo va a creer el otro flaco grande, Daniel Viglietti (estuvo en San Antonio de los altos hace poco), o Eduardo Galeano, quien pronto estará con nosotros) o Mario Benedetti, Numa Moraes, el Ñato Fernández Huidobro, Julio Marenales, Tavaré Vásquez, el Pepe Guerra, José Mujica, Mauricio Rosencoff, Marina Arismendi, Elio Sartú, Lucía Topolansky, en fin, la izquierda uruguaya toda.

Es cierto lo que ella dice, es verdad que en Venezuela tenemos elevados niveles de criminalidad (originada por el modelo neoliberal egoísta e individualista que aún impera); de pobreza y de desempleo preocupantes; por lo demás, heredados de los cuarenta años de latrocinio adeco-copeyano, y agravados en este período por el golpe de estado de abril y por el paro criminal de diciembre y enero pasados.

Más de 11 mil millones de dólares perdió el país por la acción de los nuevos camaradas de Soledad Bravo; por la conducta de la oligarquía caraqueña, que temerosos de los avances de la revolución bolivariana, conspiraron desde el mismo día que Hugo Chávez se negó a cumplir con sus directrices. Atentaron contra la economía que ya venía dando signos de crecimiento en el año 2000, se asustaron con la aplicación de un modelo alternativo al neoliberalismo que llegó a superar los cuatro puntos de crecimiento positivo, esa es la pura verdad ¡Doña Soledad!

Lamentó, también, en la entrevista lo abandonada y desasistida en que se encuentra la cultura bajo el gobierno bolivariano. Destacando con énfasis que “esta es la revolución más extraña del mundo: no tiene artistas, no tiene intelectuales, no tiene trovadores”. Y allí, sí que se montó la gata en el tejado, porque asegura, sin miramiento alguno, que la Revolución Bolivariana no ha sido capaz de engendrar una sola canción. La primera pregunta que hay que hacerle a la “Doña Soledad”, es ¿cuántas canciones ha escrito y grabado ella de su propia cosecha? Creo que ninguna. Si lo ha hecho desmiéntalo. Lo vuelvo a repetir, Soledad Bravo es una interprete que vive de lo que componen otros, es decir, una pequeña burguesa “intelectual” que explota el talento de los demás. Ella no es consecuente con el pensamiento de Alfredo Zitarrosa que creía firmemente en lo que sigue: “Un cantor popular ha de ser necesario para su pueblo. Esto no quiere decir que no pueda coexistir con múltiples artistas del pueblo, pero representa una variedad natural de la vida sentimental del pueblo, un aspecto único y diverso de esa inmensa vida múltiple; es un producto cultural de la vida del pueblo, que representa más o menos cabalmente a los suyos según sea más o menos artista en el recto sentido de la palabra”.

Ella supone que los grandes escultores, pintores, novelistas y cineastas son únicamente los que la burguesía reconoce; los intelectuales tradicionales que tienen espacios en la gran prensa, en los diarios de amplio tiraje, en los canales de televisión y en las cadenas de radiodifusión, todos en manos de los neoliberales. Desconoce, con claridad meridiana, que centenas de creadores populares se han incorporado al proceso de cambios, no como artistas alienados, sino como intelectuales orgánicos. Muchos de ellos organizados en Círculos Bolivarianos salieron a las calles venezolanas dispuestos a dar todo por salvar la revolución que sienten que les pertenece y al líder de ésta. Cosa que ninguno de los miembros de “las élites”, “los independientes”, “ los autónomos”, y de “los revestidos de caracteres propios” hizo en defensa del nuevo régimen, que se instauró con sus anuencias, aquel oscuro día de abril; no porque no lo apoyaran, sino por mera cobardía.

Esta revolución no ha producido canciones ¡Doña Soledad!, dice Usted. Las canciones están contribuyendo a consolidar la Revolución Bolivariana, la revolución bonita de la que Usted reniega. Un verdadero cantor popular, Alí Primera, se encargó de sembrarle ideas de rebeldía a las mujeres y a los hombres de esta tierra; con las letras de la Canción mansa para un pueblo bravo, con las de las Casas de cartón, con Tin marín, con Abrebrecha, con Mama pancha, y tantas otras, le abrió la conciencia al pueblo, y hoy, ese mismo pueblo las canta como suyas.

Alí Primera, Usted sabe, nunca fue aceptado por los monopolios de las disqueras, por los oligarcas de los medios de comunicación; y no por eso, dejó de ser un gran artista, es más, se ganó el reconocimiento de la gente humilde de su pueblo, la que por primera vez siente que conquista el futuro, esa misma gente que lo llamó y lo sigue llamando Alí Primera, “El cantor del pueblo de Venezuela”.

¡Doña Soledad! Usted no ha tomado, y parece no tomará nunca, conciencia de que es una ciudadana explotada por una sociedad explotadora, por una burguesía depredadora. Tal vez aspire Usted a los honores de Celia Cruz cuando muera, pero los venezolanos no somos la gusanera de Miami. Tal vez Gustavo Cisneros le rinda un homenaje por VENEVISIÓN; Orlando Urdaneta le haga un programa post-mortem por GLOBOVISIÓN; Marcel Granier, la entreviste imaginariamente por RADIO CARACAS TELEVISIÓN; Roberto Giusti, escriba un largo reportaje de su vida en El Universal Ibeyise Pacheco y Patricia Poleo, hablen bien de Usted en sus pasquines; doña Marta Colomina la recuerde con inconmensurable afecto, y los periodistas de farándula escriban lindos epitafios ¡Doña Soledad! Yo por mi parte le escribo la letra de una de las canciones más populares de Alfredo Zitarrosa escrita en 1972, Doña Soledad:

Mire doña Soledad
póngase a usted a pensar,
doña soledad,
qué es lo que quieren decir
con eso de la libertad.

Usted se puede morir
—eso es cuestión de salud—
pero no quiera saber
lo que cuesta un ataúd.

Doña Soledad,
hay que trabajar...
pero hay que pensar...
no se vaya a morir.

La van a enterrar...
Doña Soledad...
Doña Soledad...

POS-SCRIPTUM: Para el momento de redactar esta nota periodística leo en el periódico (no afecto al gobierno, por su puesto) que Venezuela conquistó sesenta y cuatro medallas, de las cuales dieciséis son de oro, y con ello el sexto lugar en el marco de los Juegos Panamericanos de Santo Domingo; superando así, con creces, cualquier otra participación en eventos anteriores. También leo que El Plan Robinson, que es un homenaje al autor de las Sociedades Americanas, el maestro Simón Rodríguez, ya rebasa las 300 mil personas alfabetizadas en tan sólo cuarenta y cinco días de puesto en marcha, la meta es alfabetizar a un millón de venezolanos antes del mes de diciembre de 2003. Que así sea.



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Isrrael Sotillo. Especial para Rebelion.org


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