Desestabilizar pareciera la acción más pertinente, como quien apunta al talón de Aquiles. Quitarle estabilidad a la realización o puesta en marcha de la República Bolivariana de Venezuela, pareciera la meta de la oposición. Una meta que se traza más para destruir y debilitar al enemigo, que para construir, en torno a ella, a esa meta o a ese objetivo, la realización de algún ideal.
Los argumentos, sin embargo, en la sociedad humana son inevitables. Pero ellos no provienen, en nuestros tiempos, ni de los mitos ni de la leyenda, tampoco de la religión. Ellos, como por ejemplo el documento de la Conferencia Episcopal, provienen del prejuicio y alimentan el miedo al cambio, al fantasmón del comunismo, etc... donde lo que menos se somete a consideración es lo real.
La realidad es sustituida por lo temido, por lo que vendrá. Cualquier absurdo resulta verosímil en esa retórica de la mentira que ejerce la acción mediática global. La estereotipización y banalización sostienen su enorme y casi unánime inconsistencia. Se cree en lo absurdo, desde el prejuicio, desde el asecho de los fantasmas, se cree que el poder popular no existe, no hay consejos comunales ni comités de tierra; se cree que está en entredicho mi propiedad o propiedades, que más nunca habrá dólares, que ingenieros, médicos o arquitectos se graduarán en tres años y todas las carreras se reducirían a ocho semestres y todas la materias a una sola, dedicada al análisis e investigación de los interminables "Aló presidente" de nuestro comandante en jefe... y otras bizarrías que no sólo no tienen asidero real, sino que evidencian un temor casi tribal, al cambio, al progreso y, lo que es peor, a la inclusión, a la aceptación del otro, al enriquecimiento de la diversidad y la complejidad, dos características ineludibles del pensamiento contemporáneo.
Vivimos en la realidad fraguada, segundo a segundo, por los medios. No es la primera vez que la Red Stay Behind actúa, por ejemplo.
Hay secuestros y sicariatos asociados, inevitablemente, con el paramilitarismo made in Colombia, al cual parece ser muy afecto el gobernador del Zulia. Desde los acaparadores hasta el mimetismo de periodistas que reproducen la línea banal y cruel que le imponen los dueños de los medios donde trabajan; ciudadanos o vasallos ¿cómo saberlo? Y por donde quiera, llegamos al llegadero: el ineficiente y corrupto sistema de justicia, que en Venezuela tiene una rémora enorme, no sólo con la población penitenciaria, sino con las penalizaciones que merecen personeros del presente, capos, delincuentes, golpistas..., que siguen impunes.
Mientras vamos de desinformación en desinformación, sacamos la conclusión de que Chávez tiene más poder que nunca, que los estudiantes patas blancas están muy relacionados con los zancudos patas blancas y los taxis también patas blancas y quisieron montar una fiesta, pero no hubo ni caña ni hielo y se aguó el asunto.
Espero que sigamos así: candelita que se prende candelita que se apaga.
Pretenden hacernos sentir que hay escasez porque seguimos el modelo cubano, que en Cuba, no sólo no hay comida, no hay médicos ni gente. Todos están en una balsa o en un sótano construyendo su balsa.
En Cuba, hasta el Internet está bloqueado y ellos siguen dejando su estela de amor para la humanidad: Frank Fernández, Carpentier, Lezama Lima...
Seguimos viendo la sangre correr de la miniserie a la película, de la película a la Franja de Gaza y en Colombia, la amenaza verdadera: el plan Colombia, el plan de todos los planes, cuya finalidad es corroer las corrientes emancipadoras e integracionistas que atraviesan Latinoamérica. Desestabilizadores del mundo uníos y sed implacables.