E l problema de la traición es que nadie, al cometer traición o alta traición, reconoce o se reconoce traidor.
El otro problema de la traición es que pareciera ser una pulsión directa del ego. Es decir, no es la sombra quien traiciona, es el que codicia, el afuera, la aparición, el puesto o el lugar en el centro del escenario. Pero en ¿qué se ha transformado el escenario en el mundo global? ¿Tiene continuidad? ¿lo reconocemos, es decir, podemos afirmar este es el escenario, o son eventos los que constituyen, más bien, una suerte de arena con guiones circunscritos, no a la reflexión sino al efecto, al instante, como si fueran pequeños teatritos portátiles? A lo sumo, son ejes argumentativos que cuando quiebran la línea global de la dictadura mediática, se omiten, se disminuyen, y la mayoría de las veces se tergiversan. Verbo y gracia, el voto de 184 naciones condenando el bloqueo a Cuba es reducido a la nimiedad. ¿De qué vale, entonces, mantener la burocracia de la ONU, por no hablar del parapeto más que inofensivo, inoperante de la OEA?
II
Pero volvamos a la traición, que es el tema grave del escenario referendario que se ha abierto en Venezuela. El traidor miente, socava, se voltea.
El traidor ejerce su condición en oposición a la lealtad, a la amistad. Todos cambiamos, todos entramos en diferentes etapas de la vida deslizándonos en el río del tiempo que, como sabía Borges, es un fuego que nos devora.
Si Shakespeare, como demostró Harold Bloom, inventa el sentido de lo humano, habría que reconocer que no sólo los celos, la venganza o el amor, sino la relación en torno al poder, están teñidas por la traición como parte constitutiva de la comedia humana. Los traidores shakespeareanos tienen grandeza dramática, los contemporáneos son apenas factores del sistema de dominación mediática. Pero no dejamos de consternarnos. Vimos lágrimas en los ojos, unos bellos ojos del general, apreciamos su heroicidad, su coraje cuando nos libró del funesto Carmona Estanga. Pero, como suele suceder, cada historia lleva en sí la otra historia oculta, el protagonista omitido. Y lo que la ruleta de la fortuna escoge, entre todos los que vivimos esos días de miedo, de necesidad, esos días del 2002 en los que estábamos cercados por un solo mensaje que promovía, sin otro objetivo, la disolución de la V República. Vivimos tiempos difíciles y violentos.
Eso fue el pasado y en ese pasado quedó una herida colectiva, una locura que nos encerró en nuestras casas y nos redujo al miedo y al odio.
III
Enrarecer el ambiente nuevamente es la intención de los privilegiados desplazados por el poder popular. Como siempre, no sabemos quién ni de dónde vienen los responsables de la muerte. La Plaza Altamira, el puente Llaguno. A pesar de la mentira fraguada, los mismos comunicadores interpretan la realidad y pretenden hacernos sucumbir en la desdicha y el caos.
Ahora, en este libreto escrito por un idiota, quieren nuevamente echarnos al foso de la incertidumbre, ahora cuando la palabra esperanza tiene algún sentido, ahora que somos libres, que tenemos la oportunidad de ser nosotros mismos, vuelven a acometer desde la mentira mediática, desde el acoso, desde el despertar de los prejuicios, quieren nuevamente llevarnos al caos. ¿Cómo resistirnos a esta nefasta influencia que pone en la realidad la confusión, el pesimismo y la violencia? No merecemos la suerte de Pakistán ni de Irak, no merecemos el azote del poder mediático que reduce los pueblos a una fórmula de desintegración que justifica la intervención de los civilizados.
Mi querido pueblo de Venezuela, defendamos nuestra condición bárbara, no nos dejemos engatusar, miremos el mapa del mundo, la cantidad de desolación que lo habita y sabremos que los poderosos, los civilizados, nunca nos darán felicidad.
Escritora