En toda nuestra historia republicana no hubo jamás un escenario tan prometedor como el de la reciente propuesta de reforma constitucional, que nos planteó a los venezolanos la posibilidad de una ruptura, “por ahora” jurídica contra la Dictadura del Capitalismo y el avance hacia una nueva realidad objetiva basada en normas constitucionales de profundo contenido popular. Hasta cierto punto los bolivarianos nos permitimos confiar que la abstención y la opción del “NO” serían derrotadas porque la mayoría del pueblo estaba “naturalmente” identificado con el liderazgo de Chávez y muy especialmente con los artículos de reivindicación política, social y económica del pueblo.
Anhelábamos una jornada de gran participación, en la que los trabajadores saldríamos masivamente a sufragar por la reducción de nuestra jornada laboral y el fondo de pensiones para los trabajadores no dependientes. Que participarían miles de campesinos apoyando la eliminación del latifundio, más una multitudinaria juventud abogando por la igualdad de su voto estudiantil universitario y el derecho político a sufragar desde los 16 años. En cierta medida y después de 11 triunfos electorales consecutivos, contábamos con que el pueblo movilizado en avalancha le otorgaría rango constitucional a su poder popular y a sus misiones. Lamentablemente no ocurrió así. Y hoy nos debatimos entre reflexiones, lamentos y acusaciones diversas.
Retumban desde nuestras propias filas, después de este descalabro, innumerables juicios en cuanto a que la propuesta fue rechazada principalmente porque su diseño fue apresurado, insuficientemente divulgado o permitió el envenenamiento de temas como la propiedad privada, los estados de excepción, la reelección indefinida, la nueva fuerza armada o el Socialismo, entre otros. Quizás obviando examinar el fondo ideológico de esta derrota que nos propinó el Imperialismo Yanqui y la Burguesía venezolana testaferra, más allá de lo meramente jurídico, propagandístico o electoral.
Al visualizar que de los 16 millones de venezolanos que podemos votar, casi la mitad se abstuvo y la otra mitad votante se dividió entre dos polos casi idénticos; lo sensato es reconocer que la respuesta del pueblo humilde no fue contundente ante el histórico compromiso de asegurar el triunfo de sus propios intereses y que el significado histórico de esta coyuntura no fue comprendido. Ya no superaremos este barranco ideológico si no se clarifica y acentúa en debate con las masas la identidad de clase social de este Socialismo del Siglo XXI; de una vez por todas y sin conciliaciones con los agentes de la burguesía infiltrada.
Recordemos que desde 1998 hasta nuestros días, el pueblo en elecciones había respondido favorablemente a la orientación ideológica que nuestro Presidente Hugo Chávez ha venido ejerciendo, mediante la acertada incorporación de elementos ideológicos profundamente revolucionarios para que el pueblo los tome y los discuta desde las bases. Primero fijando el carácter bolivariano de la revolución y criticando duramente el "neoliberalismo salvaje". Más tarde planteando "que no podíamos vivir dentro del Capitalismo", después el "Desarrollo Endógeno", luego proclamando "el Antiimperialismo", hasta hoy cuando hemos avanzado a la idea del "Socialismo del Siglo XXI".
De allí que hoy más que nunca, el avance ideológico nos exige declarar el carácter clasista proletario del proceso revolucionario venezolano en el marco de una intensa la lucha de clases, para expulsar de nuestro seno a quienes por sus acciones revelan su condición de “falsos chavistas”, pequeño burgueses y enemigos del socialismo; pues son precisamente ellos quienes se están sirviendo de la bandera socialista para atornillarse en la sociedad como nueva elite privilegiada. Difundamos que el conflicto actual no se trata de una lucha entre individuos buenos contra otros malos, sin plantear el problema de la identidad de clase y el antagonismo irreconciliable entre el capital y el trabajo. Es tiempo de consolidar en teoría y praxis un Socialismo venezolano claro, entendible y realizable -es decir, un Socialismo Científico- que aglutine masivamente a la clase popular y se deslinde de la clase explotadora; fundamentado en un programa ideológico que, sin complejos ni timidez ninguna, refleje en el rostro del pueblo y su vocación de Poder.
Ha llegado la hora de que todos entendamos que no se le puede reclamar al pueblo obrero que se identifique con una propuesta de cambio, si al mismo tiempo éste pueblo se encuentra acechado diariamente por colmillos de sus feroces agresores. Es decir, esos bien pagados mercenarios de la burguesía, hoy disfrazados de socialistas, que desde empresas estatales, ministerios, gobernaciones, alcaldías y partidos burocratistas, ejercen administraciones corruptas y antipopulares. Que este rechazo a la reforma nos sirva para perder la inocencia política y nos permita reencontrarnos con la profunda identidad clasista del Socialismo Revolucionario.
(*)Abg.
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