Después de la derrota del R2-D, los bolivarianos entramos en un tiempo de profunda reflexión revolucionaria. En consecuencia, sometidos por el rigor de la dialéctica de lo concreto y empeñados en explicar las razones del fracaso, hemos abordado la crítica y sobretodo la auto critica como camino, identificando con sinceridad los signos imperiales que se expresan en nuestra conducta social política y los símbolos de la opulencia y el derroche que defienden y asumen algunos compatriotas con su conducta pequeña burguesa vulnerable ante el terror anti comunista y contra socialista del imperio.
En ese sentido, coincido con que el análisis debe partir del convencimiento `profundo que estamos en un momento de infinita posibilidades en la construcción real de nuestra conciencia socialista, el cual nos obliga a descarnar el discurso y separarlo de las consabidas lisonjas de los interesados en los favores del Estado, para entrar en un clima auto crítico con el cual evaluar con objetividad, por un lado la función pública en todos los niveles del aparato estatal, y por el otro, el trabajo militante dentro de las filas de la revolución y por la construcción del socialismo.
Sobre lo primero, hay que señalar que nuestra novel “V República” aun no ha podido deslastrarse de los vicios y corruptelas de la democracia representativa, es mas, tenemos 9 años batallando con la legalidad burguesa en contra y peor aun, dentro de una pretendida institucionalidad que aunque esta mas que podrida en su esencia, sirve como atalaya seudo legal para perseguir y entorpecer cualquier intento de cambio sustantivo y profundo dentro de la estructura del estado. Pudiera enumerar una larga cadena de ministerios, dependencias, institutos, embajadas, consulados, en fin, todo cuanto obedezca al estado liberal de la democracia representativa, donde los revolucionarios de convicción y acción son encarnecidos por los sempiternos enajenados de conciencia comprometidos con el pasado y sus secuaces adecos y copeyanos, pero ese no es el objetivo, pues de nada sirve particularizar los males, pues gran parte del problema antes descrito, esta impreso en la esencia misma de la cultura del poder para someter, representar e imponer, la cual es ajena al pensamiento liberador del socialismo del siglo XXI y por tanto obliga a los revolucionarios a seguir profundizando la lucha.
En ese sentido los mas conspicuos representantes de la eficiencia burguesa que dirigen algunas dependencias del estado nacional, regional y local, con sus símbolos de grosera opulencia, no cesaran en su empeño por evitar la transición al socialismo y contrariamente imponer la hegemonía del mas apto sobre la mayorías pobres y desinformadas. Estos personajes, que en muchos caso pasan desapercibidos, disfrazados de rojo, coreando consignas revolucionarias y de apariencia defendiendo al pueblo, con el viejo altruismo hipócrita que práctica la burguesía cuando regala bolsas de comida, hace un bingo bailable o se reúnen a beber y comer para recoger algunas migajas para esa gente que se llama pobres; son los mismo que han frenado los cambios propuesto, anteponiendo la conveniencia, el negociado y el contubernio por encima de la lealtad, el compromiso y el logro de los objetivos sociales.
Por otra parte, al revisar el trabajo militante de los pretendidos dirigentes de la revolución, resalta un especial interés en la posibilidad de una nominación a cargo de elección popular por encima de la construcción del socialismo, para algunos, fue mas importante proyectar sus aspiraciones candidaturales en las elecciones regionales y locales que se avecinan, que el triunfo en el referéndum. Recordemos, que en la construcción del PSUV, por ejemplo, se noto el ausentismo en la convocatoria a participar en los batallones, lo que sirvió para que una minoría se impusiera como vocero o vocera, es mas, se impuso la lógica de las tendencias dentro del naciente partido y como si fuera poco, se creo un tribunal disciplinario antes que un partido. En consecuencia, se impuso la cultura del oportunismo y se cayó en la tentación de trepar más que luchar.
Se que las fallas no las vamos a corregir por cambiar a un hombres individualmente hablando, pues el problema es cultural y por ende colectivo, pero hay que destacar, que mover todo y no cambia nada, es peor que intentar equivocarnos haciendo en pro de los objetivos revolución. Ahora bien, equivocarnos haciendo, corregir y seguir andando, es la acción dialéctica por excelencia con la que alimentamos al proceso revolucionario.
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