Hoy está feliz. Es día de los inocentes y ella sabe que de eso no tiene nada. Es bella de nacimiento. Sin cirugías. Y su cuerpo parece esculpido por Miguel Ángel un día que Dios estaba descuidado.
Cynthia quiere contar. El mesonero se acerca y le dice que en su barrio no le creen que él atiende a la mujer más bella del mundo. Y que por favor tómese una foto conmigo para que me vean a su lado. Ella dice que sí, con picardía, y el mesonero me da la cámara y yo enfoco y tomo la foto. Ambos miran la foto y están felices porque a pesar del fotógrafo, la foto quedó muy bien.
Cynthia Machado Zuloaga quiere contar. Y arranca. “En mi casa, entre todos, hicimos una recolecta y reunimos más de cien millones de bolívares, entonces decidimos enviárselos a los niños pobres de Venezuela, pero como son tantos, tuvimos que preguntarle a Melquíades y a Carmela, el servicio de adentro en mi casa, dónde estaban los pobres de mi país, y ellos nos dijeron que en todas partes. Yo les pedí que nos nombraran unos barrios y entonces nos hablaron de dos, y yo decidí ir con ellos. Aquello fue hermoso. Llegamos a una escuelita miserable, parecía echa por chavistas, y allí estaban todos esos pobrecitos esperándonos. Entornes les dimos dinero efectivo, porque eso es democracia, así ellos deciden qué cosas comprar, no les llevamos juguetes porque eso es imponerle un cosa, es una dictadura. Había unos niños de 12 años que se querían propasar conmigo, se acercaban y me besaban y querían meter mano, decían que no querían dinero que querían otra cosa. En fin, mi navidad fue muy hermosa porque compartí, por primera vez, con los pobres de este país. Y todos me dieron papelitos para que el año que viene les lleve más cosas.
El mesonero se acerca con la botellita de agua Evian y el café negro. Los coloca sobre la mesa y Cynthia se lleva la botella a la boca y se toma un sorbo y sigue diciendo: “Mi papi, papito, papitote, no quería que yo fuera a los barrios, porque con ese cuerpo no te van a dejar viva, llévate mis cuatro guardaespaldas para que te defiendan de esas hordas, y así fue. Los que cuidan al viejo se fueron conmigo a ver esos barrios y ese montón de pobres chavistas. Y así me gusta la navidad, que uno le lleve algo a los pobres para que ellos estén felices, Roberto,
Y al final me dice. “Ojala que siempre haya pobres para que uno sea feliz llevándole su juguetito y su poquito de dinero”.
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