Contraste

Probablemente la más importante reunión de jefes de Estado que se ha celebrado en América Latina fue la realizada recientemente en Buenos Aires con motivo de la firma del Acta Constitutiva del Banco del Sur en el marco del Mercosur. Siete presidentes de seis países latinoamericanos, con rostros frescos, honorables, en un lenguaje soberano, liberalizador, progresista y antiimperialista, expresaron al mundo sus pensamientos integracionistas sobre la futura grandeza de América Latina al cohesionar sus valores, sus riquezas, los principios que enaltecen a un país libre e independiente.

Una vibrante emoción ha debido correr por el cuerpo del amante de los pueblos latinoamericanos que presenció el espectáculo. Con sólo compararlos con los jefes de Estado del pasado, súbditos del imperio, en la larga y triste noche neoliberal –como lo expresó el presidente de Ecuador– que no sólo produjo dependencia económica sino la sumisión de las élites a entidades apátridas como el Fondo Monetario y el Banco Mundial, que manejaron rutinariamente las llamadas políticas de estabilización y que no tenían otro fin que expoliar a los pueblos y subyugar a los gobiernos con la finalidad de garantizar el pago de la deuda externa.

El Banco del Sur será un ente liberalizador para la región latinoamericana, adonde irán a parar, para el desarrollo propio, sus 250 mil millones de dólares depositados en los bancos centrales del primer mundo para financiar a los países más ricos del planeta, como Estados Unidos.

Como contraste, el futuro de Venezuela, dentro de la perspectiva de gobierno de la actual oposición se nos muestra –si analizamos su vacío ideológico, sus conceptos superados y, sobre todo, su alarmante mediocridad como al hombre primitivo se presentaban los confines de la Tierra: un inmenso precipicio oscuro, sin atisbo de luz. Basta analizar los conocimientos culturales de su máximo líder electoral quien, cuando habla, ilumina la ignorancia como un cocuyo alumbra con su luz azulada un pantano.

Ha dicho, una y otra vez, acuchillando la historia, en un alarde de lección sobre la democracia, que ésta es obra del Barón de Montesquieu, "quien vivió en el siglo V antes de Cristo", es decir, antes o contemporáneo con Pericles.

Abogado


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Manuel Quijada


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