Faltan apenas 10 meses para las elecciones del 2004. No se trata de un evento cualquiera sino de una prueba de fuego. Las elecciones de gobernadores, alcaldes, concejales y juntas parroquiales medirán exactamente el nivel de la confrontación.
Es cierto que la contrarrevolución prefiere el atajo del golpe de Estado y del terrorismo, pero no renunciará a utilizar cualquier otro recurso. Su estrategia es intensificar la presión política y económica por todos los medios. Su objetivo es intentar doblegar nuestra voluntad de lucha. Las elecciones del 2004 podrían convertirse en un escenario para dividir, socavar y
Provocar desgarramientos.
En el 2000 las fuerzas bolivarianas se agruparon en el Polo Patriótico y obtuvieron una contundente victoria. La unidad demostró ser un arma invencible. ¿Volveremos a usarla para enfrentar el reto del 2004 o, por el contrario, se impondrá el fraccionamiento y la dispersión?
El pueblo bolivariano, la base social popular de la revolución, se ha mantenido unida. Sin embargo, no ocurre igual a las alturas de las direcciones. La creación del Comando Político de la Revolución fue una buena idea, pero bien pronto los partidos dejaron de prestarle apoyo y se desvaneció. El Frente Nacional apareció como un sustituto sobre la base de la ampliación de la participación social y política en la unidad. Sin embargo, la nueva estructura unitaria no ha logrado cristalizar como fuerza operativa, dirigente, unificadora y vanguardia. Cada partido sigue por su lado haciendo su propio protagonismo y desarrollando su propia acción.
No nos imaginamos arribar a las proximidades de la campaña electoral del 2004 en una situación de fraccionamiento y dispersión. Sería brindar a un adversario tenaz y peligroso una oportunidad de tomar posiciones para continuar obstaculizando el proceso de consolidación de la revolución bolivariana. Pero, además, y quiero subrayar este aspecto, significaría un paso en falso que debilitaría profundamente a los partidos revolucionarios. Por ningún respecto, Chávez podría permitir que las rivalidades deterioraran la unidad del pueblo. La derrota de la contrarrevolución en las elecciones del 2004 debe ser asegurada por encima de cualquier circunstancia. Los partidos revolucionarios deben asumir conscientemente su rol. De lo contrario corren el riesgo de ser superados por las exigencias históricas y perder su rol en la política venezolana.