La consigna se remonta a las comunidades de base del proyecto socialista utópico del cura poeta Ernesto Cardenal en Solentiname o a las arengas anarquistas de la guerra civil española. Es una dulce y cruda consigna de izquierda, entendiendo como izquierda al grupo humano que sueña un futuro de dignidad colectiva en un mundo libre de explotación e injusticias.
Perdón, la consigna original es “sólo el pueblo salva la pueblo”.
Lo que pasa es que estas líneas están escritas para decir que Hugo Rafael Chávez Frías ya no es un ciudadano más. Chávez es un pueblo en revolución. Contrario a lo que muchos piensan, que Chávez es un Mesías, un benefactor, un benemérito, que es la salvación del pueblo, resulta que realmente Chávez es un proyecto histórico que sólo el pueblo es capaz de salvar.
Cuando la insurrección armada de febrero de 1992 fue derrotada, la admiración y el afecto del pueblo por aquel joven oficial que asumió la responsabilidad y pronunció el por ahora, se desbordó en gestos de solidaridad y apoyo militante en los días de cárcel en Yare. Chávez fue salvado por el pueblo ante la posibilidad cierta de su asesinato por esbirros del gobierno de Pérez, pero además, allí comenzó a tallarse la madera de un verdadero líder popular, más allá de las pequeñas tapias del cuartel. Y fue esa fuerza popular que intuitivamente descubrió en Chávez el camino de su redención, la que hizo posible su salida de prisión.
Luego vinieron las victorias electorales masivas y crecientes de 1998, 1999 y 2000. Vinieron las arremetidas fascistas de finales de 2001 y el golpe de abril de 2002. Cuando los supuestos dirigentes chavistas se pintaban el pelo y huían del país, cuando los flamantes aliados, los enchufados, los politiqueros de oficio que si se aprovechan y mucho de los privilegios del poder saltaban la talanquera, el pueblo humilde, el pueblo simple y llano, como los trabajadores del aseo urbano en Maracaibo que fueron los primeros en llegar a la pequeña manifestación que hicimos debajo del elevado de la Padilla, frente a Panorama aquel 12 de abril en horas del mediodía, ese pueblo que aún hoy espera esperanzado, ese pueblo salvó a Chávez que ya estaba indefenso en manos enemigas. En el paro petrolero fue la resistencia del pueblo la que salvó la revolución.
El pueblo bolivariano debe ser escuchado. Se están cometiendo errores innecesarios. No podemos actuar nerviosos empujados por la coyuntura. Una amnistía es un asunto serio y sensible como para anunciarlo tan informalmente a través de una casual llamada telefónica. El pueblo revolucionario quiere discutir esos temas. El pueblo quiere que el gobierno gobierne y ponga orden al despelote comercial que reina por imposición del maldito capital especulador. El pueblo exige lealtad a los encamburados en la administración pública nacional, estadal, municipal y en las empresas del estado. La corrupción y la negligencia nos están desmadrando. La impunidad nos carcome los huesos, como dice la canción filosófica de Silvio.
Chávez no necesita jala mecates ni aduladores profesionales. El pueblo los rechaza con rabia. Chávez necesita compañeros de lucha que en igualdad de condiciones puedan debatir con él los delicados asuntos de Estado que tiene entre sus manos. Y la política, la alta política. No basta repetir como loros cada invento como si fuera el último baso de agua del desierto. ¿Las tres erres son para revolucionar esta revolución o son un crucigrama para jugar un rato?
El pueblo debe hablar y ser escuchado. Porque sólo el pueblo salva a Chávez. Sólo el pueblo salva la revolución.