No eran cadáveres insepultos, eran más bien unos "zombies", los que
desfilaron el pasado martes 11 de junio para congregarse a las puertas
de la Fiscalía General de La Nación.
Acompañados por deudos y amigos, no más de 300 a decir de El Nacional,
llegaron a su destino para allí ser sepultados de una vez por todas. No
hizo falta estacas, ni martillos, para clavárselas en el corazón,
liberándolos así de su muerte en vida. Ellos mismos consumaron el
piadoso acto, bastando para ello un documento en el que solicitaban un
Amparo Constitucional que les preservase el derecho a seguir siendo
humoristas.
Todos se decían "humoristas", y entre ellos hasta profesores
universitarios había. Pero como dice el refrán criollo, "estaban más
pelaos que rodilla’e chivo", ¿no es así cómo se dice Oscar?. Pero, ¡así
son las cosas! (Oscar Yanez dixit), se equivocaron de puerta. Y no creo
que la equivocación fuera obra de la ignorancia, ¡no!, fue un acto
premeditado, ya que de antemano sabían (tan brutos no son) que la
Fiscalía no es el órgano competente ante el cual se pueda interponer un
Recurso de Amparo. Y como no me cabe la menor duda que obraron de mala
fe, de sobra la han evidenciado, consignaron un Amparo ante la Fiscalía
a sabiendas de que el mismo no podrá ser procesado, por carecer la
Fiscalía de facultad jurisdiccional. Por lo que podrán vociferar, está
cerca el día en que lúgubremente lo reclamen desde ultratumba, que en
Venezuela no hay justicia, que no se les amparó.
"Show" aparte, ¿qué pretendían? ¡Engañar y manipular una vez más!. Y en esto fueron maestros, durante años vivieron del engaño y de la manipulación, y pingues beneficios obtuvieron. Por lo cual al frente de la marcha del engaño y de la manipulación, dos figuras emblemáticas.
¿No es así señor Yanez? Usted que desde las páginas de un diario creó una "escuela" de periodismo de la que se precia. Todavía hay quienes recuerdan aquella última pagina en la cual Ud. con fruición reseñaba cómo un perro había violado a una niña. O cómo en un canal de televisión se regodeaba mostrando la mano de un cadáver, emergiendo de entre los escombros de un edificio derruido por causa del terremoto de 1967. ¿No será por eso que hoy tenemos los "periodistas" que tenemos?
¿No será así señor Zapata?, con sus "Premios Nacionales" a cuesta,
luciendo sus DOS condecoraciones de la Orden Andrés Bello en su Primera
Clase en la solapa, las mismas que le fueron concedidas en forma
consecutiva por Carlos Andrés Pérez, ¡sí el mismo que reprimió y asesinó
a su compañeros de lucha cuando Ud. aún se decía hombre de izquierda!, y
por Luis Herrera Campins. La misma que Jaime Lusinchi estuvo a un tris
de imponerle por tercera vez.
Y acompañándoles los demás miembros de la "troupe", los mismos que una y
otra vez los han llamado para que los ayuden a llenar los lugares, y
también los bolsillos, en los que han de presentar sus "vaudevilles";
lamentables "obras" menores en las que muy "cultos", "civilizados y
"encopetados" espectadores se "parten de la risa" cada vez que de la
boca de uno de los "actores" sale un improperio.
El 11 de junio invocaron un derecho, el derecho a la risa, que según
ellos les está siendo cercenado. Señalan, en el pseudo "amparo", que el
pueblo la tiene cogida con ellos y que es el pueblo quien los corre una
y otra vez de los lugares en los que pretenden escenificar sus farsas,
impidiéndoles además ganarse "honestamente" unos reales. Exigen que se
les ampare, ni en el teatro del absurdo se da esa situación, del rechazo
de un pueblo. De un pueblo indignado que a diario los ve agredir, de
manera manifiesta y grotesca, a un Presidente e instituciones fruto de
su voto. De un pueblo que, con toda razón, los repudia por haberlos
visto el 11, 12 y 13 de abril haciéndole venia a quienes pretendieron
pisotear su voluntad libremente expresada en seis elecciones
consecutivas. De un pueblo que tiene derecho a reclamarles que no se
rían de él, que pide a voz en grito que se le respeten los derechos que
los "actores" de "La carmonada" les quisieron conculcar. Y entre esos
"actores" también estaban ellos.
Por unos días volvieron a ser protagonistas, creyeron que habrían de
reverdecer viejas "glorias", que obtendrían jugosas prebendas a costa de
"satirizar" en forma inocua a los usurpadores que contribuyeron a
entronizar, pero tanto unos y otros vieron sus deseos frustrados. El 13
de abril cayeron las máscaras. Pudieron entonces verse rostros
deformados por la rabia. La misma rabia que se apodera del actor que es
sacado de escena por un público que airadamente rechaza el esperpento
montado en ella, y que le pone fin a la función lanzándole al elenco
huevos y tomates podridos.
Son gajes del oficio.
Juan Vicente Gómez Gómez. Caracas, 12 de junio de 2002.