¿Y colorín colorao?

Ayer, en la reunión del Grupo de Río, la actitud humanista, integradora y hasta irrenunciablemente nuestroamericana del Comandante Chávez obtuvo un logro en el ámbito de la distensión. No cabe duda de que –por ahora- el gesto del Comandante –fue fundamentalmente su gesto el que animó a Leonel Fernández a hacer la propuesta (con aires colegiales) de que los “peleones” se dieran la mano- dio un cierto alivio que en general fue agradecido por la mayoría de nuestro pueblo según pudimos constatar por las opiniones aliviadas que usuarios y usuarias daban a conocer a través de nuestros medios.

Esa reacción de alivio es natural: nadie quiere la guerra. Sin embargo en esta batalla real planteada en el escenario de dos sistemas (CAPITALISMO vs. SOCIALISMO) que se excluyen sin atenuantes, de modo que para que uno emerja se requiere la muerte del otro y para que uno subsista se requiere la eliminación del otro, objetivamente nada ha cambiado. El imperialismo estadounidense, cabeza y corazón del capitalismo, creador y manejador de las conductas de sus adherentes oligárquicos en la periferia sigue allí exactamente igual que antes de la Conferencia del Grupo de Río en Dominicana. La actitud del mandadero Uribe no dejó dudas. Las dos variables fundamentales –derecho a agredir “en legítima defensa” y renuncia a los caminos de la paz para resolver el conflicto interno- fueron ratificados una y otra vez por el vocero del amo del circo, el presidente Uribe.

El papel asignado a la oligarquía colombiana por el imperialismo estadounidense con el fin de controlar los recursos naturales de Latinoamérica no sólo no se ha modificado ni un tantito así, sino que aún en medio de una aplastante derrota diplomática tuvo la soberbia de ratificarlo una vez más.

La elección de Colombia para jugar ese papel no es sino una demostración más de la capacidad de maniobra del formidable enemigo de clase. De todas las oligarquías del continente acaso la más zamarra, ladina, sibilina, cínica y capaz sea justamente la colombiana. La historia es un profeta que mira hacia atrás y está allí para aprender de ella e impedir que los errores nos puedan sumir en el horror de la derrota. Es la misma oligarquía neogranadina que asesinó a Sucre, a Bolívar y a Colombia la grande. Una oligarquía que como todas, sabe muy bien cual es su enemigo de clase pero que además ha desarrollado a lo largo de los años una capacidad inaudita para el disimulo y la puñalada trapera.

Es la misma oligarquía que ha explotado, asesinado, desplazado y manipulado la conciencia de los millones y millones de colombianos que hoy pululan por todo el mundo como si de una nueva diáspora judía se tratara. Es la misma que nos ha aventado a más de cuatro millones de colombianos hasta nuestras tierras y que –sin embargo- conserva –inconsciencia de por medio- el manejo manipulador patriotero del humilde pueblo colombiano.

Ayer, en medio de una aparente derrota, esa oligarquía volvió a poner en práctica sus mismas estrategias ladinas. No bien se produjo el apretón de manos se activaron las exigencias para recuperar espacios amenazados e incluso ampliarlos. Lo primero que sonó entre los corrillos bogotanos de esa oligarquía ladina fue: “hay que reactivar el comercio; hay que hacer proyectos conjuntos; hay que abrir las fronteras como hermanos al comercio”, todo lo que puede y debe leerse como: “hay que seguir ganando mucho dinero a costillas de los venezolanos; hay que seguir conspirando y financiando televisoras como Globovisión, RCTV, periódicos como El Nacional o El Universal (ver las pautas de los patrocinantes); hay que seguir sembrando paramilitares; hay que sacar a Chávez del poder”

Esa ha sido la conducta histórica de la cainítica oligarquía colombiana respecto a Venezuela a lo largo de toda la historia. Esa ha sido su conducta con la complicidad de su hermana oligarquía venezolana, mucho menos inteligente y mucho más apátrida que ella.

Sólo tenemos que asomarnos a la historia para desconfiar absolutamente de esa oligarquía –de todas, pero particularmente de esa- no hacerlo es suicida y una traición por omisión a la conciencia de clase que debe animar a todos los luchadores revolucionarios. Vean, por ejemplo, como los emisarios de Santander en Venezuela trataban a los bolivarianos en la misma patria de Bolívar y cuando aún nuestro Libertador tenía la Presidencia de Colombia.

“María Antonia, escríbele a Don Antonio León.... añádele que yo no he tenido que ver con la confiscación de sus tierras y bienes...que el Vicepresidente encargado lo mandó. Dile que yo no soy un ingrato, que me acuerdo mucho de la noche que me escondió en su casa en tiempo de Monteverde: que no he olvidado el dinero que dio a Uds., ni el que me dio a mí, ni las onzas que dejó en mi casa el día de mi retirada de Caracas... ofrécele todo lo que yo pueda hacer.... que no le mando nada porque nada tengo...

Carta a María Antonio Bolívar, Cuzco 10/7/1825

El “Vicepresidente encargado” era Santander. Luego, vean lo que hacía Santander con las confidencias que Bolívar le hacía en virtud del cargo de Vicepresidente que tenía…las usaba para alentar el enfrentamiento en Páez y Bolívar. Lo hacía con el mayor cinismo mientras –al mejor modo de su discípulo histórico Uribe, o los Santos, o cualquiera de ellos… sonreía usando ese verbo sibilino que tan bien manejan:

“Le diré con franqueza que escribir confiadamente para después publicar Ud., estos escritos no es muy propio de la amistad ni del decoro de un gobierno. A mí me disgusta infinito esta conducta suya con respecto a mí, pues una confianza que se hace pública es una violación del secreto. Mil veces he estado tentado de no escribirle más cartas...
Simón Bolívar, Pasto , octubre de 1826

Esa es la oligarquía neogranadina, ese es el enemigo de clase de su pueblo, de nuestro pueblo, de los pueblos y eso no ha cambiado nada. Bajar la guardia es perdernos. No la bajaremos. No la bajaremos porque ya está bueno de ingenuidades que a lo largo de nuestra historia –entre otras cosas- nos ha costado más de la cuarta parte de nuestro territorio arrebatado por esta oligarquía –con la complicidad apátrida de la nuestra- sin pegar un tiro, a punta de sonrisitas, desde el acuerdo de Lino Pombo y Santos Michelena, pasando por el Laudo Arbitral de 1891, hasta la firma del tratado por López Contreras y su Ministro de Relaciones Exteriores, Esteban Gil Borges, consagrando el principio de “costa seca” que hoy los tiene, como caimanes en boca de caño, listos para arrebatarnos el Golfo de Venezuela.

Así que, sin aspavientos, con serenidad, con talento estratégico, como corresponde, a comer avispa porque cigarrón atora…que algo queda.

martinguedez@gmail.com


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Martín Guédez


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