La Semana Santa se acerca a la isla de Margarita como un huracán. Por eso es conveniente llegar temprano. Para evitar el congestionamiento. El campo de concentración. El desespero.
Estoy en Punta Arena. Una de las playas margariteñas más lejos de todo. Al final de la isla. En la península de Macanao. Desde lejos veo venir tres cuerpos exuberantes. Uno de ellos se destaca. Es como un signo de admiración sobre sí misma. Claro, es Cynthia Machado Zuloaga que viene hacia mí con dos de sus amigas.
–Roberto, camarada, tu vida será rescatada del chavismo.
Así me saluda. Las dos amigas sonríen con la gracia de Cynthia y me ven con lástima. Ella me las presenta. "Son Kathy y Jenny, y mejor no te digo sus apellidos para que no te asombres". Las dos amigas se marchan y dicen que ya volverán. Cynthia me cuenta: –No hay cupo para ninguna parte. Mi padre, pobrecito, tuvo que alquilar un helicóptero para que Jenny, Kathy y yo pudiéramos venir a la isla. Y además, Antonio, el mayordomo de la casa, tuvo que hacer un curso intensivo para pilotear esa nave, porque salía carísimo comprar el helicóptero con el piloto adentro.
Llegan mis chamos, Alekos y Oriana, Cynthia los ve, los saluda y les pregunta: "¿Ya su padre los adoctrinó para que defiendan el régimen?". Y luego les pregunta si quieren tomar un jugo o agua Evian. Ellos no dicen nada, sobre todo Alekos, que la mira con la boca abierta y después me pregunta al oído: "Papá, ¿esa mujer es de carne y hueso?" Cynthia sigue diciendo que ahora no se puede hacer turismo en Venezuela porque donde vayas te encuentras un gentío. Sobre todo con gente que antes uno no veía por ninguna parte. Es increíble cómo viajan ahora los venezolanos.
Con una señal llama al mayordomo-piloto Antonio, quien se acerca y ella le pide que por favor les traiga dos jugos naturales a los niños y al padre un whisky 18 años para que se intoxique.
Me dice que el helicóptero lo tiene estacionado cerca de la playa, y que cuando un margariteño lo vio llegar empezó a decir que era de él porque había caído en su terreno.
En ese momento se acercan Jenny y Kathy, y Cynthia se despide diciéndome que si el helicóptero tuviera más puestos, "te diera la cola hasta Caracas, pero tampoco te conviene que te vean viajando con una Machado Zuloaga". Después le da un beso a Alekos y el chamo está todavía con la boca abierta.
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