En meses pasados, encontrándome algo afectado de salud i de tristeza, no sentí deseos de escribir, especialmente en referencia a temas lamentables, como el fallecimiento de dos grandes amigos, e intelectuales venezolanos, quienes dejaron obra en el campo de las letras i de la historia. Menciono primero, al de más antigua amistad, desde que nos graduamos juntos como médicos hace más de medio siglo (55 a.) i aunque viviendo distantes muchos años, por nuestros amigos comunes i por nuestros libros, manteníamos una conexión de perenne recuerdo e ideales comunes, ya que ambos vimos la profesión como un apostolado para el bien de nuestros semejantes, i jamás sin la menor traza de comercio o manera de ascenso social en lo económico. El destino nos deparó la suerte de encontrarnos como hombres del proceso bolivariano, en la Asamblea Nacional Constituyente: me refiero al médico barinés José León Tapia; i allí también, me conseguí con otros de amistad también de muchísimos años, con mayores oportunidades de trato en muchas ocasiones felices i de altura académica, escritor e historiador, consagrado especialmente a dar a conocer la vida i la obra de Simón Bolívar i muchas otras facetas de la patria amada: me refiero a Vinicio Romero Martínez, hijo de otro gran amigo como lo fue el periodista, escritor e historiador Adolfo Romero Luengo, uno de los principales biógrafos del General Rafael Urdaneta, i por sus vínculos religiosos i actitud de verdadero cristiano, biógrafo de unos de los grandes i olvidados sacerdotes del Zulia, el Pbro. Monseñor Olegario Villalobos.
José León Tapia, estudió cinco años de su carrera médica creo que en Caracas pese a la proximidad de Mérida; por eso, cuando hubo una gran huelga que paralizó la Universidad Central, este joven de mediana estatura, de elegante cabellera negra acompañando de un fino bigote, se inscribió en el último año de estudios médicos, en la Universidad del Zulia, donde hizo rápida amistad con todos. De 120 alumnos que comenzamos los estudios en 1946, apenas llegamos a 6º año, 24 i allí se sumaron 10 que vinieron de Caracas, para hacer una promoción de 34 médicos que recibimos el título del eminente médico Dr. José Hernández D’Empaire. Así eran las cosas entonces; en primer año, la Anatomía le cortaba las alas a la mayoría, Luego del grado, en una foto que nos hicimos en una celebración en casa de la compañera Lilita Cárdenas, José León aparece en primer lugar a la derecha (izquierda en la foto) de la fila de agachados más jóvenes en la primera fila. Es la única foto que tenía de él, hasta otra que está en mi biblioteca, tomada en el evento Constituyente. De él tenía noticias, especialmente por el compañero Rafael Soto Matos, quien toda la vida ha sido un centro de unión fraternal para la promoción. Además compraba los libros de José León, hasta que una vez en Caracas, compré sus Obras Completas publicadas por Ediciones Cantaclaro del amigo editor José Agustín Catalá. Luego de la Constituyente, donde intercambiamos recuerdos, libros i gratos momentos de una amistad que nunca desapareció, José León me dijo que él se había dedicado más a la literatura, a la crónica, sin pretensiones de historiador, pero que, entre los dos había una diferencia: él escribió en Barinas i publicó en Caracas; a mí –me dijo- todo el mundo me conoce; tú, eres un desconocido porque escribiste en Maracaibo i publicaste en Maracaibo. Justa verdad. Agregó: tú has escrito de todo, de medicina, de ciencia, de arte, de literatura, de historia, biografías, etc., pero te quedaste en la provincia i en Venezuela, el centralismo literario todavía está vigente e insuperado. A esto agreguemos el infierno de envidias que es Maracaibo, donde las roscas i los improvisados abundan i con poder mediático i de partidos políticos.
Lo lamentable, después de ese encuentro a más de 40 años del grado, es que nos fallaron dos tentativas de salir a comer i conversar en un restaurante o visitarnos; luego, terminada la Constituyente, quedamos en vernos bien en Barinas o en Maracaibo, cosa que nunca ocurrió por nuestras ocupaciones i las circunstancias que van diluyendo en la vida, la oportunidades de hacer lo que deseamos. Uno de los libros que me obsequió en Caracas el 30 de agosto de 1999, titulado EL TIEMPO INDETENIBLE, dice la dedicatoria; “Para Roberto Jiménez M., va este libro de mis intimidades que sólo mis amigos pueden leer con el afecto de años que hoy hemos recuperado felizmente.” José León Tapia., obra que tiene la particularidad que, además del breve prólogo o presentación de José Alberto Crespo, tiene la belleza espiritual de un Prólogo por los hijos, una hermosa demostración del amor de Marisol, Carolina i José León, sus dignos hijos que expresan como han vistos el transcurrir de la vida creativa, grande i hermosa de su padre, quien a la vez ha puesto esta dedicatoria: “A mi familia, a quienes en mí han creído. A quienes me han adversado o no han podido comprenderme. A Barinas, motivación de mi existencia. A los Fantasmas rememorantes que han inspirado mis libros. A los médicos de buena fe que han compartido mis opiniones. A mis compañeros de infancia, vivos o muertos”.
José León Tapia, nacido en 1928, fue un barinés de profunda raíz como lo expresa Rafael Tomás Caldera, graduado en la promoción de 1952, culminando su sexto año de medicina entre los integrantes de la Primera Promoción de Médicos de la Universidad del Zulia, pero por haber hecho el resto de la carrera en Caracas en la UCV, se fue a obtener el grado allá; de este modo su presencia entre nosotros fue relativamente breve, pero nos acompaña en las primeras fotos de júbilo, en casa de la colega Lilia Cárdenas, donde aparece con soberbia cabellera negra i ondulada i un fino i elegante bigote. Hizo más amistad con algunos de nosotros, entre ellos con el Dr. Rafael Soto Matos, con quien tuvo prolongados encuentros en el tiempo i ha sido el lazo de unión entre su quehacer de médico con post grado en Cirugía, i su obra literaria. Así fue nuestra relación lejana i en una ocasión que estuve en Barinas, pude verme con el compañero de años en la carrera, pero que no se graduó en Maracaibo, el Dr. Agustín Martucci; mas, José León no estaba en esa ciudad en los momentos, i no pude visitarlo. Los libros, fueron nuestro enlace en el tiempo.
En sus libros, se nota lo que dice Rafael Tomás Caldera con acierto: “Ni escritor de oficio ni académico historiador, su obra brota de la necesidad de preservar la vivencia de un mundo que fue y, a la vez, de la necesidad de sobreponerse de alguna manera al desconcierto. Quizá por ello le ha sido dado ser, en la literatura venezolana actual, voz donde se hace presente la fuerza del recuerdo”. I más adelanta una verdad: “No es literatura de costumbres ni crónica provinciano”, pues, agrego yo, aunque está allí su región, su pueblos, sus tradiciones, es preservada para las generaciones futuras, con el vigor, la buena prosa i el conocimiento intelectual de un hombre culto de elevados estudios., por el “punzante anhelo de pleno ser” como dice también Rafael Tomás Caldera, i con más acierto todavía: “escritos sin tiempo para rescatar el tiempo”.
Por eso, los días de Navidad del 2007 se hicieron tristes, dice nuestro común amigo Elio Gómez Grillo, toda una autoridad en Venezuela en el Derecho i en su monumental preocupación por el rescate de las cárceles i el trato humano i justo de los presos. Este singular compañero constituyente, con quien tuve oportunidades de conversar i convencerme de estar ante un manantial de cultura, conocedor hasta de la literatura i su cumbre la poesía, dice que precisamente unos días antes de su repentino fallecimiento, en un viaje mui corto a la capital, le fue a visitar con su hija Carolina, i jamás pensó que aquel gesto amistoso fuese como una despedida. A mí, trató de avisarme sin poder comunicarnos, nuestro compañero de oro Rafael Soto Matos, especie de oráculo i faro de nuestra promoción. Empero me enteré de otra manera por otros amigos, que José León Tapia había fallecido. Creo que casi no se difundió la noticia i luego a los días me trajo mi amigo Humberto Bracho Vale, a quien afecta también el deceso, el escrito de Gómez Grillo en EL NACIONAL, el periódico que nunca más he leído desde abril del 2002. En verdad, no he tenido fuerzas o ánimo para hablar con Rafito, como le decimos por cariño al compañero Soto Matos. Estoi en los tiempos en los cuales, veo la vida deshilachada en recuerdos i creo que José León Tapia merece el afecto de todos los venezolanos, por quien les recordó que Por Aquí Pasó Zamora, i nos hizo conocer el trote rebelde i patriota de Maisanta, el último hombre a caballo. Mas, son pocos los medios de comunicación que le han hecho honor, lo mismo que la autoridades nacionales del gobierno.
Ahora, paso a ocuparme de la otra ausencia que acongoja: Vinicio Romero Martínez. Paradójicamente, desde que estudiaba medicina, conocí a su padre, Adolfo Romero Luengo, como periodista i ejecutivo del diario católico LA COLUMNA, nacido en Los Puertos de Altagracia un 9 de abril de 1916. Diario entonces de formato grande, cuando creo que la dirigía el Pbro. Mariano Parra León, con sus oficinas i maquinarias, en unas estrechas dependencias detrás del Templo de Santa Bárbara, entonces en la calle Venezuela, donde era vicario el luego Monseñor i Arzobispo de Cumaná, este sacerdote polémico ya nombrado, Mariano Parra León. Adolfo Romero, profundamente cristiano i servidor del clero, había escrito entre otras cosas una biografía de Monseñor Olegario Villalobos, el fundador de la Voz de la Fe, el Asilo de Mendigos “San José de la Montaña i el Hogar Clínica San Rafael. I con Monseñor Marcos Sergio Godoy, Obispo del Zulia, de los realizadores de la Coronación de la Virgen de Chiquinquirá. Llegó a publicar muchos otros libros, entre ellos una biografía del General Rafael Urdaneta en dos tomos. Posiblemente esta vida entre editoriales, libros, bolivarianismo i prensa, condicionó la vocación de uno de sus hijos, Vinicio, para convertirse en escritor e historiador bolivariano principalmente. Por la parte materna, su madre de apellido Martínez, Alicia Martínez de Romero, lo hizo sobrino del antes ganadero i fino poeta zuliano Manuel Martínez Acuña, autor a mi juicio, del mejor soneto de los poetas del Zulia, como lo es “Las Ruinas del Tiempo”, aclarando que “Rayo de Luz”, de Ildefonso Vásquez, no es un soneto sino cuatro cuartetos.
Así, como no recuerdo cuándo conocí a Vinicio, supongo que debió ser en casa de Manuel Martínez, cuando unas elecciones de la Asociación de Escritores del Estado Zulia en la cual fui elegido presidente, me acercó a este amigo que fue el vicepresidente e hicimos una revolución en la misma, sacando i reemplazando a los que no cumplieron o se retiraron voluntariamente, hasta lograr darle verdadera vida i organización por dos años repletos de actividades creativas, a una asociación que existía sólo de nombre i un secretario general ineficiente i deshonesto se apropiaba de la poca ayuda económica que daba el Estado.
Desde entonces conocí la virtudes de escritor i de formidable bolivariano de Vinicio Romero Martínez, nacido en Los Puertos de Altagracia (Estado Zulia) el 11 de junio de 1940, reseñado en el Diccionario General del Zulia, por los escritores Luis Gmo. Hernández Jesús Ángel Parra, como periodista, político, escritor, ensayista, biógrafo, novelista e historiógrafo, pues incursionó en muchos campos de la vida pública, fundó revistas, trabajó en diarios, fundó un partido político pequeño i fue candidato presidencial, llegando hasta ser productor de televisión, conduciendo un programa llamado “Venezuela y punto” trasmitido en Venezolana de Televisión. Se hizo además mui conocido por ganar en televisión un Concurso Millonario demostrando sus amplios conocimientos bolivarianos. Además, tuvo el orgullo de ser asesor histórico i amigo, del Nóbel de Literatura Gabriel García Márquez, cuando escribió EL GENERAL EN SU LABERINTO. Perteneció a la Academia de la Historia del Zulia i colaboró con nosotros en la Asociación de Escritores i en uno de los grandes actos de la Semana del Escritor (porque el Día de Bello o Día del Escritor, lo convertimos en una semana cada año, de muchos eventos literarios, históricos, artísticos i culturales); nuestro Orador de Orden, para entonces miembro distinguido de la Sociedad Bolivariana de Venezuela. Desde entonces, los nexos de amistad pasaron a ser familiares; asistíamos Manuel i yo a actos en Caracas, había intercambios de libros, documentos, folletos i multitud de actividades, algunas artísticas alrededor de exposiciones, tertulias, conferencias etc., con Gabriel Bracho Oliva, el gran pintor universal del Zulia, hombre de recia estructura intelectual comunista i su bella esposa, la escritora, docente i poetisa, Velia Bosch. Con Vinicio, Manuel, Humberto Bracho (médico oncólogo, familiar de Gabriel) Eddie Gonzáles i otros, hicimos campaña porque el Museo de Arte Contemporáneo del Zulia lleve el nombre de Gabriel Bracho Oliva; lo conversamos con dirigentes del CONAC i otras instituciones de Caracas i del Zulia, pero sin ninguna respuesta jamás. En una ocasión, un directivo del Conac, en reunión pública en el Museo Gabriel Bracho de Los Puertos de Altagracia (en una casita particular del pintor) nos hizo firme promesa de su gestión para ese logro, i hasta el sol que hoi brilla.
Pero vuelvo a Vinicio, quien casado con Carmen Mercedes Salazar, eficiente colaboradora i mujer de cultura, miembro de la Sociedad Bolivariana i Presidenta de la Asociación de Amigos de Museos y Sitios Históricos Bolivarianos, constituían un formidable dueto de bolivarianos, consagrados a la Historia i culto al Libertador, que ennoblece a los venezolanos. Vinicio llevó una vida consagrada a las letras i al bolivarianismo. I entre sus obras bolivarianas, publicó más de 14 libros, entre la cuales destacan Las Aventuras de Simón Bolívar, Mi amigo Simón Bolívar, Diccionario del Pensamiento Bolivariano, etc., i multitud de conferencias en toda Venezuela i en el exterior, especialmente en Colombia Perú i España. Otras obras interesantes son sus agendas bolivarianas i un libro que tengo en formato de lujo, titulado Qué celebramos hoy, como una excelente guía i recordatorio de nuestra historia. I en los últimos años hizo de MI AMIGO SIMÓN BOLIVAR, una bellísima edición corregida i aumentada, en tres elegantes tomos en estuche i maravillosamente ilustrada por un gran artista que lo interpretó a cabalidad llamado Jorge Haralambides, autor del diseño, portadas, ilustraciones i supervisión gráfica i otras valiosas colaboraciones como un glosario por su bella hija Carmen Mercedes. Creo que no existe un mejor libro que le sirva a los niños, a los jóvenes i a los adultos venezolanos que se quieran aproximar por primera vez, al conocimiento de Bolívar i la gesta libertadora, que este precioso libro, o mejor, estos tres bellos ejemplares serios con la historia, que nos dejó Vinicio, antes de pasar a la inmensa cantidad de obras geniales que ha motivado el Padre de la Patria venezolana, e inspirador de la Patria Grande de América Latina que estamos construyendo. Vinicio, fue un hombre incansable, luchador i honesto con las ideas i con la Patria. Fuimos compañeros en la Constituyente i, muchas veces él o Edmundo Chirinos mi colega psiquiatra i ex rector de la UCV, me llevaron a mi hospedaje en casa de un amigo en Macaracuay, cuando al salir mui tarde de las sesiones, ya no tenía el servicio del Metro. Conversamos mucho i le visité i hasta dormí en su casa, en La California Sur i en otra ocasión asistí a una fiesta junto a su tío Manuel Martínez, para quien era el sobrino más admirado i querido. Coincidimos en casi todo en la Constituyente, aunque tuvimos diferencia en cuanto a si nuestro idioma es el castellano o el español, siempre respetando las ideas, gracias a la “trampa” ideada por el escuálido Brewer Carías.
Pasada la Constituyente, Vinicio optó por la Presidencia de la Sociedad Bolivariana i ganó, aunque tuvo que interrumpir su gestión por su nombramiento como cónsul-embajador en Puerto Rico, cuando se hizo patente su enfermedad maligna que, como su admirado Gabriel Bracho, supo enfrentar con valentía. Iba i venía con sus tratamientos sirviendo con tesón al proviso bolivariano i a su país; luego lo pasó el gobierno a Trinidad i Bonaire, hasta que le llegó el momento de morir calladamente. La fatalidad la esperábamos, pero al mismo tiempo le dábamos meses o años a la esperanza, hasta que todo acabó. Eso es la vida; un paso rasante; en la eternidad, apenas un instante kiekergiano. Se nos fue Vinicio, imaginándolo con la serena sonrisa de siempre, i en fotos en las cuales a veces me parecía una imagen de mi padre, tal el parecido entre ambos. Puedo decir sin exagerar que, fuimos entrañables amigos i le admiré mucho, como él a mí. Me colocó en las efemérides de su libro Qué Celebramos Hoy en un 9 de abril de 1929, casualmente junto a su padre nacido la misma fecha. La vida, pasa; la inmortalidad posible, no es en el más allá, sino en el más acá: es postergar el olvido, como lo dijo creo que Unamuno, si es que no lo he olvidado. Mi amigo, Vinicio Romero Martínez, como también el colega José León Tapia, merecen esa postergación. Ambos dejaron valiosa huella en los suelos sagrados i soberanos de la Patria.
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