“El Cantante da paso al Cantor”
Alí Primera
El rol que ha jugado lo que hemos denominado la oligarquía cultural, en la
historia social de Venezuela, en nada se diferencia con el proceso histórico
que han vivido la formación de las elites de América Latina.
Sus rasgos e interioridades son comunes e indisolublemente ligados al acto
de detentar formas de propiedad y de riqueza material, lo que llamaríamos:
el secuestro de las oportunidades de un colectivo.
El proceso revolucionario actual nos invita a reconstruir el itinerario de
la oligarquía cultural, lejos de describirlo con la miopía histórica de
Elías Pino Iturrieta, quien solo exalta el ingenio de castas novohispanas,
aristócratas, y hacendados de antaño, cual telenovela vespertina de
Venevisión, hoy, constatamos la necesidad de que escribir de nuevo la
historia.
Se trata de captar en el escenario actual, cómo han devenido los grupos
culturales dominantes de hoy, aquellos que en la colonia impulsaron las
prohibiciones de prácticas culturales, fomentaron el aniquilamiento
festividades religiosas, y que ya entrada la modernidad, utilizaron
estrategias económicas antinacionales, hicieron de la democracia
“representativa” un espacio institucionalizado de las manipulaciones
políticas proselitistas, instaurando una modalidad de negociación, un
sistema de valores ajeno a todo principio de identidad y de diferencia.
El modelo cultural venezolano, es producto del más cruento proceso de
aculturación y occidentalización acaecido en Iberoamérica, hoy tiene una
deuda moral. En sus orígenes, la transferencia de un sistema de valores,
comportamientos, modos de ser, en fin, la reproducción ampliada de esos
códigos complejos en la misión-vision de las instituciones, con el precio de
la devastación espiritual de amplios sectores población, generaciones de
venezolanos sin oportunidades.
Las mayorías, “los de abajo” fueron arrastrados a la locura, como diría
Michel Foucault, fueron víctimas de una estructura jurídica- política, donde
la exclusión sistemática y el acceso a la cultura no era considerado un
problema, y cualquier “desobediencia civil” ante la norma suprema, era
devorada por una jurisprudencia que, encerraba a la cultura en la figura de
la liberalidad, en ningún momento como obligación del Estado.
Sin embargo, aunque la constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, define a la cultura como un bien irrenunciable, la oligarquía
cultural aún extiende sus tentáculos en la esfera de lo político, económico,
social, mediatico y cultural.
En la actualidad, la Gente de la Cultura, pretende denunciar el poder
constituido como una "era y una época oscura", "manipulaciones políticas" y
"desequilibrios", entre otras menudencias, cuando una mirada a una década de
historia de presupuestos culturales podría demostrar, años de control
monolítico, por parte de la elite cultural, que imponía, con la estructura
clientelar de los grandes partidos del status (Acción Democrática y COPEI)
la orientación del gasto.
Como detentores de riqueza y poder desde la colonia, grupos dominantes del
comercio, grandes influencias en el sistema político, familias de
abolengos, red de relaciones y lobby han sido las acciones “significativas”
de los operadores culturales, magnates en la esfera de lo institucional, lo
mediatico, lo político, propagandistas, expertos en cánones, en fin un
extenso catálogo de los principios de actuación, codificación, modos de
representación, justificados y acoplados, en una cuasi-utilizacion del rango
universal del modelo de las bellas artes.
Los desequilibrios en la producción, circulación y consumo de bienes,
servicios y valores culturales, se manifiestan aún en el aparato cultural
del Estado y la escasa cobertura y acceso no se resuelve con voluntarismo.
No hemos acabado con la geografía dantesca de la exclusión y la
depauperación espiritual, una ruta de la pobreza que había sido inaugurada
por el puntofijismo debe ser abolida.
(*) Filosofo y Músico
j.lopezmujica@laposte.net
jlmven@hotmail.com
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