Hace ya varias noches, antes del neuro-cardio-infarto pre-conspirativo
que lo aventó de Santo domingo, el ex presidiario y ex presidente Carlos Andrés Pérez fue entrevistado por Fausto Malavé, no desde la cárcel como debió ser, sino en el confort de un apartamento en Nueva York (pagado con dinero de la corrupción). El jefe conspirador repitió sus cantaletas de siempre pero, de las mismas, puede extraerse lo que sus destinatarios quieren ocultar: sus relaciones y ascendencia sobre la Coordinadora autodenominada Democrática sin mucha convicción. Cuando esta alianza incursionó en el golpismo del 11-A y en el sabotaje petrolero, fue monitoreada por el almirante del Sierra Nevada, vía Carlos Ortega y otros fugitivos.
Aplastadas por el pueblo y la Fuerza Armada aquellas conspiraciones criminales, la oposición se cubrió con el manto democrático del referéndum, mientras en paralelo sigue buscando un atajo, pues sabe que por la vía constitucional no tiene vida. Aquí entran en juego CAP, la CIA y los factores golpistas nacionales y extranjeros. Pérez desprecia a la Coordinadora, integrada según él por partidos que no son más que “cascarones vacíos”. Su palabra vaya adelante. El genocida del 27-F, consciente de que un referéndum lo ganaría Chávez, alienta un golpe con una junta militar que se quede en el poder por dos años (su discípulo Ortega, más papistas, pide 10, 15 ó 20). En ese lapso, se arrasa con el chavismo y entonces y sólo entonces, se convoca a elecciones generales. Con un CNE de los de antes, dirigido por “santones” como los que andan resucitando por allí (Delgado Chapellín, Rivero y otros) y con los bolivarianos en la tumba o en las cárceles.
Pérez no tiene por qué andarse por las ramas hipócritas de la oposición y le dijo a Malavé que sólo está esperando que “los de Coordinadora me llamen”. Eso no es ninguna ocurrencia al calor de la entrevista sino algo que ya está hablado con factores de la alianza de las derrotas y sus financistas nacionales y extranjeros. Al capo di tutti di capi lo abruma la ineptitud de los dirigentes opositores. Los sabe pegados con saliva de loro. Teme que en cualquier momento salte el dique de los intereses individuales y partidistas y todo se vaya al diablo. Una cuota de poder es demasiada tentación para tantos ambiciosos desaforados. El mensaje de Pérez es: “Sólo Pérez une”.
CAP conoce la psicología blanda y sinuosa de los dirigentes coordinadores. De las ONG unipersonales que allí hacen vida y se lucran con algunas migajas de dólares lanzados desde Estados Unidos, no se ocupa ni preocupa. No representan nada y apenas si merecen su desprecio. Sabe que la alianza es en esencia lo que sobrevive de la Cuarta República. Ya lo recordaba Eduardo Fernández, el disminuido Tigre, cuando abogaba por la unidad socialcristiana con Proyecto Venezuela, Primero Justicia y COPEI. Con nostalgia de tísico, el hombre que durmió en un rancho, destacaba que los precandidatos que puntean en las encuestas son de extracción copeyana: Salas Römer, Mendoza y Borges. Pura cuarta, pues.
La otra parte fuerte de la coordinadora, la forman los adecos y ex adecos. Luego, Pérez sabe cuál tecla tocarles. Zorro viejo, entiende que el retorno de la IV República al poquísimo tiempo tendría al país ardiendo por los cuatro costados. Para eso, él tiene la receta, la misma que aplicó el 27-F ejecutando un verdadero genocidio. De allí que hable de una junta cívico-militar que, precedida por él, cancele toda elección durante dos años y, bajo estado de sitio, aplaste y extermine todo lo que huela a pueblo chavista.
Lo demás es perder el tiempo. CAP espera por el llamado de la Coordinadora y ésta, ya se sabe y lo hemos visto y sufrido, siente una incontenible atracción hacia el abismo. Si oye el llamado de la sangre de la Cuarta República –que es la suya propia-, con CAP a la cabeza pronto se lanzará por otro despeñadero. Eso si el colesterol y los triglicéridos no deciden otra cosa.
P.S: Lo que agita de envidia y contorsiona las orugas del GUSANO DE PUS contra “La revolución no será televisada”, es una mezcla de frustración cinematográfica, mediocridad artística e impotencia creativa. Si a eso se le agrega su doblez por el plato de lentejas que lanzan los financistas, salen disparados a decir necedades y bobadas. No les paren.