El Mundo enfrenta ahora la crisis alimentaria más profunda y peligrosa de todos los tiempos. Si, llegamos casi a los tiempos de las vacas flacas en toda su expresión de las palabras bíblicas, aunque tenemos que reconocer que algunos países en diferentes partes del mundo no han tenido la oportunidad de vivir los tiempos de vacas gordas.
Lo más lamentable de todo esto, es que esta grave crisis de escasez de alimentos se debe primordialmente al alto grado de desarrollo que han alcanzado, sobre todo algunos países del mal denominado primer mundo. El destino de los alimentos que actualmente se producen, es el de producir biocombustibles, para satisfacer la gran demanda de las economías noratlanticas y de las maquinarias de guerra de las grandes potencias militares del mundo.
Recordemos aquellas palabras de Jesús, que no son otra cosa que una premonición profética, cuando dice: "¿Qué padre es capaz de darle a un hijo una piedra cuando le pida pan, o de darle un alacrán cuando le pida un pescado?". Estos son los tiempos en los cuales las grandes potencias mundiales llegan al límite de arrebatar de la boca de los pueblos y entregarle una herencia horrible de muerte.
¿Qué dice la Iglesia ante esta crisis alimentaria que es casi inminente en el mundo?
La Iglesia podría lanzar una respuesta acorde a su Misión en el Mundo, o podría evadir esta situación alegando cumplimientos de profecías bíblicas del final de los tiempos. La Iglesia debe responder con contundencia a esta grave crisis alimentaria que amenaza a nuestro mundo de manera tan real y cercana.
La respuesta por ahora de la Iglesia, debe ser de condena al uso irracional y no legislado de los alimentos como fuente de carburantes distinta a los combustibles fósiles. Esto porque todo intento de deshumanizar el destino de las fuentes de alimentos, es un atentado a la imagen misma de Dios que está presente en todos y cada uno de los seres humanos.
Las grandes potencias industriales y militares del mundo desarrollado, son culpables de toda esta crisis alimentaria, al impulsar la deforestación de grandes extensiones de Selvas y bosques para convertir estas en tierras de cultivos de muy poco tiempo de producción. Esto ha impulsado la desertificación de inmensas cantidades de tierras que en un tiempo fueron grandes extensiones de selvas y bosques y el calentamiento global.
Frente a todas estas situaciones, la iglesia no ha levantado con fuerza su voz profética y de denuncia, quizás porque en la mayoría de los casos, estos sectores industriales, financieros y económicos que irresponsablemente conducen al mundo a su peor crisis alimentaria, son los dueños absolutos de las voluntades de gobiernos. En el caso de nosotros y nosotras, en la Iglesia evangélica, estos sectores en su gran mayoría provienen de países de tradición protestante.
Es el momento que la Iglesia levante su voz en contra del perverso deseo de convertir cada vez más, a los alimentos que el mundo consume en biocombustibles. Es el momento que la Iglesia debe proponer aquellos modelos de economías sustentables que por años han predicado grupos de creyentes que creen en la posibilidad de un Mundo Otro.
Solo los modelos de economías solidarias y sustentables podrán salvar al mundo de este tiempo de grave crisis alimentaria. La iglesia no puede seguir casada con aquellos principios y procedimientos del capitalismo salvaje que ha centrado toda su acción en el consumismo y en la explotación del hombre por el hombre.
La Crisis de los alimentos que se avecina, no es la consecuencia de una baja producción mundial de los rublos necesarios e imprescindibles para la alimentación. Esta crisis esta surgiendo en un momento en el cual se producen más alimentos de origen vegetal en el mundo, que son la base primaria de la cadena alimenticia. Las grandes potencias han decidido irresponsablemente, destinar la mayor parte de estos alimentos a la producción de combustibles.
Para producir unos cientos litros de etanol, se necesita una gran cantidad de de hectáreas sembradas de maíz, soya o caña de azúcar, mas un gasto considerable de otros combustibles fósiles que hagan viable todo el proceso de refinación de los biocombustibles.
Esto que lógicamente amenaza la capacidad de alimentarse de cualquier familia, en el mal llamado tercer mundo en América latina, Asia y África. Por la misma cantidad de maíz que se alimentarían unas sesenta personas en un mes se producirían aproximadamente unos cuatrocientos litros de biocombustibles.
Los tiempos de las vacas flacas ya están presentes en nuestro mundo, porque los han acelerado las políticas económicas, financieras, militares, de las grandes potencias noraltanticas. Recordemos lo que dijo una vez Mahatma Ghandi: "El tierra tiene todo lo que todo mundo necesita para vivir, pero no tiene todo lo que el mundo ambiciona".
Es el momento ideal para que la Iglesia de Jesucristo pueda superar las divisiones denominacionales y confesionales y presentar un frente común, que se enfrente a esta grave crisis alimentaria que nos trae la política de producción de biocombustibles.
El Consejo mundial de Iglesias y las otras supraorganizaciones y alianzas denominacionales deben establecer un frente unido, que pueda como el José del Antiguo Testamento, dar respuestas efectivas al problema de la grave crisis alimentaria que se nos viene encima.
Como Iglesias, no somos ni tenemos la solución a esta grave crisis que amenaza a la Humanidad, pero si tenemos una voz que debe ser oída, y realmente presente ante el mundo como la voz profética de Dios denunciando la injusticia y anunciando Un Mundo Otro, Necesario e Imprescindible.
Este es el tiempo preciso de la Unidad de la Iglesia, del verdadero ecumenismo, debemos unirnos para dar una respuesta verdaderamente efectiva a la grave y eminente crisis de los alimentos a nivel mundial, para que el mundo crea.
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