¡La historia, Comandante…La Historia!

Para el año 1826 la mayoría de los jefes que había encumbrado El Libertador, a excepción de Sucre y Urdaneta, discutían entre sí los “vuelos” de Bolívar y se fiaban poco o nada de sus planes confiando cada quien en los suyos propios. Cada quien quita y pone aprovechándose el adversario para reconquistar espacios perdidos.

EE.UU., mirando ya hacia el futuro canal de Panamá se empeñaba en desunir lo que El Libertador a duras penas mantenía unido. “Divide y vencerás” es la consigna seguida al pie de la letra por el naciente imperio. Páez recluta tropas por su cuenta de modo que mientras el Senado de Colombia lo suspende de todo mando militar, el Cabildo de Valencia le encomienda la Jefatura Suprema del Ejército en Venezuela. Páez, un hombre del llano, de su tierra, que no mira más allá del horizonte venezolano aprovecha la oportunidad para liberar a Venezuela de la dependencia de Bogotá.

A pesar de que en 1827, Páez obedece a la superioridad de Bolívar, ya El Libertador está sólo en su propia tierra. El águila se abate sobre su propia pesadumbre. La rapiña envaina la espada sólo por un corto tiempo. Vuelve, El Libertador, a Bogotá y la oposición de la oligarquía neogranadina no se hace esperar, le hacen irrespirable el ambiente, hoy diríamos “calientan la calle”, movilizan a los estudiantes universitarios lanzándolos a las calles al grito de “¡Muera el tirano y viva la libertad”.

Tengo la impresión de que al Don Quijote que habitaba en Bolívar, le faltó un buen Sancho en el camino, un Sancho que le hubiera razonado de esta manera: “Baje vuesa merced de la nubes y pisemos el suelo duro, que el que mucho abarca poco aprieta, y todo se nos va en humos de gloria”. Pero El Libertador carecía del fiel escudero. Terminó, allá por enero de 1830, renunciando a su cargo de mandatario y exclamando: “¡Mi gloria, mi gloria! ¿Por qué me la arrebatan? ¿Por qué me calumnian? ¡Páez, Páez! Bermúdez me ha ultrajado indignamente en una proclama: pero Bermúdez fue, como Mariño, siempre mi enemigo; Santander se hizo mi rival para suplantarme, quiso asesinarme después de haberme hecho una guerra cruel de difamación calumniosa”.

Ayer, 23 de mayo de 2008, el Comandante Chávez volvió a tender su mano y su corazón (así dijo el Comandante) a Álvaro Uribe, presidente de la oligarquía neogranadina y ficha principal del imperio en sus planes por extirpar y borrar de la historia el nombre de Chávez, el ejemplo de la Revolución Bolivariana y dejar además un buen escarmiento de modo que los pueblos por años no vuelvan al atrevimiento. La historia, ese profeta que mira hacia atrás, pareciera a veces serle esquiva al Comandante Chávez, ojalá otros podamos asumir el rol leal y agradecido de Sancho.

Comandante Chávez, en esta guerra sistémica usted representa la esperanza de los pueblos, no permita que el sol le derrita las alas. El capitalismo no perdona, cuando amaga con sonrisas es porque prepara el puñal. Aquellos que ensalzaron la figura del libertador serían los mismos que consumada su destrucción decretarían fiesta. Causan horror los titulares que dedicaron los periódicos de Caracas y Bogotá al conocerse la muerte del Quijote universal encarnado en Bolívar. “El Tirano ha Muerto”, “Por fin América respira”, “Viva la Libertad”.

¡No más, Comandante…no más, pase de su pueblo ese cáliz!

“Es que la hoguera se apaga cuando los brazos se cansan de echar leños a la llama”

martinguedez@gmail.com


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Martín Guédez


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