"Supongo que he tenido todas las tentaciones, las de Cristo y las de Silvio Rodríguez. Pero si uno no tuviera tentaciones sería fácil, no existiría el mérito. El mérito es el triunfo del espíritu sobre las tentaciones."
Su voz no es cálida ni grave ni particularmente seductora, sino más bien aguda, de un timbre casi metálico y sin embargo frágil. Al escucharlo, uno llega a temer que en cualquier momento se le quiebre, y ese riesgo (que en su caso no es deliberadamente buscado sino más bien lo asume como algo irremediable) también forma parte de su extraño atractivo.
En características que en cualquier otro cantante serían anticarismáticas, Silvio funda precisamente su carisma. Quizá el secreto resida en que siempre transmite una gran sinceridad, una honestidad a toda prueba, un no aparentar lo que no es, y, en estos tiempos de famas prefabricadas, de engendros de la machacona y mistificadora publicidad, esa actitud, a la que el público accede sin intermediarios, significa una bocanada de aire fresco en un ámbito, como el del espectáculo, por lo común tan especulativo como artificial”. Mario Benedetti.
El penúltimo mes. San Antonio de los Baños existe, y está ahí en el centro de Cuba, oliendo a tabaco. Ahí nació quien es considerado el más profundo de los trovadores caribeños de la segunda mitad del siglo XX, con el añadido sobre otros, de que más allá de la trovaduría, es un cronista excepcional que rememora episodios pasados, plasma los presentes y avizora los del futuro. No en vano su más reciente producción lleva el título de “Cita con los ángeles”.
El próximo sábado estará arribando a sus 57 años de vida el nacido el 29 de noviembre de 1946, fruto del amor de Víctor Dagoberto y Argelia.
Es poco lo que no se sabe de él, porque Silvio Rodríguez es aplastantemente honesto, y cada pregunta que se le hace genera una respuesta profunda, enlazada con su vida, con sus reflexiones, con sus acciones y sus anhelos. Rodríguez ha hecho siempre suya la máxima martiana según la cual “Hacer es la mejor manera de decir”. Y miren que ha hecho. Y miren que ha dicho.
Ha corrido mucho agua en el río de su pueblo desde que su madre lo llevó a la radio a cantar “Viajera”, aquel inolvidable tema de larguísima introducción que popularizara Luis Arcaraz.
Intenso ha sido el tiempo de un Silvio en la milicia, (Si alguien roba comida, y después da la vida ¿qué hacer?"), de un Silvio dibujante en la revista “Mella”, (Una mujer con sombrero, como un cuadro del viejo Shagall) de un Silvio repelido por aquella cierta sonrisa burocrática que no entendía sus cabellos largos, y menos sus textos, plantado sin traje de artista en la televisión cubana de entonces.
Fiel a sus maneras, si alguna vez tuvo que esconder los discos de Los Beatles en las portadas del Trío Matamoros para poder llevarlos consigo, la vida le concedió la gloria de poder inaugurar la extraordinaria estatua de John Lennon en La Habana, en reconocimiento a un músico que no posee otra (estatua) en países de los que tanto cantan “Imagina” o cacarean “un chance a la paz”.
Días y flores. El permanente encanto de la Nueva Trova cubana siempre ha radicado en la autenticidad; autenticidad que en un tiempo era reflejo de sueños de todos. Hoy, cuando el cuadro anímico de Latinoamérica ha bajado la utopía a tierra y ha permitido encontrar a cada pueblo su unicornio, sigue siendo permanente el encanto de esa trova ya no tan nueva, pero siempre joven, que envejecer, ciertamente es obligatorio, pero crecer es opcional. Y ha sido opción de muchos crecer, como creció ese canto alimentado de verdades felices que arrastraban dificultades. (Y quiero que me perdonen por este día los muertos de mi felicidad).
Aquellos jóvenes herederos de Sindo Garay, de Manuel Corona, de María Teresa Vera, de Alberto Villalón y Rosendo Ruiz, se armaron de guitarras y de convicciones... y ahí están, seguidos en la idea y en la música por un ejército planetario de personas libres de alma, consecuentes con la vida y sabias como la Palmera del Caribe, más poderosa que el Roble... por adaptable a la tormenta.
Silvio Rodríguez casi no sale de Cuba.
En estos tiempos su vena poética casi no se lo permite. Su más reciente viaje fue a Santiago de Chile porque era de vida para él rendir tributo a Allende y a Víctor Jara. ( “Líbranos de aquél que nos domina en la miseria, hoy es el tiempo que puede ser mañana” ).
Con la mezquindad impuesta por la industria de las comunicaciones musicales es casi imposible conseguir las dos más recientes producciones del cantautor: “Expedición”, de 2002 y “Cita con los Ángeles” de este año. Con el ostracismo a que son sometidas las auténticas expresiones musicales de los pueblos del continente en nuestro país por parte del imperio radial que dispara basura en los oídos venezolanos, han de ser titánicos los esfuerzos por escuchar esos temas, y otros. Menos mal que las mejores emisoras están en la casa de cada uno... y en la conciencia.
Silvio acaba prácticamente de ver nacer a una nueva hija... y a un nieto.
Se especula en torno a su presencia en Caracas. Doce años de ausencia no han podido acabar con el inmenso afecto y con la gratitud que millones de venezolanos guardamos por él. Y en el amor cabe esta espera. •
UN PENSAMIENTO
“Creo que mis canciones, en cierto sentido, siempre han sido una especie de grito -con pocos decibelios, porque la bulla no me gusta-. Creo que todo el que tiene algo que decir, lo hace desde su propia conmoción.
Casi todas mis canciones llevan implícita alguna queja y creo que no hubieran podido ser de otra manera. Querer atrapar la vida conlleva una angustia tremenda y estoy seguro de que los que hicieron las pinturas rupestres la sintieron”.