La inteligencia de un intelectual no necesariamente es ilimitada, sin parajes desérticos, puede estar circunscrita a determinadas materias. No es la llave maestra que abre todas las puertas. Conocí estrechamente a un gran escritor, maravilloso poeta, internacionalmente conocido, que además de su bondad infinita y espíritu abierto, universal, casi todo lo entendía, pero murió sin poder aprender a utilizar un celular, por lo complicado que le era.
América Latina cuenta con intelectuales, particularmente escritores, del más alto nivel, en cualquier idioma. Han sido reconocidos con todo tipo de galardones, entre estos el máximo premio literario: el Nóbel. Son ellos nuestro orgullo por el prestigio que nos han proporcionado, por el mundo de belleza que han creado, el encanto que proporcionan a la vida y su inmensa creatividad, por lo que podemos pensar que todos sus valores intelectuales y espirituales son del mismo tenor y no es así, en ellos hay campos del conocimiento donde abundan los baches, charcos en el camino, como en cualquier ser común, con sus pasiones individuales, virtudes o defectos, egoísmos o generosidades, oportunismos o perseverancias, sobre todo cuando se invade el campo de la política, donde juegan como en un tablero, valores, sentimientos, sensibilidades, intereses, personalismos, es decir, todo lo bueno y todo lo malo de que esta hecho el ser humano.
La política, como comportamiento del hombre ante los asuntos públicos, puede ser asumida de acuerdo con la filosofía que se tenga ante la vida; los intereses que se defiendan o pretendan; el grado de amor a los pueblos, sobre todo la parte más humilde; la actitud ante las injusticias y las desigualdades, en fin, de qué manera sostener una situación creada o de qué manera cambiarla. En todo caso, siempre tiene que ver con el pensamiento y la sensibilidad de cada cual y no con su grado de inteligencia. Por eso los escritores no pisan el mismo terreno ni se acurrucan en la misma trinchera. A veces cambian de campo. John Steinbeck, uno de los grandes escritores del siglo pasado, Premio Nóbel, llegaba hasta lo más profundo de nuestro ser con su narrativa sobre la lucha del hombre contra sus adversidades, su miseria, la explotación de su trabajo esclavo para las familias poderosas, sin embargo, en los últimos años de su vida, su cerebro estuvo al servicio de la masacre de los marines en Vietnam. Celebraba, como corresponsal de prensa, la modernidad y eficiencia de las armas de guerra que volaban por los aires los pedazos de seres humanos. ¿Qué diferencia había entre un campesino californiano y uno vietnamita?. ¿Capacidad de diferenciarlos por razones políticas o por debilitación moral?.
A pesar de tantas injusticias que hoy conmueven al mundo, cuando, como dice García Márquez, los poderes mundiales parecen concertados para arrastrarnos, algunos de nuestros escritores, han tomado partido y se dedican a destruir cualquier ensayo de redención que se ventile en nuestros países, por medio de falsedades complacientes con aquellos poderes. Miami es el núcleo de abastecimiento de noticias siempre manipuladas. Cada vez que esos intelectuales la visitan, se enciende su espíritu destructivo y falaz. Esa ciudad se ha convertido en centro de declaraciones sobre los acontecimientos latinoamericanos, actualmente, en particular, de Venezuela y tan confiable como la información suministrada, durante la Segunda Guerra Mundial, por las oficinas de la GESTAPO sobre el comportamiento y conducta de los judíos. Nuestros literatos en lugar de informarse con intelectuales de su mismo nivel, europeos, que sí conocen a Venezuela, o norteamericanos, como Noam Chomsky, uno de los pensadores más notables de nuestro tiempo, prefieren recurrir, sin embargo, a los obcecados cubanos mayameros.
Recientemente en unas declaraciones de escritores latinoamericanos, por supuesto desde Miami, se dicen unas cuantas falsedades: “ Venezuela está destrozada, las libertades públicas están restringidas” dice Vargas Llosa. La verdad es otra, desde 1945, es decir, desde hace 58 años, es la primera vez que en el país no hay un preso o perseguido político, un exiliado que no sea por voluntad propia, un agredido, o un torturado. Añade: “Venezuela había tenido 40 años de gobierno democrático y era un país privilegiado por sus riquezas naturales”. Cuarenta años donde hubo asesinatos políticos, prisiones, muertes en tortura, prisioneros lanzados desde helicópteros, perseguidos y un gobierno a disposición exclusiva del vandalismo de partidos políticos corrompidos. El Presidente actual heredó una población con más del 80% en pobreza crítica y cualquier político que trate de mejorar las condiciones de esa masa social, ahora es calificado de populista. Antes Chávez fue llamado por estos mismos señores: comunista, terrorista, totalitario, dictador, protector de las guerrillas, amigo de Bin Laden y cuanta estupidez podía ocurrírsele a sus enemigos. Hoy el epíteto es el de populista, es decir el de fascista. De ahora en adelante, cualquier medida que beneficie a las clases empobrecidas, será populismo.
En un artículo reciente publicado en el diario “El País” de Madrid, el escritor mexicano Enrique Krauze compara a Chávez con Hitler lo que indudablemente es una infamia. Nos da una lección de cómo desarrollar América Latina, de cómo lograr un crecimiento económico sostenido, con estas tres reformas, las que “Atañen a la microempresa, el papel de los intelectuales y la relación con los Estados Unidos”. Esa propuesta hace recordar el cadalso que se encuentra aún a la entrada de Auschwitz. El tribunal que condenó por sus crímenes a uno de los jefes de ese campo de concentración lo obligó a construir con sus manos su propio patíbulo, donde fue ahorcado.
Lo que sí parece dogmático para conseguir el crecimiento de un país, es que este no puede desarrollarse sino cuenta con una política que genere fuentes de trabajo permanentemente, mediante el procesamiento de sus materias primas. Ningún país del mundo se ha desarrollado exportando sus bienes naturales, sino manufacturándolos, de ahí la justa decisión de los indígenas bolivianos de no entregar su gas, un bien perecedero, que nada les aporta, como si les aportaría una fábrica de amoníaco o de fertilizantes. Un país desarrollado es un país manufacturero y uno subdesarrollado es exportador de materias primas. Es la empresa privada, pública, colectiva, o de otra naturaleza, la que desarrolla un país, porque crea ocupación laboral.
Los latinoamericanos creamos extraordinarias civilizaciones, tan avanzadas como las más evolucionadas en la historia, pero no tuvimos ni los medios bélicos, ni la entereza personal para defenderlas, ya desde nuestros orígenes mostramos nuestras inconsistencias. Manco Inca Yupanqui, hermanastro de Atahualpa, gallardo emperador de los Incas y traicionado y asesinado por los españoles, después de pagarle un rescate inmenso, sirvió a los conquistadores contra su pueblo – por los privilegios que recibiría - al ponerse al frente del ejército indígena, fue un traidor, a pesar de que ante las atrocidades de los invasores tuvo posteriormente que rebelarse. Ciertas herencias, como algunos productos químicos parecen que no son biodegradables. Puede ser que aun conservemos algo de Manco.
La explicación de los nuevos e intensos ataques contra el gobierno venezolano tiene sus razones. La Constitución Bolivariana reforzó el sistema democrático con el establecimiento de los referendos revocatorios, es decir, que toda elección popular puede ser revocada por el pueblo. Así está planteado en Venezuela, pero, la oposición casi seguramente no podrá reunir el 20% de electores que deben firmar la solicitud para el referéndum por lo que los golpistas nacionales e internacionales están tratando de minar las bases del gobierno para responsalizarlo de la imposibilidad de que el Revocatorio sea convocado por falta de apoyo popular a una oposición que ha cometido toda clase de desafueros y que ahora le corresponde saldar.
Simplemente se trata de una conjura grotesca.
Lisboa, Noviembre 2003
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