El purgatorio de los revocados

Los libros antiguos nos narran que el purgatorio es un lugar tenebroso, sumergido en espesas nieblas, donde las almas vagan en vacío sin destino cierto, quejándose lastimosamente de su perenne inexistencia, atrapadas en una ambigüedad desgarrante.

¿A dónde irán los diputados del MAS o los del más menos partido de Luis Miquelena una vez revocados?

Los del MAS, primero fueron del PCV. Luego integraron una fugaz “Mayoría Comunista” que se proclamaba como los verdaderos comunistas. Después se erigieron en los auténticos

Adversarios de la burguesía, dispuestos a romper lanzas para preservar la pureza revolucionaria e implantar el socialismo a todo trance. Más tarde, para diferenciarse del PCV, se reconciliaron con Carlos Andrés Pérez en quien encontraron “”inéditas semejanzas”. Entonces, iniciaron un acelerado proceso de “parecerse lo más posible a Acción Democrática”, como gustaba referir uno de sus dirigentes, en el marco de una teoría muy masista según la cual en Venezuela era obligatorio ser adeco y romper con todo paradigma revolucionario.

Al final fueron a parar, muy gozosos, en el Gabinete Ministerial de Rafael Caldera y se reputaban de disfrutar de la confianza de Tinoco y Cisneros, de Fedecámaras y de la Embajada Norteamericana, con lo que, según ellos, terminaban de lavar el “pecado” de haber militado en el PCV y concluían con éxito el empeño de convertirse en la” nueva Acción Democrática”. El resto de la historia es reciente y conocida. Se unieron a Chávez cuando el triunfo no dejaba lugar a dudas y lo traicionaron cuando pensaron que su caída era inevitable.

¿Y qué decir de los diputados de Miquelena? En verdad muy poco. De pasado gris, sin historia, sin consistencia ideológica, tal vez formados en esos grupos de confusa mezcolanza que de vez en cuando surgen en los pasillos universitarios y ahora llevados a la cumbre de la mano tutelar de su padrino.

¿A dónde irán? ¿Qué tienda política los irá a buscar al purgatorio? Dejémosles vagar por las espesas nieblas, en el trágico vacío de la ambigüedad y la perenne inexistencia. Y en cuanto a nosotros, aprendamos la lección. Los cuadros de gobierno y del Partido no se improvisan.


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Guillermo García Ponce


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