Ni los opresores ni los verdugos podrán ahogar el clamor del pueblo

Hay que desechar todo viso que de alguna manera nos haga pensar que, las bases del pueblo venezolano, son unos condenados de la tierra. 510 años han transcurrido desde que el opresor proveniente desde el viejo continente minó a los primogénitos pisatarios de estas tierras venezolanas, dejando a su paso una senda de injusticias acumuladas, tras la aniquilación indiscriminadamente de nuestros indígenas; “el botín –dice Marx—conquistado fuera de Europa mediante el saqueo, la esclavización y la matanza, refluía a la metrópoli para convertirse aquí en capital”, pues a juicio de este pensador “el capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies a la cabeza”.

Ciertamente, como lo advierte Marx hemos sido ultrajados, desde el inicio de nuestra peregrinaje en esta vida, y que lamentablemente pese a los ingentes esfuerzos de tanto insignes hombres y mujeres, incluyendo las bases del pueblo, todavía una historia jubilosa y plena en la que coincidan la libertad individual y la libertad social, que se realizaría en el momento en que queden satisfechas las condiciones económicas y sociales del país, ello aún está por materializarse. Entonces, Marx, a propósito de los exterminios de nuestros pueblos, el cual aseguró un cúmulo de riquezas para el viejo mundo, manifiesta:

“… aseguraron a la creciente burguesía europea nuevas vías comerciales y mercados y aceleraron el proceso de descomposición del feudalismo y del surgimiento de las relaciones capitalistas en Europa –esto se está sucediendo durante los siglos XVI y XVII--. También pusieron comienzo al establecimiento del sistema colonial del capitalismo, cuyos rasgos típicos fueron el pillaje descarado, la monstruosa explotación y el exterminio físico de los pueblos esclavizados de Asia, África y América. El sistema colonial fue una palanca del proceso de la denominada acumulación originaria –del capital-- , contribuyendo a que se concentrasen en las manos de la burguesía europea inmensos recursos monetarios imprescindibles para organizar la gran producción capitalista”.

Este pasaje o comentario de Marx es más que fulminante para entender de una vez por todas que Venezuela y en ella su pueblo, no nos podemos permitir que en el inconsciente de las bases del pueblo aún retumben los grilletes y las cadenas de los tres siglos de esclavitud al cual fuimos sometidos; por tanto, a esa base del pueblo, al campesino, al obrero, al proletario, le corresponde la misión histórica de resolver los ingentes conflictos sociales, políticos y económicos, para ir en condiciones reales hacia una superación decisiva.

Ya el Libertador Simón Bolívar, antes en 1819, perfectamente consciente de la situación política venezolana, advertía que el origen de nuestra vida colonial presentaba un aspecto diametralmente opuesto al sistema angloamericano. España, decía Bolívar, desde el origen mismo no sólo nos enajenó todas nuestras libertades, sino incluso, no nos permitió la “tiranía activa”, esto es, la posibilidad de que nosotros mismos nos tiranizamos, impidiéndonos el acceso a los asuntos y a la administración interior.

“Esta abnegación nos había puesto en la imposibilidad de conocer el curso de los negocios públicos: tampoco gozábamos de la consideración personal que inspiraba el poder a los ojos de la multitud. Les diré de una vez, estábamos abstraídos, ausentes del universo en cuanto era relativo a la ciencia del gobierno”. Además, a esta total ignorancia sobre la cosa pública se añadía el nefasto ejemplo de España. “Discípulos de tan perniciosa maestros las lecciones que hemos recibidos y los ejemplos que hemos estudiado son los más destructores. Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza, y por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición. La esclavitud es hija de las tinieblas; un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción: la ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia, de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil: adoptan como realidades las que son puras ilusione; toman la licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia”. (El Libertador ante el Congreso de Angostura, el 15 de febrero de 1819).

Es obvio que, es un imperativo, que se deje, se debe superar la visión fraccionada, discontinua, descontextualizada (a la llegada de los europeos a nuestro continente ya allá en el viejo continente imperaba el modo de producción feudalista y un floreciente mercantilismo) y parcial que suelen ofrecer algunos textos e individuos de historia de Venezuela.

Sin lugar a dudas, que el combate de la mala pata del venezolano, sigue sin decidirse, e incluso, ni siquiera El Libertador y Padre de la Patria, Simón Bolívar, logró configurar el juramento que una vez hiciera. Bolívar ofrendó su vida y sus más ínclitos valores, por la noble causa de la libertad y la independencia de América, este hombre con una pasión y un amor hacia su pueblo, dijo en el año 1805, un juramento que aunque cumplió a cabalidad contra el opresor de la América, el cual es un testimonio ejemplar de su lucha emprendida contra los sanguinuelas opresores de los pueblos de América Latina, a saber:

“Juro por el Dios de mis padres; juro por ellos, juro por mi honor, juro por la Patria, que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español”; más tarde sentenciaría: “Jesús, que fue la luz de la tierra, no quiso dignidades ni coronas en el mundo: él llamaba a los hombres hermanos, les enseño la igualdad, les predicó las virtudes civiles más republicanas y les mandó a ser libres, porque les amonestó que debían ser perfectos”.

Sin embargo, veinticinco años después de este solemne juramento, Bolívar, en fecha 9 de noviembre de 1830, prácticamente a un mes de su deceso, en una comunicación enviada al general venezolano Juan José Flores, quien sería el primer presidente de Ecuador, le dijo: “Vd. sabe que yo he mandado veinte años, y de ellos no he sacado más que pocos resultados ciertos: 1º., la América es ingobernable para nosotros; 2º., el que sirve una revolución ara en el mar; 3º., la única cosa que se puede hacer en América es emigrar; 4º., este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles de todos colores y razas…”, esto lo dijo un hombre en su lecho en el que encontraría la muerte; un hombre que luchó simultáneamente con la pluma y con las armas, dejando un reflejo en sus escritos de las circunstancias históricas prevalecientes en el siglo XIX.

¿Es muy difícil entonces qué un Estado como el nuestro multimillonario por el chorro de dólares que a diario le entran sólo por concepto del petróleo, pueda alcanzar, una vida digna para el venezolano? (Antes, en los inicios de nuestra mala racha, no había ni petróleo ni una industria del hierro, ni los ingresos fiscales por los abultados impuestos). La respuesta es que ni los opresores ni los verdugos podrán ahogar el clamor del pueblo y de las víctimas; razón de más para que el tribunal de la conciencia humana, asaltada por los innumerables sufrimientos del hombre venezolano, no haga oídos sordos y se organice cada vez mejor. La victoria es nuestra, ¡salud!

albertovargas30@hotmail.com


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Alberto Vargas

Abogado y periodista, egresado de la UCV, con posgrado en Derecho Tributario y Derecho Penal. Profesor universitario en la cátedra de Derechos Humanos

 albertovargas30@gmail.com

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