"Aparte de los males de la época actual, tenemos que soportar una larga
serie de males hereditarios provenientes de la supervivencia de modos de
producción superados con las consecuencias de las relaciones políticas y
sociales anacrónicas que engendran." Karl Marx "El Capital, Tomo I,
Prefacio de la Primera. Edición Alemana.
Y contemporáneamente, dentro del mismo sistema capitalista vigente, vale
añadir a ese epígrafe: "Tenemos que soportar los males que engendra el
reciclaje de fases burguesas mundial y macroeconómicamente ya superadas"
Esta es la idea: Sin duda, lo que vulgarmente se denomina "pequeña"
empresa (PE) ha sido hasta ahora un importante medio de empleo,
particularmente en economías paramonopolizadas por el Gran Capital, por sus
transnacionales y/o por empresas nacionales de dilatado giro. Cobran
semejante importancia como alternativa eficaz para suavizar el permanente
desempleo que reina y hasta crece en dichas economías. Así es cómo se las
maneja y se justifica su existencia, su protección y su defensa política y
electoralmente popularizada.
Efectivamente, el gran capital (GC) carece de estímulos para incrementar el
empleo en sentido amplio. Su alto grado de maquinización así lo confirma.
Contrariamente, La pequeña empresa asume esa tarea con desbordado
entusiasmo. Esto para nada lo negamos. Todo lo contrario.
Pero bien miradas las cosas, no existe tal pequeña empresa, como tampoco
existen la mediana ni grande e. Estas denominaciones son reflejos contables
y cuantitativos del volumen del giro o monto físico de dinero destinado a la
contrata y explotación de asalariados, durante su encadena y repetitiva
evolución. "Lo que sí existe es la empresa capitalista, el comercio
aburguesado, sin importar su volumen de asalariados en funciones".
Ocurre que para que los asalariados sean productivos el patrono debe
dotarlos oportunamente y con estricto rigor complementario de equilibradas y
determinadas cantidades de materias primas y otros medios afines
conjuntamente capaces de viabilizar y coadyuvar a la transformación de la
fuerza de trabajo viva en las diferentes mercancías. Digamos que hay unos
explotadores mayores que otros, pero mancomunadamente todos son
capitalistas a secas.
Repetimos: no son los medios de producción los que se transforman en
mercancías o bienes útiles a la satisfacción de las necesidades
convencionales, sanas e insanas. Esa es una hipótesis académicamente muy
acabada y divulgada en la literatura de los más connotados centros de
enseñanza burguesa.
Lo que sí se transforma, pues, es la fuerza de trabajo cuando se emplea en
la producción o fabricación de aquellas materias primas y con el empleo
coadyuvante de herramientas y versátil maquinaria.
Por todo eso y más, decimos que la PE ha servido también como tejido
básico y celular para garantizarle continuidad sostenida a las Mediana y
Grandes Empresas. Este ha sido su rol más importante y consecuencialmente
más antiprogresista y contrarrevolucionario.
Alimentar de alguna manera y formas a las denominadas pequeñas y medianas
empresas (Pymes) es alimentar la insaciabilidad del GC. Las Pymes (pequeñas
y medianas empresas modernas) son insumidoras y clientes natos de las
empresas grandes.
Como hemos dicho en entregas anteriores, las empresas nacionales se hallan
subsumidas en las e. mayores y estas en las máximamente transnacionales.
Por su parte, las últimas se hallan reguladas por el capital Financiero no
menos internacional. Se trata de una red ecuménica de dominio económico
donde todos los empresarios del mundo burgués están atrapados como peces
en agitados y agónicos movimientos.
Es que en estos tiempos ningún empresario está exento del control y
supradominio capitalista universalmente reinante. Los variados medios de
producción sintéticos, las materias primas acabadas de segundo y tercer o
más órdenes, las patentes ad hoc, franquicias, las cuotas de mercado,
comerciantes intermediarios al mayoreo y detalleo, todo eso representa
férreas e inevitables ataduras mercantiles mediante las cuales todas las
empresas nacionales se hallan inevitablemente vinculadas con el poder y la
propiedad económica de los principales industriales del mundo. Los créditos
financieros de la banca privada son tal vez la forma más sutil de
dependencia impuesta al epresariato por el gran capital transnacional. Y
conste que semejante sumisión al GC no es nada subjetivo de parte de ningún
empresario.
Como eso es así, la clasificación convencional de las empresas entre
grandes, medianas y pequeñas ya nos dice que las últimas representan
embrionariamente a las segundas y estas a las primeras en una suerte de
cadena cuyos eslabones van engrosándose mediante cambios cuantitativos,
cualitativos y viceversa. Cadena al fin, todas las empresas terminan
encerradas dentro del conjunto que ellas han configurado.
Es de inferirse que cada pequeño empresario buscará abrirse paso, de meta en
meta rumbo a esa prosperidad "teóricamente" ofrecida por el sistema. Irá
creciendo y expandiéndose mediante sanas o insanas prácticas comerciales
con sus competidores de igual rango y en estricta dependencia con la
productividad de sus asalariados.
Señálese enfáticamente que los capitalistas de menor giro compensan su
reducida plantilla salarial con un mayor grado de explotación, con cargo a
más plusvalor o menores salarios, pero relativamente todos tienden a lograr
una rentabilidad aproximadamente pareja en relación al capital invertido
(Cónfer mi trabajo: El problema de la Transformación,"aporrea.org").
A propósito: Los historiadores cuentan que lo peor que podía sucederle a un
esclavo anciano era caer en manos de un esclavista pobre. Este sólo podía
comprar esclavos desahuciados por sus amos, por ancianos y enfermos.
Comidas de baja calidad y trabajos desconsiderados era lo que les esperaba
al mando de estos aspirantes a ricos. Tal como los "pequeños" y medianos
empresarios burgueses lo hacen con ilusorias miras a convertirse en los
magnates del GC., aunque en su carrera sufran profundas decepciones.
Cuando la pequeña empresa resulta próspera, necesariamente se convertirá en
una mediana empresa, y si la prosperidad acompaña a ésta entonces indeclinable y tendenciosamente terminará integrándose a la gran empresa, so pena de fracasar si no lo intenta.
Ese fenómeno se aplica simétricamente a todo el gerenciato. Los ejecutivos
empresariales que no son capaces de ascender desde el sótano de las
jefaturas departamentales, por ejemplo, para pasar así a las gerencias y
direcciones hasta llegar a las cúspides presidenciales de las
transnacionales involucradas, sencillamente van siendo expulsados de las
plantillas correspondientes.
Asimismo, las pequeñas empresas que no cruzan esa trayectoria industrial
simplemente salen del mercado. Es así cómo unos empresarios terminan ricos y
otros arruinados. Ser empresario rico es sencillamente una consecuencia de
ser patrono próspero. Otros empresarios terminan estancados o arruinados y
morosos. Tienden a reconvertirse en potenciales asalariados.
Por su parte mientras las grandes empresas van saturando los mercados
nacionales y transnacionales su rentabilidad en esos mercados tiene da
bajar, de allí surgen las bancarrotas y las crisis muchas de las cueles han
determinado guerras internacionales harto conocidas. Estas guerras,
maltusianamente entendidas, representan la salvación del mismo sistema que
las provocó. Y en estricta correspondencia con estos movimientos de ascenso,
prosperidad y declives económicos, la pequeña empresa representa los nuevos
brotes burgueses que antirrevolucionariamente alimentarán el sistema
capitalista en un ciclo de amplitud acotada cual Sísifo en zigzagueante
ascenso y despeñadero, desde el pequeño capital hasta el grande.
marmac@cantv.net