La iniciativa política, comenzando el 2004, la tiene el liderazgo revolucionario y el pueblo que sin pérdida de tiempo toma la calle para reclamarle a los sectores de la oligarquía atrincherados en el Banco Central de Venezuela, que le otorguen al Ejecutivo el millón de dólares para ejecutar el más grande y audaz proyecto agrícola de todos los tiempos en Venezuela.
En efecto, en el marco de las ininterrumpidas políticas de desarrollo nacional que impulsa el gobierno revolucionario y bolivariano del Presidente Chávez, conjurados los perversos efectos del paro económico y el sabotaje petrolero de diciembre del 2002 y enero-febrero del 2003, recuperada la economía nuevamente para un despegue definitivo, le toca al agro la parte fundamental del problema alimentario de toda la nación, es decir, crear las condiciones para un crecimiento agrícola sostenido, autóctono en gran escala, con tecnología de punta, sin abandonar las formas tradicionales, artesanales e indígenas.
Semejante política sin dudas que golpea poderosos intereses de capitalistas agrarios, de terratenientes y sectores importadores que ven amenazados sus intereses. La agro-industria, tradicionalmente atada a las transnacionales y al imperialismo tiemblan ante la posibilidad de perder el monopolio de la producción industrial de la harina de maíz, de la leche y muchos rubros con los que controlan los mercados consumidores y manejan a su antojo los precios. Tiemblan ante la posibilidad de que cese la importación de alimentos para animales y éstos se produzcan en el país.
Afecta a los latifundistas por la indetenible reforma agraria que hasta ahora le ha entrega un millón doscientas mil hectáreas de tierra a familias campesinas organizadas en cooperativas y fundos familiares. El latifundismo está herido de muerte, el reparto de tierras, créditos, maquinaria, ayuda técnica a los campesinos, continúa indetenible. Para ello han recurrido al crimen de líderes agrarios, a la importación de brigadas paramilitares de Colombia y la contratación de sicarios, buscando intimidar o detener la reforma del campo.
Un núcleo importante de los ganaderos teme el desarrollo de una ganadería que con una concepción nacional, permita el incremento de los rebaños lecheros y ganaderos, teme que se corte el contrabando de ganado hacia Colombia y teme, sobre todo, perder el control de los mercados, lo que signifique un abaratamiento del precio de la carne para el consumidor.
Afecta al capitalista importador, ubicado en los primeros niveles de la cadena capitalista, porque no sólo tienen el monopolio de las importaciones sino que han doblegado al país y lo han obligado a consumir todo lo que ellos importan, incluso cosas que no se necesitan pero que, a través de la publicidad y los medios, crean falsas necesidades. Serían los más perjudicados con la política de desarrollo agrícola endógeno porque va contra la economía de puertos que les ha dejado milmillonarios beneficios los últimos 45 años.
Nuevos actores se incorporan a la dinámica productiva del campo, los cooperativistas, formas muy cercanas al socialismo productivo, colectivista, solidario; los pequeños y medianos empresarios, con una auténtica conciencia nacionalista, que entiende que no sólo debe producir en función de los intereses del pueblo y del país y no exclusivamente de su bolsillo, como tampoco explotar y exprimir a los obreros agrícolas, que las ganancias deberán ser compartidas.
De ese millón de dólares nada o muy poco le va a quedar a la oligarquía y sus diversos componentes: la burguesía agraria, la agro industria, los latifundistas, los importadores; el reparto será, con toda seguridad, mucho más equitativo y justo, la riqueza será no sólo compartida sino los beneficios se sentirán en pocos años. Un vuelco de 180 grados está por producirse en el agro venezolano, un gran salto que cambiará la faz del interior venezolano en pocos años.
La resistencia del los directivos del Banco Central de entregarle al Ejecutivo el millón de dólares de las reservas internacionales, no es sólo un problema legal, es que los factores nacionales y transnacionales que siempre han dominado el campo venezolano y sus beneficios no serán quienes usufructuarán tamaña y descomunal riqueza, y le han ordenado a sus representantes oponerse tenazmente, violentar la Constitución Bolivariana, darle la espalda al país y al pueblo y defender los intereses de la oligarquía y el imperialismo. A ellos poco les importa si el país no se desarrolla en su agricultura, al fin y al cabo con esa situación de raquitismo agrícola ellos se han hecho millonarios.
La de 10 de enero no es una simple manifestación del pueblo campesino y los productores frente a la sede del Banco Central para presionar a la directiva, es, además, una clara y nítida expresión de la lucha de clases que se escenifica diariamente en Venezuela, lo novedoso está en que al lado de ese pueblo campesino está el gobierno, el propio presidente de la República, Hugo Chávez Frías.
Pero la suerte está echada, más temprano que tarde llegarán a las arcas nacionales el dinero exigido y necesitado, el desarrollo del país no se puede detener; como en las anteriores jornadas y confrontaciones, una vez más la oligarquía y la contrarrevolución será derrotada, apenas comienza esta lucha.
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