INTROITO
El Vesubio, aquel inclemente volcán italiano, creó fama y acuéstate a dormir con la erupción que sepultó a Pompeya, exquisita ciudad del imperio romano que bordeaba las faldas del cerro-bomba. Según dicen que la cenizada fue tan intensa y abundante que la gente no se dio cuenta sino cuando estaban llegando al cielo algunos pocos y al infierno la gran mayoría. Y digo la gran mayoría porque según los estudiosos, los romanos oligarcas de esa época eran tremendos bonchones, donde las orgías y borracheras eran el pan de cada día, al lado de estatuas de dioses, santos y santas, como lo vistillado el año pasado en la plaza Francia de Altamira, y donde los curas católicos, entre ellos los ancestros de Baltasar Porras, Mikel de Viana, Pedro Freites, Licker, repartían incienso y mirra y le echaban la bendición por supuesto a los elegidos de su dios, es decir, los oligarcas, porque como ustedes comprenderán la chusma no era gente. Lo mismito del año pasado. Y así dicen que el desenterrar Pompeya (desenterrar no, descenizar) y que consiguieron gente sentada a la mesa llevándose a la boca una cucharada de una rica sopa de un cruzado entre gallina criolla y costillas de res. Asoman que esa era la sopa por la sonrisa golosa y el desorbitamiento de los ojos que presentaban los vivos-muertos. Y otros dicen que si eso es verdad entonces las cenizas tenían que haber también encenizado a parejas haciendo el amor, porque esta actividad y que no tiene hora fija ni fecha en el calendario cuando las ganas se juntan. El total es que ahora Pompeya, mejor dicho, las ruinas de Pompeya están allí: para que los turistas las contemplen y les tomen fotos y las filmen. A nadie se le ocurriría hoy día reconstruir Pompeya ¿Y de que vive Italia y el resto de Europa, pues? De sus ruinas. ¿París moderno? ¿Madrid moderna? ¿Venecia moderna? ¿Viena moderna? Sácamelo. A la gente lo que le interesa es ver lo pasado, y si está en ruinas mejor. Fíjense en la puerta de Alcalá, en Madrid. Ya no es puerta sino un monumento, conservado. O en el Coliseo en Roma: ruinas pero conservadas. Y así sucesivamente. En el nuevo mundo, nosotros incluidos, no somos tan viejos como para tener ruinas al estilo europeo. Claro, tenemos cultura indígena milenaria (los mayas, los incas, los toltecas, los aztecas), y de manera muy inteligente los países donde esas culturas florecieron explotan turísticamente esas ruinas. En Venezuela no tenemos ese tipo de ruinas. Y así explotamos los monumentos naturales: los Roques, el salto Churún (mal llamado Ángel, el más alto del mundo), por cierto inaccesibles para la gran mayoría de los coterráneos. Pero tenemos otro tipo de ruinas, hoy hábilmente explotadas por la Descoordinadora de la oposición.
RUIN Y ARRUINAOS
Según el diccionario, alguien ruin es un pichirre, tacaño, sórdido. Sin embargo en el lenguaje popular la expresión se extiende, y de hecho sustituye lo original, a personas coñoemadres, malagente, egoístas, saltatalanqueras, curas hipócritas, falsos profetas, politiqueros. Es alguien sin alma, sin corazón en el pecho, ya que éste último está lleno de envidias, amarguras epilépticas, malos sentimientos, odios, y pare usted de contar. En ese mismo camino, alguien arruinao es aquel que quedó limpio después de haber tenido. Pero también existe la extensión en lo moral, y así se entiende por ejemplo que pedro El Efímero carmona, juan Alimaña fernández, carlos rata inmunda ortega, manuel Mickel Jackson cova, son algunos especimenes arruinaos moralmente. Otros que se quedaron con moral cero son los sacerdotes del demonio baltasar porras, pedro freites, mikel de viana.
Y por supuesto algunos políticos, que fueron (en pluscuamperfecto pretérito, afortunadamente) líderes, que nos llenaron no solo el corazón sino todo el pecho de valores, de esperanzas y sueños revolucionarios, que fueron extremadamente ricos en esas banderas, hoy están arruinaos, y lo único que les queda es lástima, que es lo que dan.
LOS NOMBRES MÍTICOS
Qué casualidad. Esto me trae a la mente alguna de esas teorías esotéricas que dicen que el nombre hace a la persona. Y por eso existen esos fabricantes de sueños que venden “cartas astrales”, “cartas de alcurnia”, “blasones familiares”, todos aprovechándose de la ingenuidad de muchos pendejos. Y así existen los que hacen cartas futurólogas a los bebés según el nombre que les pongan. Y mientras más altisonante el nombre, más arrecho será el carajo. Ahora, yo no se si Pompeya se llama así por el emperador Pompeyo, o éste se llamó así por la ciudad. A lo mejor nació allí. Quién sabe. La historia antigua está llena de supuestos. Algo parecido pasa con aquellos nombres que en otro idioma tienen un significado. Por ejemplo el nombre Teodoro significa “hijo de dios”. Pa´cagase.
También dicen que el apellido Márquez, muy tierrúo, fue una degeneración de la expresión “Marqués”, título nobiliario, y, dicen algunos a quienes yo no les creo mucho, que uno de estos “nobles” españoles, a quien le decían “El Marqués” a secas (como el cuento del toro “Terribolas”), quien tuvo de todo y era bueno, parrandero y jugador, quedó limpio, precisamente por esta última virtud, y por castigo el rey de la zona le cambió la “s” por “z”, le rodó la tilde (pasó de aguda a grave), y lo convirtió en tierrúo. El carajo no tuvo bolas para soportar tanta desdicha y se hizo un hara-kiri (para eso le pagó al dueño de un sushi-bar de la zona, quien le prestó la daga y completó el servicio de decapitarlo). Sus descendientes, mojoneados por supuesto, como todos los españoles que se vienen a América, aún se creen superiores, de sangre azul, un poco mezclada, pero algo le queda. Y una de estas familias le puso Pompeyo a uno de sus hijos, con la esperanza de que este carajito tuviera una sinergia: los genes (qué bolas!!!) y el efecto roquetérico del nombre. Y así fue hasta hace pocos años. Dirigente político. De una muy pequeña minoría. Pero era el líder. Y con eso satisfizo las profecías y deseos familiares. Pero llegó Alzheimer y le jodió las neuronas. Y este líder, en vez de retirarse a sus cuarteles de invierno y escribir sus memorias, y que lo siguieran respetando, ahora se cree no solo un superarrecho, sino director de una sinfónica, Profesor Eméritus de la Universidad más atrincabolas del mundo. Y así se la pasa dando consejos a la oposición más fascista del mundo (la venezolana) y criticando de manera salvaje al gobierno revolucionario Bolivariano. Y lo más triste, lo más doloroso, es ver cómo utilizan a este viejito. No se quién le escribe lo que publica pero la verdad es que da grima. De aquel Pompeyo, del Santos Yorme, lo que queda es una piltrafa. Utilizada, reutilizada y recontra utilizada por la ultraderecha más recalcitrante ¿Qué le pasó a aquel hacedor de sueños? ¿No hay alguien, un amigo, un ex camarada, que le hable, que le pida por favor que no siga repartiendo lástima, qué despierte? Porque yo creo que él en su mundo semi real no sabe lo que está haciendo. No es posible, y eso no me lo calo, que Pompeyo Márquez esté sentado hoy a la diestra del fascismo más oscuro que hace solo algunos años enfrentamos. Con sangre, sudor y lagrimas. ¿Qué lo hizo cambiar? ¿Estará desinformado? Porque no acepto, y me niego totalmente a creerlo, que él siempre fue así. El Pompeyo de hoy es un Santos Yorme arruinao. Y este pendejo en vez de quedar como la Puerta de Alcalá, uno de los monumentos de Madrid más impactantes, quedó como las ruinas de una casa vieja en una calle vieja de un barrio viejo, muy pronta a ser borrada del mapa y ser sustituida por una edificación moderna, fría, sin alma.
Luis Rivero Badaracco
Maturín, 12 de Enero del 2004.
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