Desde tiempos muy antiguos la democracia ha sido definida como el gobierno del pueblo y el pueblo como la mayoría de la Nación. La mayoría y el pueblo tienen derechos. Sería insólito que la democracia sufriera una voltereta y el pueblo y la mayoría perdieran sus derechos. El primero de estos derechos es gobernar, dirigir, decidir. No se puede aceptar que la minoría imponga las reglas y normas de gobierno. Eso no es democracia, es autocracia, es el gobierno de una minoría.
En Venezuela, la oposición pretende que la mayoría y el pueblo renuncien a sus derechos y concedan el gobierno a la minoría. En la Asamblea Nacional una minoría arrogante y desafiante obstruye la labor legislativa, impide al país tener las leyes que son requeridas para asegurar la paz, estabilizar las instituciones democráticas e impulsar el desarrollo económico del país. En otro escenario, los partidos de la vieja política pretenden negar las prerrogativas y la autoridad del Consejo Nacional Electoral. Demandan que debe convocarse a un referendo revocatorio del mandato del Presidente de la República aún así no hayan reunido las firmas exigidas por la Constitución.
Pero, no es la primera vez que se pretende violentar los derechos de la mayoría y los derechos del gobierno de la mayoría. Ocurrió también el 11 de abril del 2002 cuando se tomó por asalto el poder mediante el secuestro del Presidente de la República electo por una mayoría y de nuevo en diciembre de ese año cuando se atentó contra los derechos de la mayoría a la salud, a la educación, al libre tránsito, a la alimentación, etc.
El fracaso de la ingenua política de perdón y clemencia después del 13 de abril condujo al paro patronal de diciembre y a los desafíos sucesivos contra los derechos de la mayoría. El desconocimiento de los derechos de la mayoría es un atentado a la paz y a la democracia. El carácter autocrático y antidemocrático de una minoría que no respeta los derechos de la mayoría obliga necesariamente a la mayoría a defender sus derechos con la mayor firmeza.
