El ambiente bucólico del campo invita a la paz. Todo campesino ama la paz. Cuando la ve amenazada, se rebela. Ocurrió con las etnias aborígenes frente a la invasión europea. Ocurrió con Emiliano Zapata frente a la injusticia en la posesión de la tierra. Ocurrió con Sandino y Farabundo Martí. Ocurrió con Manuel Marulanda y los 47 campesinos que tomaron el camino de la guerra y fundaron las FARC.
Como comandante en jefe, derrotó todas las campañas militares planificadas por los asesores gringos, cuya estrategia consiste en masacrar la base social de la guerrilla. En medio de las acechanzas y peligros propios de la guerra su vida no fue “un lecho de rosas”. Durante sesenta años al comandante Marulanda le impusieron la guerra. La adoptó como forma de vida y ello le permitió llegar a la edad de 78 años. Miles de campesinos en Colombia no tuvieron igual suerte al caer asesinados por las balas y motosierras de la oligarquía.
En esa larga y cruenta lucha persiguió un objetivo: la paz, en los acuerdos de Casa Verde, en La Uribe, en el Caguán, y continúa esa búsqueda en Florida y Pradera. Firmó acuerdos que nunca le cumplieron, de igual manera a como los gobiernos oligárquicos le han sido incumplidos todas las promesas al pueblo colombiano.
Se estableció el “teléfono rojo” entre el palacio de Nariño y el Secretariado, lo cual constituía el reconocimiento a la beligerancia de las FARC. El más nefasto de los acuerdos fue el que condujo a la creación de la Unión Patriótica para incorporarse a la lucha cívica.
Combatientes de la guerrilla dejaron las armas para competir en las justas electorales por cargos de alcaldes, concejales, diputados, senadores, candidatos a la presidencia de la república. Uno a uno cayeron asesinados (5.000), por las bandas armadas de la oligarquía. Ni Pardo Leal ni Bernardo Jaramillo - igual que Gaitán – jamás pregonaron la guerra, siempre creyeron en la lucha cívica, la asumieron y fueron asesinados. Esta es una de las raíces del conflicto colombiano. La solución del conflicto no está en pretender liquidar a la guerrilla, sino, en devolverle las tierras a los cinco millones de desplazados internos y cuatro millones de refugiados en países fronterizos. La solución está en sacar de la pobreza a 33 millones de colombianos. Esta es la verdadera dimensión del conflicto y no como lo muestra la campaña mediática de la oligarquía. Las FARC no son causa sino efecto del conflicto.
Pensar que las FARC pueden ser derrotadas es tan igual a pensar que EE.UU. puede derrotar al pueblo iraquí. Si allá, que es una guerra en el desierto y en las ciudades, han fracasado con todo el poderío de su ejército y las sofisticadas tecnologías militares; en las altas montañas e inmensas selvas y llanuras de Colombia el fracaso será mucho mayor. Durante 44 años las FARC y Cuba lucharon solas, pero ahora cuentan con el insurgir de los movimientos sociales de nuestra América, que en Bolivia, Venezuela y Honduras ejecutan algo nunca visto y llena de asombro a las cancillerías del mundo: la expulsión de los embajadores gringos. Es nuestra América que se levanta, se reúne en UNASUR y le dice ¡no! al intervensionismo imperialista en Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Paraguay y donde quiera los pueblos decidan ser libres y soberanos. Si en la lucha solitaria de sesenta años las FARC ¡nunca fue derrotada! mucho menos ahora que cuenta con la solidaridad de las mayorías nacionales de nuestra América y en Europa, países como Dinamarca, reconocen su beligerancia.
En estos días en que los aguerridos habitantes de la barriada “23 de Enero”, en Caracas, construyen e inauguran un parque y le erige una estatua al heroico, legendario guerrillero Manuel Marulanda, unimos nuestra voz a tan merecido homenaje. Mientras Uribe junto a Bush tienen los días contados; Marulanda, Raúl Reyes, Iván Ríos y los heroicos combatientes de las FARC asciende al empíreo de los héroes de nuestra América. ¡Escalan la historia! El pueblo colombiano y su vanguardia guerrillera ¡Vencerá! ¡Patria o Muerte!
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