El Estado venezolano debería adoptar como standard el software libre

Digamos No al Capitalismo Político

*.-Lic en Física y Prf. en la USB

Este viernes pasado Aporrea publicó una entrevista a Richard Stallman, quien en 1983 dió inicio al proyecto de software gratuito conocido como GNU (http://www.gnu.org/gnu/manifesto.es.html). La premisa básica sobre la cual basó su proyecto Stallman es muy simple:

"Considero que la regla de oro exige que si yo quiero un programa debo compartirlo con otras personas que también lo quieren. No puedo, conscientemente, firmar un acuerdo de confidencialidad o un acuerdo de licencia de software."

En otras palabras, Stallman consideraba un programa de computación como una herramienta para la creación. Como tal, su uso debía ser accesible a todos.

En 1983 la producción de software todavía era un monopolio de la IBM y otras corporaciones transnacionales. Si bien es verdad que comenzaban a emerger nuevos actores como Lotus y Microsoft, el interés de estos también era comercial y su mercado natural era el mundo de los negocios. Que el software pudiere ser gratis era un concepto revolucionario, arriesgado. Sin embargo era tal la confianza de Stallman en su idea que abandonó, para dedicarse a ella, un lucrativo puesto de trabajo en el laboratorio de Inteligencia Artificial del Instituto Tecnológico de Massachussets. ¿Sobre qué se basaba esta confianza?

Stallman razonó que al liberar una herramienta creativa, otros harían uso de ella para crear, entre otras cosas, nuevas y mejores herramientas; es decir se aumentaría la capacidad creativa de todos. En base a esta estrategia los recursos de computación no sólo no se agotarían, sino crecerían exponencialmente. Stallman confió en que el impulso creativo podía contrarrestar el apetito de acumulación.

La historia le ha dado a Stallman la razón. Veinte años después de su manifiesto, el software libre no sólo es ampliamente disponible, es el de más alta calidad. ¿Por qué? Porque cientos de programadores en todo el mundo están dispuestos a contribuir su talento y esfuerzos a cambio del privilegio de aportar su creación individual al funcionamiento del colectivo.

Esto nos recuerda que lo individual no es antagónico a lo colectivo. La relación entre lo individual y lo colectivo es dinámica: lo individual genera lo colectivo y es dentro de lo colectivo que transcurre lo individual. Ningún esfuerzo colectivo puede prosperar si los individuos de la colectividad no obtienen de este esfuerzo un grado de satisfacción subjetiva.

De la historia de Stallman podemos extraer una conclusión obvia: el Estado venezolano debería adoptar como standard el software libre. Esto ahorraría una enorme cantidad de dinero y potenciaría la creatividad de nuestros programadores. Sería, en una palabra, lo revolucionario.

Pero podemos ir mas lejos. Para ello pedimos al lector que nos permita un rápido desvío hacia lo político.


En su libro, "Los Desafíos de la Nueva Izquierda", Marta Hanecker nos dice que para consolidar la lucha contra le neoliberalismo:

"La estrategia sería, entonces, articular la izquierda política (con la) izquierda social para, a partir de (esta articulación) reunir en una sola gran columna a la creciente y dispersa oposición social (antineoliberal)."

En nuestro país este objetivo no se ha cumplido. Los partidos, sindicatos, grupos de poder universitario y funcionarios de gobierno, dictaminan políticas y toman decisiones al margen de las ideas y aportes que emanan de organizaciones populares, medios alternativos, e individualidades que generan ideas y opiniones. La actuación del colectivo se limita, casi exclusivamente, al voto y a la acción de calle.

En Venezuela la lógica política sigue siendo la de la acumulación de poder.

Esto contradice el principio constitucional que declara nuestra democracia participativa. De hecho, en el léxico político local "participación"se "interpreta":

"Yo decido. Y yo te participo."

Bajo esta lógica de la acumulación de poder, la articulación que señala Hanecker es imposible. Razonemos ahora en paralelo a la historia de Stallman.

El poder político no es otra cosa que la capacidad de influenciar las decisiones que conciernen la distribución de los bienes sociales. Como el software comercial, el poder político tradicional es una mercancía que trafican, para su propio beneficio, quienes lo monopolizan. Y en la medida en que esta situación se mantenga, el poder político seguirá siendo ineficaz, abusivo, inhumano, corrupto.

Necesitamos entonces encontrar, como Stallman, una regla de oro que nos permita alinear el interés subjetivo de los individuos que conforman las mayorías con la necesidad de democratizar el poder. Necesitamos generar reglas de juego bajo las cuales sea personalmente satisfactorio distribuir el poder, mas que acumularlo.

Esto no es cosa fácil, pero tampoco es imposible.

En el caso de la comunicación que, como bien sabemos los venezolanos, es poder, podemos exhibir un ejemplo exitoso, el de Aporrea. Aporrea es el medio de comunicación mas abierto que existe hoy en Venezuela. Y la calidad de Aporrea es el fruto del trabajo de muchísima gente que contribuye su tiempo y su esfuerzo a cambio de la satisfacción de ver sus ideas incorporarse al entramado de nuestra acción y conciencia revolucionarias.

Finalmente, combatir la lógica política de la acumulación de poder es una tarea que va requerir de las ideas de mucha gente. Quienes liderizan la revolución pueden comenzar por escuchar, de verdad verdad, la voz del pueblo.



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Gustavo Mata *


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