El sábado no es buen día para engrincharse. Por eso me sorprendió y preocupó cuando, mientras intentaba digerir las noticias de fin de semana, tronó en la pantalla la voz de un rector electoral. Con evidente irritación, el doctor Ezequiel Zamora lanzaba batracios y reptiles contra unas declaraciones de los ministros Diosdado Cabello y Jesse Chacón. Pensé que al alto funcionario del CNE le podía dar una cosa y respiré aliviado al verlo concluir su metralla verbal sin mayores consecuencias, uf.
El rector Zamora se basaba para su perorata en lo que había leído en la prensa del día. Debió pedir los videos con las declaraciones de los ministros y luego responder. Así se habría ahorrado esa peligrosa rabieta sabatina. Debería, como árbitro, saber diferenciar entre el país real y el virtual o mediático. La prensa de estos tiempos, señor rector, descontextualiza y, al hacerlo, distorsiona. Cada vez es más frecuente que los titulares nada tengan que ver con el cuerpo noticioso o que éste no se corresponda con los hechos.
Cabello sólo dijo que si había que eliminar un millón de firmas, se procediera, tanto para las rúbricas presentadas por los bolivarianos como con las de oposición. En ninguna parte declaró que ordenaría eso a los directores del cuerpo. Por el contrario, pidió que se aplicara el reglamento a ambos lados por igual. Chacón declaró en el mismo sentido. En cuanto a apostar a los seguidores de Chávez frente al CNE, lo mismo ha dicho la oposición y, ese mismo día, marcharon en Barcelona para protestar la supuesta lentitud del organismo. También han llevado tortugas a la sede del ente electoral en un flagrante irrespeto a los rectores. Nada de esto ha irritado a Zamora.
En el último juego de la Serie del Caribe, el umpire del encuentro Venezuela-México, le lanzó un puñetazo a un bateador venezolano. Eso no lo puede hacer el árbitro, como un rector electoral debe evitar caer en el pugilismo de micrófono. Eso de que el cuerpo puede ser intervenido por el Ejecutivo con militares y no sé qué cosas, es de la exclusiva cosecha de Zamora. Tampoco la imaginación debe privar en las posiciones de los rectores.
El señor Puchi declaró que si le quitaban la victoria -¿cuál victoria?- él justificaría “una sublevación popular”. El señor Borges, la víspera de la rabieta zamorana, dijo en un canal de TV que no aceptarían un “No”, o sea, que el CNE debe decidir lo que ellos quieren. La gente de Primero Justicia se arrogó la potestad de emitir boletines diarios sobre el proceso de revisión y verificación de firmas, usurpando así las funciones propias del CNE. La señora Muñoz, presidenta de Fedecamaras, afirmó que acatarían la decisión del árbitro “si la misma estaba apegada a la ley”. ¿Piensa la señora que los rectores podrían decidir algo al margen de la ley? ¿Qué dice Zamora de todo lo anterior? Hasta ahora, nada.
Se me ocurre que las altisonantes afirmaciones sabatinas del rector del caso, son una reacción con efecto retardado. Su molestia vendría por la publicación de un email cuya autenticidad nadie ha cuestionado. Al parecer, estaba pendiente de cualquier declaración bolivariana para sacarse la espina. Lamentablemente, las que tomó de la prensa no se corresponden con lo que su imaginación le dictó. Es cierto que los rectores “tienen su corazoncito”, como el mismo Zamora lo declaró en una entrevista. Pero deben evitar que ese corazoncito, sea verde o blanco, se les suba a la cabeza y ocupe el lugar del cerebro, sobre todo los días sábado. Vea usted.
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