Pero
algo ampliamente conocido por todos es que a la sabiduría del pueblo,
desde los comienzos mismos de este proceso, le habíamos guardado
siempre un lugar de honor dentro del discurso revolucionario. Es más,
no sólo nos hemos felicitado suficientemente por la grandeza de esa
sabiduría, sino que también nos hemos preocupado en señalar sin
complejos su condición innata, intuitiva y natural en los hombres y
mujeres de nuestra tierra. Un orgullo, pues, sin pudores para quienes
somos testigos de dicha sabiduría en plena acción. Virtuosos ejemplos
nos colman con su oportuna resistencia, numerosas manifestaciones de
inconfundible buen juicio nos "ilustran" con la precisión de sus
respuestas. Sabiduría vivaz, dinámica y crucial para el avance del
proceso. Esa misma que protagonizara en forma exclusiva, espontánea y
"sin letras" la defensa de nuestra Patria en abril de 2002, y que
hiciera posible la gloriosa restitución de nuestro Presidente
democráticamente electo.
La
misma que hoy podríamos llamar sabiduría autodidacta, formada en lo
real (a menudo a golpes de hambre, exclusión e ignominia), y por lo
mismo milagrosamente visionaria, vanguardista.
¡Sabiduría Bolivariana!
Inevitable pues preguntarse:
¿NO HABRÍA MÁS BIEN QUE COGER CÁTEDRA?
Los
líderes... sí, compañero, son importantes —¡sin duda alguna!—, pero hay
saberlo: no hay verticalismos que valgan con nuestro pueblo. ¿Que le
falta a éste formación ideológica? Tal vez, pero sólo como a un músico
al que le faltara aprender el solfeo, es decir, al cual le convendría,
por pura precaución, surtirse de algo que eventualmente vendría a
complementar su talento (¡no a substituirlo!).
Lo
esencial (que en argot musical venezolano llamamos "guataca"), ya lo
tiene. No es con el resto, con lo accesorio, que sabremos lo que es
justicia, o que él podrá evitar las notas falsas... Aunque no
acostumbremos a decirlo mucho, sabemos que en fondo lo justo y lo
verdadero están siempre más cercanos al sentimiento y a la intuición
que al cálculo y a la deducción.
Para
usted, las elecciones regionales del 23N son consecuencia de una
vulnerabilidad del pueblo en materia ideológica. Pero ese pueblo no es
vulnerable en el sentimiento de lo justo, de lo verdadero. No tendrá
las herramientas teóricas, que nunca estarían de más, pero ya tiene lo
que usted no nombra: Lo Esencial.
¿Creeríamos
sinceramente que las masas populares están compuestas por imbéciles que
no saben diferenciar de qué lado del pan está la mantequilla? Hay que
remitirse a la historia, pues sólo ésta está en capacidad darnos
lecciones. Y contrariamente a lo que suele creerse, para interpretar a
ésta el pueblo necesita de muy pocos —poquísimos— traductores. Tal vez
porque es autor en ese terreno...
Su
artículo deja entrever, eso sí, todo un lenguaje. Obviamente usted da
muestras buena voluntad, pero también de simpatía por conceptos como
"formación de masas", "adoctrinamiento", "ideologización de cuadros".
Permítame señalar, compatriota, que se trata de un lenguaje muy básico
(atención, no me refiero al grado de sofisticación formal del mismo),
el cual constituye un "código político" extremadamente simplista para
ser aplicado al género humano en toda su dimensión. Las cosas no son
tan fáciles (sobre todo desde el punto de vista de la "gestión"), y las
revoluciones no son ni pueden ser asuntos tan simples, al mismo tiempo
que los verdaderos revolucionarios no son ni podrán nunca convertirse
en metafóricos soldaditos de plomo.
Hay
que parar, primero, de querer seguirle dando lecciones al pueblo, es el
colmo de la inmodestia. Una arrogancia que bien pudiera recordarnos a
las "elites conductoras" de Leo Strauss, inspirador del neconservatismo
norteamericano. Y luego hay que cambiar el lenguaje. No hay que dejar
que éste asfixie y confunda al proceso con fórmulas genéricas,
inadaptadas a partir de contextos y finalidades exógenas. El lenguaje
actual, de plena vigencia en nuestras filas, es empero inadecuado pues
refleja (o describe) las prácticas del capitalismo.
Es
el capitalismo quien está llamado a "formar masas" (para el consumo,
para la explotación, o simplemente para el matadero). Es quien
"adoctrina" (sobre todo a través de los medios, manipulando la mente
del colectivo, abusándola, inculcándole valores). Quien "ideologiza
cuadros" (o esbirros de la gestión, profanadores seriales del mundo,
tarifadores del alma).
Son
efectivamente las categorías y los métodos idóneos para a tales fines.
Los nuestros no pueden ser iguales, pues no tenemos los mismos fines.
De lo contrario, estaríamos simplemente compitiendo...
"No se llega por las mismas vías a lugares distintos."
La
línea que demarca netamente la separación entre el pueblo
revolucionario y la derecha fascista no ha sido "emborronada", como
usted dice, por falta de una "ideologización de las masas". No, la
deuda con el pueblo bolivariano no son esas Escuelas de Formación
Socialista que usted tanto extraña. No sigamos tratando de ignorante ni
echándole la culpa al que todo lo aguanta. Esa línea de demarcación es
sólo percibida hoy en día como difusa por quienes han subestimado,
desde sus posiciones de poder, el nivel de exigencia de la población
revolucionaria, y ha sido, en todo caso, más afectada por una falta de
afecto y de atención de parte de los empoderados públicos que por una
injerencia directa de la oposición. Lo que pasa es que el chavista
sólo cree en el amor, y no le meten gato por liebre, venga de donde
venga.
Aquí tocamos fondo.
Son los niveles profundos, no epidérmicos de la revolución.
Saludos del pueblo.