Al amanecer el sol emerge del mar, sudando, cruza la bóveda celeste de 180 grados y hunde otra vez en el piélago, el disco rojo, entre hervores de agonía. En cualquier sitio, el nivel del horizonte de 360 grados de circunferencia, está a ras de tierra, sin una montaña que lo perturbe, que lo desfigure. Es tan completa la inmensidad del horizonte, que el recorrido de una mirada puede abarcarlo, de Este a Oeste, de Norte a Sur. Para el nativo de un valle andino, aquel espectáculo celeste resulta ¡maravilloso!
La descripción anterior corresponde a la ciudad de la Habana. Ahí, como en ningún otro sitio, podemos contemplar la amplitud del firmamento. Paisaje imponente, que nos asombra, como andino acostumbrado a mirar el cielo por el boquete estrecho que dejan libre las cimas altivas de las cordilleras.
Las perspectivas económicas futuras del socialismo revolucionario en Cuba, son tan reales como su espléndido horizonte. Una creciente actividad económica se agita en toda la isla, no sólo para reconstruir cada año la devastación causada por los huracanes (este año, el Gustav, el Ike y el Paloma), o resistir el bloqueo económico impuesto por EE.UU, sino, para crear nuevas formas de producción. Es tal el nivel educativo alcanzado por el pueblo cubano que, para optar a un trabajo, se exige como mínimo el duodécimo grado. Ello implica superación constante. No es una exageración decir que Cuba es una nación de estudiantes, desde la niñez hasta la edad madura. Ese nivel educativo coloca a la población cubana por encima de cualquier otro país de nuestro continente. Es una fuerza productiva en potencia, frenada por el bloqueo económico impuesto desde hace 50 años, pero lista, preparada para asumir el desarrollo pleno, el día que levanten el bloqueo infame. La Habana actual, comparada con la que conocimos hace tres años, es una ciudad de economía trepidante, con intenso movimiento vehicular en calles y avenidas; con remodelación de hospitales, edificios públicos, fachadas carcomidas por el tiempo, derruidas por la violencia de los huracanes. Se necesitan toneladas de pintura y varios años de labor contínua para cambiarle el rostro a la ciudad. Ese proceso está en marcha. En la Habana Vieja la afluencia de turistas es impresionante, aunado al turismo de salud en clínicas, hospitales y centros médicos de investigación científica. El transporte urbano ha mejorado de manera notoria con nuevos autobuses de fabricación china (exactamente iguales al trolebús de Mérida), pero libres para rodar por las calles sin el cordón umbilical que les proporciona energía y los ata al canal de circulación. El "trolebús" cubano presta el mismo servicio, pero, sin la cuantiosa inversión que en Mérida ha significado su construcción. Luego de diez años, aún está en pañales. Es la diferencia entre la concepción del socialismo revolucionario que atiende las necesidades más inmediatas de la población, pero, sin la mentalidad capitalista, consumista, exhibicionista, despilfarradora y desarrollista de la Revolución Bolivariana. Si algo debemos aprender de Cuba es ¡austeridad!
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