La descoordinada oposición, desempolvando el fracasado guión del 11-A, decidió avanzar sobre el CNE bajo la intransigente consigna de “Ni un día más”. Otra vez ofrecía a sus seguidores un resultado inmediato que, obviamente, no podía cumplir. También prometía llegar “como sea” al organismo electoral. Ya en la mañana del sábado, día de los enamorados, la realidad le cambió el discurso, afortunadamente. Llegaría “hasta donde podamos”. Así estaba mejor.
Aunque ninguno de sus conductores, si se les puede llamar así, ha declarado que aceptará la decisión del árbitro cualquiera que ésta sea, será la contundencia de los hechos la que, una vez más, los hará entrar en razón. Si recogieron el número mínimo de firmas y las mismas son válidas, el referéndum se activará. De no haber cumplido con estos requisitos, pueden patalear todo cuanto quieran pero se impondrá lo que manda la Constitución. No habrá referéndum.
Venezuela asiste a una de las etapas más vergonzosas de su historia política. Desde el exterior se monitorea y financia a buena parte de la oposición. Desde una empresa privada –Súmate- que con soberbia usurpa funciones del CNE, hasta partidos políticos y microorganismos –definición de Ramos Allup- que se hacen llamar ONG, reciben sin pudor y con avaricia dinero de un Fondo para el Desarrollo de la Democracia, una de las tantas instituciones fachadas del gobierno de los Estados Unidos.
Esa oposición, sin embargo, no ha hecho el mandado. Algunos de los grupos que recibieron financiamiento en dólares, incluso, no han entregado cuenta de los mismos a la fundación gringa. Hay irritación en el norte. Fracasado el golpe de abril de 2002, en la CD se han desatado todos los diablos. Es la hora de ver con cuánto se cuenta y quién tiene más saliva. Los adecos, desgastados y todo, han empezado a escupir lejos. Saben que habitan un país opositor de ciegos, donde ellos son los tuertos.
La consigna “Ni un día más”, versión agónica de “Ni un paso atrás”, “Renuncia ya” y “Vete ya”, no sobrevivió a su propio ultimátum. Ya el día de San Valentín nadie la coreada, ni siquiera Enrique Mendoza, su mayor trompetista, ni tampoco Antonio Ledezma, su más oportunista campanero. Al igual que patéticamente se quiso tapar el fracaso del sabotaje petrolero con un “firmazo”, esta “batalla final” que obligaría al CNE a decir lo que unos insensatos querían que dijera, se intentó maquillar con la entrega de unos certificados chimbos frente al Jardín Botánico por parte de la inefable Súmate. La soberbia gusta de hacerle carantoñas al ridículo. Vez usted
P.S: ¿Cómo haría el difunto ex presidente Medina Angarita para no sólo salir de su tumba, sino para firmar tres veces en el Reafirmazo? No me digan que la tipa de Súmate también es médium.