“Un hombre que oculta lo que piensa,
o no se atreve a decir lo que piensa,
no es un hombre honrado”
José Martí
Estas son reflexiones que indignan i por eso lo he pregonado siempre en distintas oportunidades, aunque vale la pena decirlo todo de una sola vez, así sea en los límites siempre estrechos de un artículo de opinión, sobre todo cuando el ejemplo o los ejemplos no son solamente míos, sino de otras mui distinguidas personalidades de las letras o la literatura nacional. En esto, el centralismo no ha desaparecido o aminorado con la Revolución, pues realmente los considerados “escritores de provincia” son ignorados o marginados i eso me lo comprobó un colega médico i escritor de mi alta estima, i lamentablemente ya desaparecido, como lo es o fue, José León Tapia. Este amigo escritor, además de médico eminente, por una huelga en la UCV se vino a Maracaibo, a culminar su carrera o sea el sexto año, en la Universidad del Zulia i se graduó con nosotros, los de la Primera Promoción de L.U.Z., en su reapertura, en 1952, denominada o bautizada Dr. Francisco Eugenio Bustamante, extraordinario médico venezolano que fue Rector de la Universidad en su primera época, i el iniciador de la Cirugía Abdominal en Venezuela, con una notable intervención que hizo historia, como también la hizo él, siendo un rebelde contra los tiranos, casi un guerrillero, i ser el Primer Presidente de la Sociedad Médico Quirúrgica del Zulia, hoi Academia de Medicina del Zulia. Durante 40 años, la relación con mi colega José León Tapia, fue a distancia; llamadas, envíos de libros i en dos ocasiones que fui a Barinas, estaba de viaje i no pude verlo. Sin embargo tuvimos la suerte de coincidir en el Asamblea Nacional Constituyente, ambos por nuestros respectivos Estados. Allí conversamos muchos, intercambiamos obras i en una de nuestra amenas charlas me dijo: “Tú has escrito tanto como yo, i más variado por tu doble condición de médico i filósofo; yo me he dedicado más a la narrativa, el cuento, la novela i algo de medicina (es el autor de Por Aquí pasó Zamora, Maisanta el último hombre a caballo, Tierra de Marqueses, La música de las charnelas, etc., i una extensa obra literaria, recopilada en tres tomos por José Agustín Catalá) pero tenemos una notable diferencia; tú escribiste i publicaste en Maracaibo; yo escribí en Barinas i publiqué en Caracas. A mí me conocen bien en Caracas i tota Venezuela (la Revista Imagen le dedicó un número especial) i a ti no te conoce nadie. I esa es la absoluta i pura verdad. Además, agrego yo, Maracaibo es tierra de envidias i de aventureros, i a veces los que ponen a “dirigir” la cultura, o son improvisados o no son de aquí, esto especialmente durante los 40 años fatales de la IV República, i los extranjeros les fascinan, así sean mediocres. Por ejemplo, aquí en décadas pasadas, apareció en la prensa un colombiano con curioso nombre o apellido: Uribe Bueno, enseñándonos gramática, o pretendiendo hacerlo; al final despareció porque el pueblo lo llamaba Caribe Malo. Además, se practica mucho lo que advirtió José Ingeniero: el hombre mediocre teme a los inteligentes, i para sobrevivir tiene que rodearse de más mediocres todavía. Por eso tengo tantas anécdotas que contar que necesitaría de un libro.
Empero, algunas son necesarias de traer el motivo de este artículo. Las “cosas” o los libros i folletos que he publicado (27) todos tienen un esfuerzo personal increíble i una historia difícil. Algunas cosas me las publicó la Universidad, con una imprenta deficiente porque muchas veces su director escogido a dedo, poco sabía lo que hacía. Lo mismo la Imprenta del Estado. Tenía que estar uno detrás de la publicación para evitar disparates, malas presentaciones, etc. Solamente me publicaron una vez un libro sin errores o apenas casi uno: sin justificarse, pusieron mayúscula después de dos puntos i naturalmente el 99,9% de la gente no lo nota. Ese libro fue El símbolo de la Medicina, QUE NO ES EL DISPARATE DIFUNDIDO POR LOS NORTEAMERICANOS INCULTOS, (pues la OMS sí usa el correcto) del Caduceo (Un bastón del dios Mercurio, con dos alitas, i dos serpientes enroscadas en él, lo que no tiene nada que ver con la medicina), ya que es una vara rústica con una sola serpiente. Pues bien, ese libro sin errores i que con ilustraciones a color hubiese sido bello (las pusieron todas en negro), ya impreso me entregaron unos 50 ejemplares; los otros quedaron en depósito i no se distribuyeron ni pusieron en librerías. Cuando mucho tiempo después indagaba por ellos, me dijeron que desaparecieron del depósito i algunos bedeles me informaron que se los llevaba de contrabando un colombiano. Eran tiempos del Rector Lombardi cuando averigüé. La repuesta fue sencilla: no sabemos nada de esos libros.
Otro caso fue el primer tomo de una Biografía del General Rafael Urdaneta, escrita con diálogos sugeridos por las fuentes históricas i donde aclaro que Bolívar i Urdaneta no se conocieron en Cúcuta antes del inicio de la Campaña Admirable, sino en San Cayetano, un pueblito colombiano a orillas del río Zulia. Entre Maraven i el Ejecutivo del Estado hicieron la edición i presentaron el libro en un acto en el Concejo Municipal, donde lo repartieron como pastelitos o tequeños. Al final, encontré libros mojados o arrugados, metidos en materos con plantas, tirados en la grama exterior, etc. porque mucha gente no fue por la presentación sino por la comida o “bifé”. Anuncié que tenía casi listo el segundo tomo i quizá material para un tercero, pero todo cayó en oídos sordos o personajes indiferentes. Así quedó trunca la obra i además algunos “historiadores” se disgustaron porque demostré que nació en Maracaibo, en el llamado Cerro del Zamuro por las Veritas, lugar donde está el Museo Urdaneta. Existe un óleo de Puchi Fonseca, de la casa natal con una placa alusiva al nacimiento del héroe.
Con mi primer tomo de La Pintura en el Zulia (de los aborígenes hasta el año 1950) también se quedo incompleta a pesar del material que tenía o tengo para uno o dos tomos más. Pero lo peor no es eso, sino que es un libro que al hojearlo rechaza, porque siendo de pinturas, no tiene ninguna ilustración, excepto en la portada i contraportada. La Universidad no tenía dinero para hacerlo con ilustraciones. I para no seguir dando ejemplos parecidos, terminaré diciendo que, en el año 1998, gané el Concurso de Fundacite para una Biografía del Dr. Humberto Fernández Morán, el más grande científico de Venezuela en toda su historia, reconocido mundialmente como tal, i ganador nada menos que del Premio John Scott el galardón científico número uno del mundo, por encima de los premios Nóbel, de manera que se otorga eventualmente en Filadelfia i lo han ganado menos de 10 científicos, entre ellos Madame Curie, el único ser humano con dos premios Nóbel en Ciencia. Pues bien, el premio consistía en un millón de bolívares de ese tiempo i una edición de 3.500 ejemplares. Se cumplió el millón, pero apenas se hicieron mil ejemplares que Fundacite, repartió en todas las instituciones científicas relacionadas. Me dieron al comienzo unos 30 ejemplares i después de muchas diligencias otros 30, i el libro no lo conoce la mayoría de los zulianos i, obviamente menos, los venezolanos. Por eso me incomodo cuando hasta por Interné, salen personas diciendo que ignoran quien es Fernández Morán, cosa que muchos detractores i envidiosos de IVIC, el antiguo Instituto de Investigaciones Científicas i Cerebrales como lo creó el científico zuliano, cuando trajo el primer Reactor Nuclear al país, adelantándonos en 15 años a la Argentina i en casi 20 años al Brasil, (una vez nombrado por la Universidad de Cambridge como el “Científico del Año a escala mundial”), los envidiosos del IVIC repito, celebran o se alegran de que así sea. Ahora me ha prometido una reedición i luego otra con el agregado de un capítulo sobre su muerte en Estocolmo de lo que tengo suficiente material i lo visité pocos meses antes de morir. Ojalá la cosa marche. Por eso no seguiré con cada odisea o problema en cada libro, porque en Maracaibo, por ejemplo, es imposible relacionarse con la Editorial Estatal Monte Ávila. Me canse de escribirles i buscar una entrevista.
Sin embargo quiero mencionar dos casos ajenos. El primero es respecto a Camilo Balza Donatti, un abogado, juez, escritor i poeta extraordinario, grande i honesto en todas sus facetas. No es zuliano sino por adopción; nació en el Estado Anzoátegui cerca del río Orinoco, pero se vino a Maracaibo i a Carora a trabajar. Está incluido en las Antología Universales de Poesía; es un sonetista de primera categoría, a punto que uno de sus libros que tuve el honor de prologar, contiene 80 soberbios sonetos. Ha publicado textos de literatura para la docencia, novelas, cuentos, ensayos, etc., pero sobre todo tiene desde hace años, muchos años, un libro donde recopila poesía de más de 400 bardos zulianos, muchos desconocidos pero valiosos i es fecha que no ha encontrado quien le publique una obra tan importante. Ahora parece que anda en nuevos intentos, pero de todos modos es lamentable, i para lo que ha publicado, también la mayoría es esfuerzo propio. I finalmente, anoche nomás, en el pionero de los programas de opinión en el Zulia, El Cafetín LC, de mi dilecto amigo, abogado, periodista e intelectual marabino Dr. Luis Guillermo Cristalino Santana, me consigo a otro zuliano por adopción –pues vino de Zaraza en el Guárico- el distinguido i querido amigo Don Tito Balza Santaella, Miembro de la Academia de la Historia del Zulia i Miembro de la Academia nacional de la Lengua, un quijote en el cuido amoroso, preciso e inteligente del idioma Castellano o Español, con una labor monumental por los muchos libros publicados, quien había anunciado hace algún tiempo un Diccionario de la Lengua de características mui especiales, pues acudía a los mínimos detalles, a particularidades creativas, a establecer la mayor completitud en cuanto a la palabras que lo integran i que, pensaba que ya había salido de la imprenta i hasta lo busqué recientemente en la Librería Aeropuerto que visité. Tenía entusiasmo por conocer una obra tan completa i valiosa, pero las obligaciones de estos días finales del año, me habían impedido comunicarme con él. La enorme sorpresa es cuando declara que el Diccionario está listo, pero no ha conseguido quien se interese por su publicación, excepto lo que algunos simulan por cortesía. Tito colaboró con otros hombres de Caracas, en la correcciones de estilo de la Constitución Bolivariana, donde dice que tuvo que admitir ciertas cosas respecto al género, cuando lo político toca también el idioma. Ya en otra ocasión he referido de mi parte, la maniobra de Brewer Carías, para imponer con artimañas el artículo 9, diciendo que nuestro idioma es el castellano i no el español. Lo cierto es que la sorpresa fue mayúscula. Tito busca quien le imprima una obra que debe enorgullecer a los intelectuales venezolanos. Empero, Camilo, Tito i yo, somos escritores de provincia i en Caracas se deslumbran con aprovechadores extranjeros o escritores con apoyos i promotores. Lo veo en muchos libros que son de oportunidad, pescando en río revuelto. Por lo pronto deseo que el presidente Chávez, eche una mirada a las publicaciones i a los hombres valiosos del interior del país. Es hora de la igualdad i la justicia, en todo. Reflexionemos sobre el pensamiento de José Martí que encabeza este artículo. Soi, por sobre todo, un hombre honrado que, como Antonio Machado, llamo a buscar la verdad.