Hacernos Pueblo

He ahí el gran desafío que nos plantea la realidad política de nuestro tiempo en Venezuela y América Latina. El rostro humilde de las inmensas mayorías olvidadas y empobrecidas por un largo tiempo en la patria de Antonio José de Sucre y en el continente todo nos interpela a asumir un puesto de lucha en las trincheras del pueblo. Debe ser nuestra labor permanente cumplir con la misión política de ayudar al pueblo a construir el bien común a partir del pueblo mismo; es a partir de los desheredados de la tierra que podemos fundar las bases de una sociedad más igualitaria y más democrática.

La profundidad de la democracia en el tiempo actual se mide por el amor, la confianza y el aprecio que tengamos por el pueblo. Todas las demás formas de gobierno que no se basen en el pueblo conllevan un cierto grado de desprecio por el propio pueblo. Por eso quienes irrespetan la madurez alcanzada por las masas venezolanas que se han hecho pueblo no participarán jamás de la nueva experiencia revolucionaria bolivariana que está en marcha para cambiar la existencia humana en su totalidad.

La ética revolucionaria nos impone que no debemos pedirle al pueblo aquello que no puede dar; pero sí hay que pedirle todo lo que el pueblo puede dar. En ese sentido hay que estar muy atentos a las oportunidades de crecimiento y avance. Hoy es vibrante la conciencia colectiva; la capacidad alcanzada por el pueblo para entender los problemas, conflictos y opresiones a los cuales está aún sometido. Cada día ese pueblo valiente se organiza ascendentemente en torno a sus propósitos, intereses y a unas luchas concretas. Por eso a los enemigos del pueblo les cuesta entender como éste milita en un proyecto histórico y mucho menos comprender como se moviliza cada vez que la historia lo convoca, tal cual lo está haciendo en la recolección de las firmas para respaldar la activación del mecanismo de enmienda propuesto por 146 diputados de la Asamblea Nacional para ser aprobado en referéndum popular en el mes de febrero de 2009, lo que permitirá que el líder del proceso revolucionario bolivariano pueda presentarse como opción electoral el año 2012 y más allá de esa fecha.

Es necesario decir aquí que el pueblo venezolano adquirió las facultades de atención, memoria y juicio. Sin duda, tiene claridad de lo que acontece en el tiempo presente; extrae lecciones de sus luchas anteriores y ubica muy bien a quiénes han estado a su lado; de igual manera, discierne con rapidez a la hora de precisar sus criterios. Ahora sí que el pueblo venezolano es sujeto consciente, pensante y actuante de la vida política de la patria bolivariana, zamorana y robinsoniana.

¿Qué nos toca a nosotros, a quienes acompañamos al pueblo en su andadura? Nos corresponde, sin temor a equívocos, ser creativos, proponer junto con el pueblo intentos de solución en cada uno de sus problemas y ayudar a la comunidad a activar su propia capacidad de pensamiento. Para ello es necesario reconocer que el pueblo ha estado siempre en pie de lucha, buscando mil modos de resistir a la marginación y a la destrucción y haciéndole frente, concretamente, a los opresores. Y no seremos nosotros, los agentes populares, quienes despertaremos al pueblo y haremos que se levante como sucedió en febrero del año 89 y el 13 de abril de 2002, porque hace mucho rato, decenios, siglos, que el pueblo se encuentra en marcha y en lucha permanente; lo único que hacemos nosotros es incorporarnos en sus avatares.

Existe también una verdad del tamaño de una catedral: el pueblo tiene su propio ritmo, por eso hay que sentirlo y respetarle su pulso. Consideramos, y esta sería la reflexión final de la nota suscrita, que de lo que se trata, sencillamente, es de hacernos pueblo.


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Isrrael Sotillo


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