Expropiación del monstruo de La Candelaria: única opción que permitiría su adecuación para el beneficio exclusivo de los habitantes de la ciudad

Lo del Sambil no tiene justificación alguna. Fue un craso error haber autorizado semejante mamotreto, al que muy bien se le pudiera llamar como “El monstruo de La Candelaria”, con perdón de quienes sean los profesionales responsables de su diseño arquitectónico, pero que no es posible bautizarlo de otra manera, cuando eso es lo que se muestra ante los ojos de cualquier observador medianamente consciente que transite por la zona y que, además, representa para quienes vivimos la ciudad por años, un obstáculo más que se agrega a todos los muchos que la han convertido en oportunidades de negocios en grande, con eso de privilegiar tan funestos planes con abusivas densificaciones del suelo a fuerza de la "coima", sobre todo aquellos que los caraqueños han venido demandando desde hace muchos años como opciones muy urgentes para humanizar sus entornos de vida: desarrollos de parques, plazas, paseos peatonales e inclusive áreas suficientes para aparcar a “don vehículo”, artefacto ese que ya la tiene sobresaturada y que, claramente, no tiene donde ser estacionado, pues se trata de espacios bien deficitarios que adquiere ribetes de inmensa gravedad, precisamente, en la propia Candelaria, donde la mayoría de sus edificios no tienen estacionamientos, lo cual ocurre, por paradójico que parezca, porque las ordenanzas de zonificación no lo exigen como requisito obligatorio.

De manera que la decisión del gobierno de expropiarlo nos parece la más apropiada y su destino, sea cual fuere, o bien un centro de educación superior, o un centro de convenciones, o de asistencia médica o cultural, etcétera, deberá ser previamente consultado con los habitantes de la zona, como hemos sabido a través de los medios lo está haciendo el alcalde Jorge Rodríguez y, en todo caso, tal y como ha sido ya propuesto por otros venezolanos preocupados por el desarrollo de la urbe, que sus mayores espacios sean utilizados exclusivamente para el uso de estacionamiento, ya que con ello no solamente se lograría descongestionar el tránsito vehicular en el sector, sino que le traería un gran alivio y más que ello, satisfacción plena no solamente a sus residentes que día a día hacen maromas para poder parar sus carros de manera que no se los roben, lo que los obliga a caminar largas distancias para logarlo, las más de las veces en sitios bastante alejados de sus apartamentos, sino que los comerciantes en general que han hecho de la zona un espacio amable para la venta de todo tipo de productos, en especial lo que es la buena y muy reconocida comida ibérica e internacional, en restaurantes de vieja tradición, tendrían con esos espacios la excelente ocasión para aumentar la clientela y así incrementar las ventas, sin que les aparezca esa competencia feroz de la llamada comida chatarra que ofrecen los “mall” en lo que han bautizado como los niveles “ferias”. Con absoluta seguridad que todo eso generaría la creación de más puestos de trabajo, aumentaría la actividad comercial de ese tipo, vecinal y comunal, abierto a la calle y se tomarían decisiones, al más corto plazo, para introducir mejoras sustanciales a los locales, hoy en servicio, con agregados dirigidos a ofrecerle mayor comodidad y confort a sus usuarios.

Es interesante observar que son aproximadamente quince las manzanas que ocupa esa actividad comercial en la parroquia La Candelaria y qué bueno sería que esta expropiación se aproveche para convertir, al menos, a dos o tres de sus calles en “bulevares” peatonales, entre las cuales pudiera estar la que se desplaza de norte a sur (13), entre las esquinas de Candilito y Ño Pastor, permitiendo ello el empalme de la Plaza Rafael Urdaneta o mejor conocida como Candelaria, con el Parque Carabobo. Valdría la pena que se examine su extensión hasta la propia Avenida Bolívar

¡Adelante, pues con el proceso de la expropiación…! Vigilemos ahora todos porque se pague sólo lo justo y razonable, tal y como lo ordena la ley respectiva. Hay que evitar que los corruptos de siempre intenten y logren que el Estado pague más allá de lo que esa estructura comercial cuesta en el mercado. Hay que estar con los ojos bien abiertos y muy atentos, para asegurarnos que se cumplan las garantías legales a plenitud y de esa manera impedir hasta en su última instancia jurisdiccional, si así fuere, que los dineros de los venezolanos sean mal usados, reconociendo resultados de avalúos tramposos…

Lo importante y eso lo estipula la ley, es que mientras se ventila y se dilucida el asunto de su justo precio, el Estado pueda ocuparlo, redistribuir sus espacios conforme a lo que se decida y ponerlo de inmediato al servicio de la ciudad.

 


oliverr@cantv.net



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Iván Oliver Rugeles


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