El infierno de los excluídos

Releyendo a Fernando Mires (Discurso de la miseria), del que he tomado algunas de las ideas abajo detalladas, he pensado cuánto de audaces tenían los pensadores entre la caída del Muro de Berlín y la de las Torres Gemelas. Se puso en duda todo. Incluso lo más intocable en nuestra cultura: la ciencia. Por algún lado a esto le llamé interregno postimperialista. Verdaderamente atrevidos, visto desde hoy donde hay más reposo, más calma, más ilusión de firmeza y en que vuelven a cobrar, otra vez como manía de la memoria, las costumbres o el vicio, los mismos despotismos y autoritarismo de siempre.

Mi buen amigo Mires, critica y desconstruye toda las miserias de nuestra sociología del desarrollo. Dice algo que es muy cierto: las propuestas, elecciones y construcciones de los actores sociales como eje de una esquema responde, más que a racionalidades científicas, a factores de poder, cultura e imposiciones por la vía seductora y demostrativa de las ciencias. Algo parecido digo en mi obra El Pensamiento contemporáneo cuando pongo en duda que América Latina exista y que los “pobres” sean un concepto útil.

Así, la economía de cierto modo es la que origina al resto de las ciencias sociales que empieza a dominar el horizonte cuando se nos impone, y la hacemos nuestra, la modernización, el progreso, el desarrollo, la industrialización y ahora el desarrollo sostenible.

A un esquema especifico responde la colocación de los distintos actores que van desde la integración cultural en los recién nacidos estados latinoamericanos (donde lo fundamental es “civilizar” a los bárbaros que son los indígenas y otros sectores diferentes) hasta los modelos en que el Estado nación es el eje, incorporando a la masas campesinas (con el modelo hacia afuera) y después a los sectores urbanos por medio de lo esquemas de la industrialización sustitutiva (obreros y pobres urbanos).

Después del derrumbe del socialismo y la crisis del Estado, vendrían los "otros", los diferentes, incluyendo a los sectores por donde comenzó todo: las etnias. El círculo se cierra.

Cada esquema produjo por medio de intelectuales, universidades, iglesias, institutos de investigación, partidos, Estado, ONG`s y medios de comunicación, sus propios excluidos, marginados, informalizados, desintegrados y diferenciados. Es clave identificar la centralidad del esquema defendido o censurado para ver el lugar que ocupan los marginados de turno.

Por ejemplo, los grupos autóctonos fueron eliminados primero, mestizados luego o “integrados” después, presentando un discurso civilizador francófilo o anglófilo deseable, soportado por una oligarquía criolla desde un Estado patrimonialista, vertical y excluyente.

A continuación, los modelos desarrollistas crearán como entorpecedores de la modernización, siempre con la colaboración de poderes y saberes ilustrados, al campesinado (en el tiempo) y a los pobres urbanos (en el espacio) como los marginados típicos que, otros esquemas, sin perjuicio de compartir con ellos los mismos valores desarrollistas, les atribuirían características prometeicas y redentoras.

Luego, con el derrumbe del socialismo, la marginalización se trasladará, producto de los esquema neoliberales, “dentro” del sistema, hasta determinar al sector informal que, de nuevo, otras corrientes le encontrarían virtudes empresariales y mesiánicas, como fruto de la desintegración de un Estado populista, el arrojo de miles al desempleo (estos serán los nuevos “pobres”) y la búsqueda de estrategias de sobre vivencia.
Simultáneamente, dos corrientes opuestas rivalizarán al determinar, la escéptica, que dominan el escenario una desintegración de todos los sectores sociales, en una especie de ley de la selva, buscando de nuevo en el Estado a un salvador y, otra, la optimista, que buscará las luces de nuevos movimientos sociales que la mantendrán esperanzada en una lógica de cambios. Ambas, a pesar de su oposición, coincidirán en la autonomía de los actores sociales.

Por último, una corriente que acepta un orden globalizante y neoliberal, pero que lo desafía desde actores “diferentes” (explotados, invisibilizados, oprimidos, excluidos, marginados e informalizados) que reclamarán derechos dentro de lógicas de consensos y diálogos articuladores de diferencias.

Todos estos paradigmas están fuertemente condicionados por modelos económicos (la tradición la inicia la
CEPAL), de aquí que los economistas se conviertan en los directores de las políticas públicas que las demás ciencias sociales y jurídicas (antropología, sociología, política, historia, psicología social, derecho, ciencias de la comunicación, etc.) se limitarán a auxiliar y en muchos casos a construir, con el permiso o no de ellos, a los personajes centrales y marginales de los esquemas.

Los cuatro modelos

A excepción del último, de los abajo detallados, debilitado porque lleva un apellido que se cree correctivo, todos están profundamente condicionados por un sentido último, evolucionista y ascendente de desarrollo. Hay una línea que se abre con los “indígenas y pobres” y se cierra con ellos, pasando por los campesinos, obreros, pobres urbanos, las mujeres y, hasta donde vamos, la ecología, la niñez, el trabajador informal y, otra vez, los grupos étnicos y los “pobres”.

Prácticamente el viaje de los “marginados” (esas construcciones redentoras y salvíficas de los ilustrados) va de una cultura integradora y homogenizante (desde un Estado centralista y autoritario) a una cultura diferenciadora y negociadora (desde una sociedad civil y un mercado fuertes).

Antes, en el siglo XIX, era el “deber” de “indígenas y pobres” ser modernos y ciudadanos; ahora el de los mismo actores (“étnicos y pobres”) es el de exigir, en virtud de sus derechos, ser ciudadanos plenos y respetados en su diferencia e identidad asumidas.

Los “pobres”, ese viejo concepto premoderno, que han puesto a circular de nuevo los grandes centros de investigaciones mundiales y regionales, por no contradecir a las IFIS que los financian, vuelven a tener peso y efecto de verdad. Más todavía, colaboran para aplicar y evaluar sus estrategias, con siglas (ERPP) que les deben recordar las siglas de las viejas organizaciones guerrilleras de donde proceden algunos o con las que simpatizaron antes.

a) la cultural con la integración de los “indios”. Va desde la independencia de nuestros países hasta mediados del siglo XIX. Centralidad: “civilización” oligarca-moderna. México es el modelo. Estado vs. Comunidades indígenas. Marginado clave: las “comunidades originarias”.

b) la desarrollista hacia fuera. Va desde inicios del siglo XX hasta después de la Primera Guerra Mundial. Centralidad: la integración de los campesinos. Los países grandes de Sudamérica son los ejemplos de relieve. Estado vs. Campo. Marginado Clave: sectores agrarios bajos.

c) la desarrollista hacia adentro. Va desde la década los 30 hasta los setenta. Centralidad: industrialización, asimilando a obreros y pobres urbanos. Estado vs. Ciudad. Marginado clave: los trabajadores y pobres urbanos.
d) la desarrollista sostenible. Después de la década perdida, época del cobro de la factura de los Estados desarrollistas. Centralidad: Leyes del mercado y respeto a las diferencias.. Estado vs. Sociedad civil vs. Mercado. Marginados claves: los/as “otros/as” diferentes.

Todos los modelos han pendulado entre una rivalidad y una complementariedad que es la que ocasiona sus propios excluidos y marginados.

Cuando nació el Estado moderno lo que hubo fue una rivalidad inter-oligárquica que expulsó o instrumentalizó a comunidades originarias, campesinos, afroamericanos y mestizos.. Le siguió un Estado sustitutivo de importaciones pretendido por una burguesía nacional débil, una clase media pequeña o unos militares reformistas o no, generando fuera del esquema, a campesinos, trabajadores y pobres urbanos que a veces los desafiaban.

Por último, el actual Estado, pequeño y débil, busca un desarrollo sostenible, y se apoya en un empresariado competitivo sin grandes rivales. El pleno empleo, columna lumbar de una sociedad ideal con una mayoría trabajadora formal percibiendo ingresos periódicos y regulares, protegida por una legislación laboral justa en ciudades más o menos planificadas, se admitió, con la flexiblización del trabajo, como imposible. Las exclusiones llegan desde una economía neoliberal que expulsa a grandes sectores sin ingresos, presionando por servicios básicos (agua, luz y viviendas en ciudades caóticas) y públicos (salud y educación privatizadas), pero que los mantiene como ejército de reserva de consumo a través de la televisión y la publicidad y muchos de estos mantienen la acción en movimientos sociales y exigencia de derechos como actores múltiples. Así, pues, entre la economía, el derecho y la publicidad, se tejen las estrategias de poder y sobrevivencia de todos los sectores sociales (donde los marginados al menos pueden decir que tienen derechos) y está claro también que los poderes llegan de afuera  y de arriba, el Estado.

freddyquesada@ymail.com



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Freddy Quezada


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