El referendo
sobre el derecho a la postulación indefinida a la reelección
no es ---como la derecha global pretende
hacerle creer a la opinión pública mundial--- una elección
entre democracia y autocracia, sino una elección entre sentido común
y ceguera ideológica.
Sentido
común (common sense) significa entender la realidad en los términos
que la componen: espacio-tiempo-movimiento, y tomar decisiones conscientes
o subconscientes que benefician a la propia sobrevivencia y bienestar.
Es una actitud que domina la vida de todos los animales.
Sin embargo, en el caso del animal humano, esa actitud de sobrevivencia
puede bloquearse por la ideología y convertirse en una actuación de
suicidio y perjuicio a los propios intereses objetivos. Este es el caso
de los desempleados alemanes que votaron por Hitler, para después morir
como carne de cañón del gran capital alemán en los campos de batalla
de la Segunda Guerra Mundial y, por supuesto, de las mujeres que apoyan
al Vaticano que es el principal verdugo de sus derechos humanos.
Si se analiza
el referendo del 15 de febrero en términos de sentido común, o lo
que es lo mismo, de costo-beneficio, es obvio que toda persona medianamente
razonable votaría por el “Sí”. Esto es así
desde cualquier ángulo del problema que se quisiera analizar. Abordemos
solo tres de esos aspectos.
1.
Es innegable que en diez años de gobierno el Presidente Hugo Chávez
ha actuado siempre dentro de la Constitución, de manera democrática
y con considerable sensibilidad social.
No hay evidencia empírica alguna para sostener la tesis contraria.
Ese record de una década y su ética hacen prácticamente imposible
que Venezuela se convierta en el futuro en un país gobernado por la
fuerza si gana el “Sí”. Esto es diferente en la oposición. Algunos
de sus líderes más importantes, como Ravell, Allup,
Ledesma et al., tienen una gravitación natural hacia la violencia física
y social, como muestran no solo sus agresiones hacia periodistas, sino
los fuertes despedidos de trabajadores y el intento de destruir
proyectos sociales de enorme valor para
el pueblo, como algunas misiones.
2.
Que la postulación indefinida a cargos de elección pública es más
democrática que su limitación administrativa, es autoevidente. Si
las mayorías son el soberano político de toda democracia ---como
sostiene toda la filosofía política fundadora de la democracia burguesa---
entonces, cualquier limitación de este derecho constitutivo merma la
democracia. Toda reducción del derecho a la reelección indefinida
significa constitucionalmente la entrega de una parte sustantiva del
poder político de las mayorías a las
élites.
3. El referendo
no definirá quién será el próximo presidente.
Contrario a la liturgia semi-religiosa que se pretende erigir en torno
a las Constituciones, éstas no son más que contratos. Las Constituciones
no son más que contratos entre las clases sociales, y como todos los
contratos, son simplemente trozos de papel cuya vida y vigencia en cada
momento depende del poder real de esas clases. Fernando de la Rúa era
el presidente constitucional de Argentina. Cuando el pueblo se levantó
se acabó la Constitución.
Para el contexto venezolano esa realidad de fondo significa que el presidente venezolano del año 2013 será el político que logre controlar la inflación, reducir la delincuencia, garantizar la calidad de vida lograda en la última década, y, en el exterior, mantener la paz, la soberanía y la dignidad nacional. Ante la evidencia empírica de los últimos diez años y considerando la “caballada flaca” de candidatos de la oposición, no cabe duda que cualquier análisis de costo-beneficio sobre el referendo del 15 de febrero indicaría a votar por el “Sí”. Porque es más democrático, no determina el resultado del 2013 y preservará los beneficios alcanzados desde 1999.
Sin embargo, siendo el homo sapiens el único animal en el universo capaz de suprimir su sistema de sobrevivencia ---el sentido común--- en aras de delusiones ideológicas, no es imposible que sectores de las clases medias y populares venezolanas voten en contra de sus propios intereses, tal como hicieron los votantes estadounidenses en dos ocasiones, con George W. Bush. Si lo harán, sufrirán las mismas consecuencias que ahora sufren los pobres y clases medias en Estados Unidos. Ojala que despierten a tiempo, como ahora lo hizo el pueblo estadounidense con Barak Obama.