EL ATAJO PERPETUO
Earle Herrera
Si en un arrebato de buena fe (en política, la buena fe tiene un triste nombre), por fastidio o por lo que sea, Chávez decide aceptar todas las firmas chimbas, planas y de ultratumba e ir al referéndum, ya el sector que maneja a la oposición venezolana tiene el resultado listo. No aceptará otro que la “derrota” y salida del poder del Presidente. A las 12 del día ya estará lanzando resultados subrepticios y aun cuando vaya perdiendo de calle, dirá: “Señores, tenemos nuevo Presidente”. Todos los medios corearán lo mismo en cadena y, por supuesto, si Chávez riposta y demuestra que lleva más de millón y medio de votos de ventaja, el Departamento de Estado de EEUU informará que no reconoce a un gobierno que fue “rechazado” en las urnas por su pueblo, etc.
Desde finales de 2001, la oposición y sus monitores del norte se decidieron por los atajos. El 11 de abril de 2002 llevaron su propia marcha a una emboscada y activaron el golpe militar, tal como estaba planificado según confesión de parte de sus bocones actores el amanecer del 12-A, por todos los canales. Derrotado el golpe, se preparó minuciosamente el colapso de la industria petrolera y el costoso paro criminal. También este atajo fue sofocado a un costo socioeconómico inmensurable. Van por el tercer intento, con un fraude electoral escrito en la frente.
Las firmas fueron un gigantesco fraude, pues no las recogieron y, según sus propias encuestas, en buena lid serían derrotados en un referéndum. El asunto es que ellos no tienen problema ético con la “buena lid” ni creen en eso. Si Chávez cae en la trampa de las firmas, él mismo habrá firmado su sentencia. Los medios aquí tienen listo su guión para ese hipotético día y el Departamento de Estado su declaración, con la comparsa de algunos países que se apresuraron a aplaudir a Carmona antes de autojuramentarse, más otros que serán “persuadidos” por el poder de convicción verde que puso a tantas ONG criollas a retratarse sin pudor de patria por las taquillas de Washington.
En la oposición, cierto, hay un sector demócrata, pero quienes marcan la pauta e imponen la agenda política son los que ya optaron por el atajo perpetuo. Una hipotética “victoria” por esta vía, como ocurrió con la Carmonada aunque no hayan aprendido la lección, será de patas muy cortas. Entonces sí que se desatará una crisis de gobernabilidad que los cosechadores del fraude no podrán manejar ni mucho menos superar. Les queda la opción, para perpetuarse en el poder, de desatar una larga y cruenta represión que sólo conseguirá profundizar la crisis. Lo harán, sin duda, pero no resolverán nada.
Los de la oposición y sus medios privados, cuando hablan de país, sociedad y pueblo, excluyen a las mayorías que votaron por Hugo Chávez en siete elecciones consecutivas. Sus propias encuestas en cada sondeo los están desmintiendo. Ya decidieron no creer más en los números que ellos mismos recogen. Optaron por cambiarlos a voluntad y adecuarlos a sus deseos. Así lo hicieron con el resultado de las firmas que la misma noche en que concluyó el llamado “reafirmazo”, los hundió y sumió en un vasto silencio de leones deprimidos. Superado el estado catatónico, procedieron no a entregarlas, sino a falsear las cifras obtenidas. Es la huida hacia delante que no conduce a otra cosa sino al autosuicidio. Por la vía pacífica, constitucional y democrática, esta oposición puede convertirse en referencia y opción real de poder. Por la que escogió, la del atajo perpetuo, siempre terminará estrellándose con un 13 de abril. O antes, como ocurrió con la guarimba. La suspendieron porque ya la secuestrada gente del este, empezaba a reaccionar contra esa locura autosuicida. Ese atajo guarimbero, si dura un poco más, hubiera terminando achicharrando, entre cauchos quemados, a lo que queda de la extraviada y piromaníaca coordinadora.