Hace 99 años fue declarado el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, tras propuesta realizada por Clara Zetkin ante el Congreso de Mujeres Socialistas en Copenhague; cumpliéndose a su vez 98 años desde la primera vez que se llevó a cabo ésta celebración.
El origen de ésta fecha ha sido cuestionado por diversas razones; sin embargo lo que no puede negarse ni objetarse es que el 8 de marzo está íntimamente vinculado a las luchas del movimiento obrero internacional; y que como fuese señalado por la propia Clara Zetkin, es un día para la “interrelación con todas las cuestiones femeninas, conforme al enfoque socialista”; cuestión hoy hecha a un lado por el carácter comercial que las clases dominantes han logrado imprimirle a tan importante celebración.
El Día de la Mujer Trabajadora, contextualizando el momento histórico en el que fue propuesto, tenía como objetivo fundamental la movilización de las mujeres a favor de la conquista de su derecho al voto, es evidente que casi 100 años más tarde ha diversificado su razón de ser, en la medida que el sistema económico dominante ha diversificado también sus formas de explotación.
Hoy por hoy, es necesario retomar el 8 de marzo como una fecha que pertenece al Movimiento revolucionario vinculado al Socialismo.
Y es que el 8 de marzo es un día para la agitación de los sectores femeninos en el que se incentive la organización para la conquista de nuestras luchas y reivindicaciones concretas. Es una fecha para el análisis de las condiciones de explotación y opresión a las que venimos siendo sometidas las mujeres en ésta sociedad jerarquizada, donde predomina la propiedad privada sobre los medios de producción.
Desmontar y arrebatar de las manos de la burguesía ésta celebración, que ha sido deformada como un día para el consumo en el que se hace alarde de nuestra discriminación y explotación, debe ser un objetivo para el movimiento de mujeres, pues para nosotras se trata de combatir dos sistemas que se sostienen sobre nuestra opresión, y no de exacerbar lo que nos mantiene oprimidas.
Para los sectores populares retomar el Día Internacional de la Mujer “TRABAJADORA”, es y deber ser, un punto de honor, no sólo para reivindicar la memoria de las mártires y heroínas de la clase obrera y trabajadora, forjadoras de los derechos y actuales condiciones donde se desenvuelve la mujer de hoy, pues las conquistas que ahora vemos con naturalidad costaron en la historia reciente, la vida y sacrificio de muchas mujeres, que ni siquiera han quedado en las páginas de la historia. Sino que además es un elemento clave para imprimirle a la lucha femenina el carácter de clase que requiere para elevar cualitativamente su impacto real en los sectores populares y en el resto de la sociedad.
El Día de la Mujer Trabajadora sólo tiene sentido, si las mujeres pobres nos organizamos y luchamos por construir una sociedad distinta. Es absurdo desde todo punto de vista, celebrar una fecha para y por el “tener”, una fecha para la vejación, que sea la antítesis de la verdadera esencia que hizo nacer un día tan significativo como éste.
En la sociedad capitalista, todo es mercancía y las mujeres podemos dar fe de ello, por lo tanto y con más razón debe comprenderse, lo que para la ideología dominante significa banalizar una fecha que puede ser una vía o herramienta que permita socavar sus bases.
En el Día de la Mujer Trabajadora hay un sin número de elementos que nombrar y por los cuales las mujeres debemos luchar, sin embargo, más allá de eso, se requiere de un paso anterior y definitivo para concretar y avanzar en la conquista de tales reivindicaciones, y es que sin la organización que nos permita la movilización, no habrá concientización suficiente para enfrentar el monstruo que nos adversa.
¡Organización popular para vencer!
¡Viva la Mujer trabajadora y revolucionaria!