El diálogo es el fundamento de la sana interacción de las sociedades. La familia, como núcleo fundamental, tendrá un desarrollo armonioso en la medida que haya adecuada comunicación entre la pareja y ésta con sus hijos, además de estos últimos entre si. Eso es algo muy elemental para comprenderlo. Dependiendo del ciclo vivido en la familia, cada persona saldrá a interactuar con sus semejantes en una dirección u otra, con matices y estructura mentales y emocionales que marcarán su desenvolvimiento social. Salimos, como jóvenes y adultos, al tráfago de la vida con características personales bien definidas a involucrarnos en variadas actividades sociales.
Al llegar a una generación como la nuestra, con un alto porcentaje de conciencia social despierta, donde estamos polarizados, en buena hora, entre afectos al capitalismo depredador y el socialismo bolivariano solidario, salen a relucir todas esas mezclas sicológicas que forjamos desde niños en el hogar y fuera de él. Haber crecido bajo las dictaduras pseudo democráticas de los gobiernos adecopeyanos también nos dejaron marcas psíquicas que, en la mayoría de los casos, nos indujeron a plegarnos al proyecto nacionalista de Hugo Chávez y una minoría se deslindó del mismo. De hecho esa minoría creció peligrosamente en las pasadas elecciones del 15-F. Y ese aumento se debe a la falta de diálogo a todos los niveles. No me refiero a los diálogos imposibles con los facistas y lacayos de la oposición asesina, no, me refiero a los diálogos hasta hoy invisibles porque no se dan, no se cristalizan, no se permiten por el pesado burocratismo del estado gobernante. No es posible que a estas alturas haya analistas políticos allegados al chavismo que pretendan un diálogo con Leopoldo López y Julio Borges, por ejemplo, eso es un despropósito, una estupidez pues sabemos las intenciones de ese grupo disociado y vende patria.
¿Ejemplos de diálogos invisibles?: El de la cúpula del PSUV con la base. Ese partido no consulta regularmente a sus afiliados, es autocrático, vertical y alejado de las comunidades. Solamente le consulta en unas elecciones primarias para seleccionar candidatos y después se regresan al escaparate donde deliberan. Yo me inscribí, por primera vez en mi vida, en ese partido y no me siento escuchado. Si alguno de sus directivos es señalado de alguna conducta irregular, salen los fanáticos a rasgarse las vestiduras y a mandar al infierno del olvido al acusador. No hay diálogo entre los gobernadores y los alcaldes con el pueblo que los eligió, se vuelven burgueses y ricos, en su mayoría. No hay diálogo entre los diputados burócratas (en su gran mayoría) y el pueblo, apenas algunas tímidas comisiones salen a dirimir algunos problemas muy puntuales. No se expresan las comunidades desatendidas en los canales oficiales de Tv del gobierno. Si algún moderador lo permite es enviado a las cavernas del destierro político. En VTV observamos una rancia dirección que no permite el acceso de personas que anhelan ser escuchadas para que alguien les remedie la maldición de ser pobres y desatendidos. En el programa de José Vicente Rangel tampoco hay diálogo con el soberano, sólo asisten los mismos aburguesados personajes de siempre. En el “·Aló Presidente” eliminaron el muy mínimo diálogo telefónico, por eso el nombre del programa tiene que ser cambiado por el de “Escuche al Presidente”. No existe el diálogo entre los ministros y el pueblo, ellos se encriptan, se aíslan.
Si alguien quiere anteponer una denuncia de corrupción ante un ministerio o ante una institución gubernamental, sufrirá el martirio de Sísifo y nadie lo escuchará. ¿O estoy mintiendo? Y el más tenebroso de los diálogos invisibles: El que no se da entre el pueblo agredido y la Fiscalía burguesa que apaña los delitos de la oligarquía, de los latifundistas, del poder judicial y de todo aquel que tenga algún poder económico y/o político. ¿Ejemplos? Mejor no martirizarnos más.
Las tres “R” deben comenzar por ahí, por desaparecer a los diálogos invisibles y así escuchar al soberano.
El tiempo perdido hasta los santos lo lloran. “El respeto al derecho ajeno es la paz”. Tenemos derecho a ser escuchados.
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