Las múltiples acusaciones de corrupción y enriquecimiento ilícito que pesan sobre Manuel Rosales comenzaron a dar frutos esta semana, cuando la Fiscal 11 del Ministerio Público solicitó ante un juez, medida privativa de libertad. De inmediato, el alcalde de Maracaibo, el bobo que tiene en la gobernación y los líderes de la oposición llamaron a concentración, a marcha y a protesta.
Que Manuelito diga que es inocente; que se trata de un complot o que todo es consecuencia de su oposición a Chávez, es perfectamente comprensible. ¿Acaso no es costumbre que todos los delincuentes se declaren inocentes? Si bastara con lo que alega el acusado, no habría ni un solo condenado en
el mundo por ningún tipo de delito.
Que los panas, los cómplices, los familiares y los socios del futuro reo recurran a los mismos argumentos defensivos, tampoco es suficiente para dar por cierto que la investigación realizada por las autoridades no contiene elementos probatorios para “encanar” al alcalde por diez años. Con mucha más frecuencia de lo deseado, uno se topa con declaraciones de esposas, madres y allegados de los más pervertidos delincuentes; en las que generalmente afirman que se trata de trabajadores honestos o
estudiantes aventajados injustamente acusados por la comunidad, la policía o la fiscalía.
Una convocatoria a “la madre de las marchas” o a incendiar al país, tampoco es evidencia de la inocencia de ningún funcionario público o dirigente político. Sería el colmo que la inocencia se probara concentrando a seguidores, admiradores o compañeros de partido. ¿Se imagina, usted amigo lector, las marchas que podría haber convocado Hitler para demostrar que todas las acusaciones que se hacían en su contra eran falsas?
Hacemos estas reflexiones motivados por una conversación que hoy en la mañana sostuvimos con nuestra vecina (la misma que afirma que ella sí sabe de economía porque todas las tardes ve al matacuras). Tenemos la impresión de que nos esperaba, pues aunque era muy temprano cuando salimos de la casa, allí estaba en el frente, esperándonos cómo cada vez que los medios de comunicación desataron una campaña destinada a crear una matriz de opinión. ¿Ya te enteraste de que el desgraciado mandó a poner a preso a Manuel?
Fue su saludo. Ni siquiera nos permitió responderle, pues de inmediato agregó: “Nos tendrán que matar a todos”
“Nos tendrán que matar a todos”, “nos tendrán que matar a todos”, “nos tendrán que matar a todos”. La frase fue y vino repetidamente a mi mente a lo largo de todo el trayecto hacia mi oficina. ¿Cómo podía saber mi vecina que Manuelito era inocente? ¿Será que tuvo acceso al expediente? ¿Será que tiene pruebas de que el contenido del mismo es falso? ¿Será que ha estado tan cerca del presunto ladrón que
puede dar fe de su inocencia? ¿Estará de verdad, dispuesta a dejarse matar en la defensa de Manuelito?
En la cuarta república, quienes hoy están al frente de la oposición, robaron y delinquieron a placer. La defensa automática de sus partidos y el control mafioso de la justicia les brindaron la impunidad necesaria.
En la quinta pretenden seguir con el bochinche. Ahora los defensores son los medios y un montón de pendejos como mi vecina que no hacen sino repetir lo que ellos afirman, con la intención depresentarlos como perseguidos políticos. Se suman a su protección una larga lista de países que con la intención de desprestigiar al gobierno venezolano, estarían dispuestos a brindarle asilo. Si se claudica ante esta estrategia, los opositores tendrían luz verde para delinquir, pues sólo tendrían que apelar a la autocalificación de perseguidos políticos.
arellanoa@pdvsa.com