Una de las cosas que se aprende al viajar o vivir en otros países es valorar adecuadamente por qué las viviendas tienen determinadas características; en Venezuela hemos tenido arquitectos como Villanueva o todavía vivo como Fruto Vivas, quienes a mi juicio comprendieron la arquitectura como una profesión que no solamente toma en cuenta lo científico de las construcciones, sino la función a cumplir según las necesidades humanas. Por eso Caracas, situada en el valle más bello i hermoso de todo el planeta casi en la línea ecuatorial, ha debido ser una ciudad al estilo bajo de París, Madrid, Viena o en los Estados Unidos Washington, donde lo estético predomina sobre lo material i espectacular. Por eso los Parisienses de aquella época le parecía inadecuada para su estilo de vida la Torre Eiffel, aunque actualmente sea la identificación misma o icono sagrado de la ciudad luz, junto al Arco del Triunfo i la Plaza de l’Etoile. Del mismo modo Madrid con su Puerta de Alcalá o la Plaza de la Cibeles, el Edificio de Correos o la Gran Vía con la Plaza España -engalanada con Cervantes, Don Quijote i Sancho o más allá el Palacio Real. Durante tiempo se luchó para impedir la construcción de un alto Edificio hacia Vallecas, porque en perspectiva estorbaba la bella vista a través de los Arcos de la Puerta de Alcalá. O en Viena qué sería la ciudad sin el Ayuntamiento, el Palacio de Schombrung o la Casa del dolor de Mozart. Así, Caracas ha podido ser una ciudad capital, de corte clásico, sin rascacielos, sin complicados “pulpos, arañas i ciempiés”, con avenidas a un solo nivel, amplias i sembradas i edificios bajos i elegantes; sin ninguna industria que hiciese atraer población obrera incontrolada que ocultaron el verde de montañas como vemos en ilustraciones i acuarelas de algunos artistas coloniales, con miles de ranchos que Pérez Jiménez redujo de 64 mil a 8 mil i la cuarta república los elevó a cientos de miles. Tuvimos la mejor oportunidad de siglos i ahora es una ciudad que merece terapia intensiva. Igual en Maracaibo, i en ambas un irrespeto increíble por las pocas cosas coloniales que tenemos, ya que esta Capitanía General, fue de las más pobres en la Colonia. I la casa del Libertador, es una restauración no acorde a la época.
Como he disfrutado de bellas ciudades por toda Europa, donde hasta los cementerios son bellos i espectaculares; el de Génova atracción turística por sus tumbas, majestuosas obras de arte en mármol, o en otras partes como en Holanda, verdaderos parques de flores, si hubiese escogido otra carrera universitaria me hubiese inclinado por la arquitectura, en la que afortunadamente tengo un hijo que como tal, es un artista del pincel i la creatividad, mi amado Andrés Eloy, a quien no han dado oportunidades, de mi parte hasta he diseñado casas i mobiliario, i he visto como allá en el viejo continente, por ejemplo en Brujas, se conserva unas cuadras de casitas que parecen de enanos, del siglo XIII; en Lovaina vi casas del siglo XVI i al lado de Notre Dame en París hai una casita que parece de hadas, del siglo XVII también, i otra en Hayde Park en Londres o en Holanda, en la isla de Makken (de las mujeres gigantes) casitas donde las camas son cubículos en las paredes. Por eso, uno toma muchas ideas distintas i siempre he abogado para nuestras construcciones, este slogan o sentencia breve: “Denle una “cuarta” más a la vida”, refiriéndome a las dimensiones de puertas, ventanas u pasillos, pues se calculan de un ancho tal que, para pasar un mueble hai que ingeniárselas o digo con humor: hai que “envaselinarlos”. ¿Qué ahorro es una puerta más estrecha? Si la hacemos más ancha, ahorramos paredes.
Igualmente vi en islitas del mar Báltico, llegando a Estocolmo (que es una ciudad sobre más de 25 islas creo) donde las viviendas están separadas unas de otras i en la nueva Moscú, que es una ciudad más que fría en invierno i templada en verano, los nuevos edificios residenciales no pasan de 8 pisos, están bien separados unos de otros i con bosques entre ellos. Aquí en Venezuela nos sobran terrenos i el clima es cálido, excepto en algunos pueblos andinos i no mui fríos, i donde quiera queremos ostentar progreso, con edificaciones altas, como vemos ahora una “epidemia” de edificio de más de 20 o 22 pisos en Maracaibo, que muchos atribuyen a dineros sospechosos por su origen. Empero, a esto es lo que más quiero referirme.
Estimo que este gobierno revolucionario, que no ha dejado aspecto alguno en el cual ocuparse del nivel o calidad de vida, vivienda, salud, educación, trabajo, alimentación, etc., como nunca en nuestra historia republicana, ha hecho multitud de apartamentos i casas de calidad, con todos sus servicios i hasta amuebladas, que no son los ranchos de concreto, inacabados i sin servicios con los cuales engañaban en la IV República (cuya memoria de corrupción, violaciones de derechos humanos i atropellos de toda clase, quiere la oposición borrar de la historia, así tengamos todavía muchas venas abiertas). Con respecto a los edificios no deberían ser más de 4 ó 6 pisos, i siguiendo ideas de Fruto Vivas, porque le he escuchado al respecto, deberían interconectarse por puentes aéreos, para cuando ocurra una tragedia, como por ejemplo un gran incendio, la gente no quede atrapada sino que se pase a otro edificio por esas vías de escape. Esto, además de las precauciones antisísmicas i la posibilidad de si no tiene ascensores (no olvidar la tercera edad) tener la posibilidad de adaptárselos posteriormente i por fuera, con vista a los paisajes i sin encierros.
En cuanto a las casas, vean la experiencia que tuve en Bélgica, en Korbek-lo, pueblo aledaño a Lovaina, ciudad universitaria a 20 kilómetros de Bruselas. Allí en la calle Koning Albeerland, tuve los mejores vecinos que he tenido en toda mi vida. Era una serie de casas mui bonitas i sencillas que tenían dos pisos, pero con sótano para el garaje, caldera i bodega, i arriba del segundo piso un desván con pequeñas ventanillas. La tengo pintada en acuarelas en varios ángulos i también en fotos. A mi lado derecho vía la familia Daman (una pareja vieja sin hijos, él un veterano de guerra) Al lado izquierdo la familia Sttofels, también una pareja de edad, quienes tuvieron un solo hijo con el que huyeron de allí en bicicletas con el entonces bebé, cuando los alemanes invadieron a Bélgica. Las casas tenían (la mía me la alquiló un médico que se fue por un año a estudiar post grado en Suiza i Holanda) un patio posterior de la misma extensión del que ocupaba la vivienda. Los Daman tenían grandes árboles frutales i vivían de hacer dulces, mermeladas, galletas con dulces (goonfles) i repartían las ventas en un Volkswagen que tenía una plataforma en la parte de atrás en vez de asientos. Él sabía mucho de vinos, de carpintería i de raíces de plantas, distinguiendo las comestibles de las venenosas, pues lo aprendió en el ejército; tenía además, más de 20 cicatrices de heridas de balas. Me invitaba los jueves a catar vinos, jugar ajedrez i hablar de botánica. Los Sttofels, él era panadero “i de los buenos” como decía. Me regalaba panes especiales; ella era cocinera de una condesa en Bruselas desde hacía 30 años, i pese a la bicicleta, tren, autobús i metro que tenía que tomar para ir casa de la condesa, no había faltado una sola vez El hijo, al año de casado pudo irse de luna de miel a Barcelona, España, donde se ahogó en una playa. Al año regresaron el cadáver i nosotros los acompañamos al entierro, toda una experiencia. Pese a todo, él se distraía trabajando en la casa al llegar de la panadería i en el patio de atrás tenía una granja de verduras, papas, zanahorias, cebolla, etc., que ella cuidaba i le vendía a él a mitad de precio lo que consumían, pues tenía que invertir en la siembra, todo metódicamente planificado; además cuidaba el gallinero con la misma economía, mientras él tenía una conejera o cuando comían conejo, ella se lo pagaba a él, para invertir en el negocio, pues vendían sus productos. Eran ciudadanos productores, autosuficientes i responsables.
Esta experiencia, la veo frustrada en las casas tan pegadas i sin buen patio trasero, porque la familia crece en número i en edad de los hijos. Con patio atrás, todos podrían hacer lo que mis vecinos belgas i, llegado el momento, tener hacia donde ampliar la vivienda. Cada uno podría abastecerse de alimentos i toda la comunidad aportar alimentos al mercado. Para todo esto, se necesita ampliar las parcelas i darle más larga vida a la vivienda en sí. Es una humilde recomendación que creo, merece pensarla, pues hasta se pueden crear sembrados hidropónicos de crecimiento rápido. Ya hace años los vi en Mérida especialmente con tomates maravillosos. I este pueblo, ya sin analfabetismo i con aporte revolucionario, seguirá siendo pionero en avances i soberanías.
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