La misma intolerancia hacia posiciones políticas opuestas, que en el país abiertamente se expresa en los opositores al Gobierno Nacional, se desarrolla también peligrosamente dentro de la Universidad Central de Venezuela, principalmente en el sector docente. Desde hace ya cierto tiempo, los profesores opuestos al Gobierno están dando muestras claras de actitudes perversas en relación con sus compañeros de vida académica. El abucheo de sus intervenciones públicas, la agresión verbal ante su sola presencia física, la descalificación y la intención de censurar sus posiciones, constituyeron las expresiones iniciales de esta conducta.
En mi propia escuela Vargas, de la que fui su director exitoso donde tengo o tenía muchísimos amigos, y en la que este gobierno ha invertido más de 2 mil 500 millones de bolívares en mobiliario y equipamiento de laboratorios y servicios, se pretendió impedirme el derecho de palabra en una asamblea hace más de un año. Un ex alumno mío, profesor de psiquiatría, compañero de luchas en el campo de la izquierda, gritaba "¿Qué hace Fuenmayor aquí"?, como si yo fuera ajeno a esa comunidad y no tuviera -posiblemente- mucho más derecho a estar allí que él, hoy convertido en energúmeno por la TV y alguna prensa escrita.
Las expresiones de intolerancia se han incrementado en la medida que la confrontación política nacional se ha agudizado. Así, algunos miembros del Consejo Universitario utilizan sus reuniones para hostigar a quienes nos identificamos con el Gobierno. Ante cada opinión que se dé, se arremete contra su autor, se lleva el caso al Consejo para su discusión, se descalifica, se ofende, se amenaza; incluso se abusa con los representantes estudiantiles, para luego exigir respeto y compostura, ante la lógica respuesta que actitudes tan hostiles como éstas producen. Se pretende acallar a quienes en el Gobierno tenemos la posibilidad de opinar. No les basta el control absoluto que tienen de los medios. La meta es que sólo ellos puedan hablar, pues si no se sienten muy inseguros. Muy peligrosa para la universidad esta conducta antiuniversitaria, antidemocrática y fascistoide de algunos de sus pseudo dirigentes. Muy peligrosa porque puede desencadenar una violencia que hunda en el fango de la diatriba y el enfrentamiento violento permanente a la primera casa de estudios del país
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