Debo recordar aquel triste abril, sus calles llenas de sangre y el ruido ensordecedor de las balas, debo recordar el cuerpo de aquel hombre tirado en la calle, con la vianda del almuerzo aferrada todavía a una de sus manos. Debo recordar el miedo en el rostro de los jóvenes soldados. Debo recordar los dientes apretados del que no supo, si gritar o morir. Rendirle culto al que no lee, al que no sabe, al que no estudia, porque fueron ellos quienes salvaron todo. Debo nombrar sus nombres aunque no los sepa, mirarme en sus ojos, respirar ese aire que todo lo purifica de vez en cuando, sentir la soledad del vencido y el sosiego del vencedor.
Debo arrugar este papel con mis palabras, para no herir a nadie, fundirlas con la tierra y con el fuego, hacerlas de piedra para que resistan los embates implacables del olvido. Debo recordarlo para que me busquen los que ya olvidaron, los que nos comprometen sin permiso a librar batallas. Debo recordar un triste abril, como tantos otros que se han perdido en la memoria.
Debo romper los cristales carcomidos de la noche, nombrar aquel lucero que parece vigilamos, bajarlo hasta mis manos y esperar parado aquí, a que todos vengan a buscar. Debo recordar aquel abril ennegrecido, sus dientes amenazando guarderías, sus bombas explotando para adentro y sus rostros, de las antiguas legiones de la muerte.
Debo recordar, para que este abril no cueste más que otro, para nombrar a los que apuestan al olvido, debo buscar sus corazones rápidamente, arrancar el mío si es preciso, debo saber de qué están hechos, si es un susurro sus almas o un viento ya perdido sin retorno.
Debo entender los juramentos peligrosos de la muerte, conjurar su soledad, detenerla con palabras inequívocas, precisas e imperfectas. Pero debo hoy convocarlos a todos, para ver lo que sueño y no seré, lo que extraño y no preciso, lo que oigo y no recuerdo, lo que hoy respiro, que es preferible a morir de cuajo, sin lamento, sin rezo, sin sentido.
Los anónimos, los que la patria no condecoró, los que no retrocedieron ni un pedazo, los que la vida no les alcanzó para ver el regreso, de ellos será ese abril desafinado.
“La mejor forma que tenemos de vengarnos de nuestros enemigos, es tratar de nunca parecernos a ellos”